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“Pensar el cuerpo es pensar el mundo”.
David Le Breton
Siendo poco más que un neonato empezamos a explorar el cuerpo que habitamos, intuyendo que nuestro organismo no está adherido físicamente al pecho que nos amamanta; somos un ente distinto, un cuerpo independiente y autónomo. No obstante, ese atisbo de identidad que se irá enfatizando con el tiempo, está inscrito en un espacio-tiempo determinado y es deudor de su pasado sociocultural. Aunque pudiera ser perceptible qué pertenece a la naturaleza y qué pertenece al mundo entendido como contexto, ambos espacios, dentro y fuera, están íntimamente entrelazados.
Cómo se pueden formar otros cuerpos y qué tipo de cuerpos serán estos; qué nuevas relaciones con los demás y con el entorno se generan al incorporar la tecnología y la ciencia (y todas sus ramificaciones: informática, biotecnología, robótica…). Es la ventana a múltiples futuros lo que nos muestra el CCCB en su exposición +Humanos.
Existe una estructura social establecida, aprendida e interiorizada, un gobierno que ejerce desde el propio autocontrol hasta el control de las poblaciones (Foucault, teoría de gobernabilidad), pero está tan integrada, que resulta para muchos casi innata, como el binomio constante entre hombre-mujer entendido como género y sexo. La conciencia de multiplicidad y de autoidentificación viene siempre de minorías que se unen, como las teorías queer, feministas y transexuales. Sin embargo, este abrir posibilidades que rompe con los cánones e incide en el tejido social, como bien señala Judith Butler en “Cuerpos que también importan” tiene un radio de acción más amplio, movilizando a poblaciones precarias o aquellos que no encajan en lo que se presenta como el promedio perfecto(1)[[En la exposición se pueden ver las siguientes obras referidas en el texto y otras más de 50 piezas de arte, ciencia y tecnología:
1. La ley del promedio – Addie Wagenknecht, 2014.
2. Ningún cuerpo es perfecto – Niko von Glasow, 2008.
3. Recorte por la línea – Regina José Galindo, 2005.
4. Piernas de guepardo – Aimee Mullins, 1996.
5. Prótesis. The Alternative Limb Project – Sophie de Oliveira Barata, 2011-2015
6. Ciborgismo – Cyborg Foundation, Neil Harbisson y Moon Ribas, 2015.
7. Transfiguraciones – Agatha Haines, 2013.
8. Dispositivo de empatía improvisado I.E.D – S.W.A.M.P – 2005. ]].
En numerosas ocasiones, los ideales irreales de belleza que se propagan por los medios de comunicación, tienen un impacto en el individuo que le lleva a un rechazo del propio cuerpo, percibido como “humano imperfecto”(2). Auto-insatisfacción por su color de piel, su peso, su forma y tamaño, si le falta un brazo o le sobra un dedo. Si bien la cirugía plástica nos ha ofrecido la posibilidad de transformación y con ello un alivio, una recuperación del autoestima, por otro lado, la misma mano tendida también puede resultar opresiva, llegando en algunos casos a lo patológico. ¿Puede ser un producto para nuestra identidad ya no sólo diseñada sino modificada, ofreciendo la posibilidad de ser otro?(3).
Actualmente, los ciborgs, bautizados por Donna Haraway, cobran relevancia; la discapacidad como capacidad aumentada. Para Aimee Mullins(4) su cuerpo orgánico acaba en las rodillas, dónde empieza la máquina; prótesis inspiradas en las patas de un guepardo fueron las que la dieron a conocer en los juegos olímpicos. Unas prótesis de cristal lucía en el videoarte The Cremaster, de Matthew Barney. Ha sido modelo de Alexander McQueen, dado charlas en TED Talks y con su presencia no sólo demuestra que es posible disfrutar de una vida en igualdad de condiciones sino que también es completamente normal. Viktoria Modesta perdió de niña su pierna, la única diferencia física entre otros cantantes y ella, era que ella podía intercambiar su pierna por diseños de prótesis. Aún así, las productoras musicales le cerraron muchas puertas antes de saltar a la fama como cantante pop. No se trata de hacer apología de la prótesis, pero sí es cierto que el hecho de que hayan compañías como The Alternative Limb Project (5) que se dediquen a pensar y crear prótesis con un sentido estético y funcional más allá del mero simulacro de articulación, redefine la concepción de una amputación y cómo relacionarse con ella. La prótesis ya no es una parte del cuerpo a esconder, puede ser una capacidad aumentada a lucir con orgullo.
Conocemos el cuerpo que tenemos y algún otro que nos rodea. Ahora, además, gracias al potencial de la biotecnología podemos soñar con otros cuerpos. Parece que cada vez estamos más cerca de saber si los androides sueñan con ovejas electrónicas. Neil Harbisson y Moon Ribas han fundado La Cyborg Fundation (6) con la intención de ayudar a los humanos a convertirse en cíborgs. Más allá de un uso médico, promueven el ciborgismo como un movimiento artístico y social. Implantarse por ejemplo un sensor para percibir el movimiento de los terremotos es el “poder” que Moon Ribas quería tener y ahora tiene. Bailarina de profesión, incorpora esas trepidaciones inesperadas en sus coreografías.
¿Y si esas habilidades u otras capacidades pudieran ser ya modificadas cuando el bebé acaba de nacer?(7) Imaginemos un mundo en el que las familias se permiten modificar a sus hijos para que estén más preparados ante las adversidades que puedan tener en el futuro. Una posibilidad que pone en cuestión los límites de lo ético pero que puede ser una realidad plausible. De ser un lujo que sólo las clases altas se pudieran permitir estaríamos entonces ante una clase de superhumanos con superpoderes en potencia, aumentando con ello muy probablemente, la desigualdad de oportunidades. Tal vez la exclusividad fuese momentánea como sucede con cualquier invento nuevo, como le pasó al televisor o al teléfono móvil.
Desde luego, si entendemos el contexto como una prolongación del propio cuerpo, el efecto que tendrán en nosotros las desgracias del mundo vendrá amplificado según la cercanía en la que tenga lugar. Sintiendo como por ejemplo aquel cuerpo que sufre podría ser el tuyo(8). Triste es que los cuerpos que sufren a una distancia mayor, de tan lejos no nos tocan. Y así parece que la empatía solo roza, ante las desgracias de países que nos pillan lejos, ante clases que no son la nuestra, ante religiones o géneros que no son el nuestro. El afecto en un cuerpo según Seigworth y Gregg en su libro The Affect Theory Reader es tanto fuera como en sí mismo, hasta que finalmente tan firmes distinciones dejan de importar.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)