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(lectura susurrada)
Escuchar debajo de la superficie de un acantilado, y escuchar hacia el interior de la piel implica practicar distintas formas de atención. Trabajar con las vibraciones de la energía que atraviesa el cuerpo para experienciar cómo sintonizar el pensamiento acústico con aquello que está afuera.¿Cómo conectar con la vulnerada materialidad del océano?, ¿cómo hablar desde los afectos del conocimiento biológico?, ¿cuál es la escala de la respiración humana?
(respiración enérgica)
El vasto océano Atlántico se recoge en un barreño marino en la costa norte de España, formado por la colisión entre dos placas tectónicas, y llamado mar Cantábrico. Sobre el litoral cálcico de Asturias, mirando en dirección contraria al mar, tengo una vista de un tramo de la Sierra de Cuera. Pienso en Astrida Neimanis escribiendo sobre cómo nuestros cuerpos en realidad se formaron por deseo de las aguas que querían llegar a las montañas. Desde este horizonte rocoso me llegan frases de gruñido al nivel del mar. En este lugar, la garganta del mar se manifiesta a través de los bufones de Llanes.
El viento comienza su diálogo con la tierra, del agua
Dentro de la garganta caliza hablan los ancestros
Es el océano
Su boca es el canto de todas las bocas, de la espuma
Las voces respiratorias del mar convocan a todos los seres vivos en su resonancia
La roca caliza se disuelve en contacto con el agua de lluvia que penetra por pequeñas fracturas hasta el nivel del mar. La acción erosiva del oleaje, animado por las galernas, agrandan las cavidades hasta llegar a formar cuevas en comunicación con la fractura vertical. Las olas hacen que el aire y el agua que se acumula en la cueva se comprimen y salgan a gran presión al exterior. Así los bufones son respiradores de mar, “bramadorius”. La fuerza motriz del diafragma oceánico hace retumbar la laringe dentro del pecho.
(sssssshhhhhhhhhh fff fff fff fff fff sssssshhhhhhhhhh fff fff fff fff fff)
El romance oceánico se produce cuando los labios de los respiradores
se acercan el uno al otro recibiendo la afluencia del oxígeno de las cianobacterias
Con cada inhalación nos alejamos de las orillas
La fluidez de la respiración oceánica nos conecta con su vida y la de sus habitantes. Si pudiéramos ir más allá de los constreñimientos de nuestra visión, veríamos fitoplancton, diminutos organismos que reciclan el CO2 en oxígeno, entrelazando nuestro aliento con el suyo. Una conexión significativa con nuestros antepasados y nuestro yo acuático. Pensar en la escala de la respiración es pensar en el vínculo entre nuestro ser individual y el planeta colectivo. Entre el espacio interior y el exterior. Las cianobacterias liberan lo que necesitamos para vivir, tomando nuestra toxicidad. La toxicidad marina contiene también el rastro de las relaciones de opresión para con otros cuerpos humanos, el océano es un mar de memoria, una substancia que retiene una disparidad de temporalidades. La toxicidad marina también retiene los átomos de aquellas personas que han perecido en el agua. Aquí, en este horizonte acantilado de boca mojada pienso en las palabras de adrienne maree brown cuando invita a reflexionar sobre la respiración como una ofrenda hacia la posibilidad de que, en lugar de continuar la trayectoria de la esclavitud, el aprisionamiento y la dominación, practiquemos otra forma de respirar.
(sssssshhhhhhhhhh fff fff fff fff fff sssssshhhhhhhhhh fff fff fff fff fff)
La voz del océano se entrelaza en la garganta
salida de humedad
garganta cavidad carnosa suntuosidad
Inmersa en el lenguaje sin necesidad de poseerlo
O sin ser poseído por él
El océano habla
Mira las cicatrices
Mis heridas
En estas rocas
Sigo muriendo
Siente mi boca como carne resbaladiza
Respirando sin fin en este asentimiento
Para despertar el cuerpo acústico hay que respirar con la garganta para luego trabajar en la emisión de sonido. Cómo emitir sonido con la voz, cómo sintonizar el cuerpo con el mar. Hacer de las dos una, hacer de lo interno como lo externo, y lo externo como lo interno y lo superior como lo inferior, y lo humano como lo no-humano.
Empuja la mandíbula hacia abajo para que quede un espacio poco común entre los dientes. Con la boca cerrada, infla el bajo vientre. Pon una mano encima para aumentar la sensación. Inspira y espira por la nariz mediante un ritmo tranquilo. Desplaza el aire lentamente hacia la parte posterior de la boca, explorando sus cavidades. La laringe se convierte en una manguera, el aire viaja como a través de una gruta, desde el abdomen. La densidad de la respiración se siente, un movimiento continuo, ingrávido, que no pesa.
(suave interno shishishishishishishi)
Los respiradores hablan
Hablamos como respiramos
Es el océano
Vibrante, cíclico
La respiración pasa de un cuerpo a otro
Es entre-cuerpos
Bocas que salivan hacia dentro
Oh rocas
¿Es este amor enmarañado el problema que prometes?
Este mar más montañoso
y agitado con su estiércol de naufragios
¿Belleza de olas o
refugio de duelo tentacular?
(murmullo oceánico)
La respiración gutural se hace sonido. Todo el cuerpo es roca a través de la que pasa el aire. Al cabo de un rato de habitar la respiración oceánica, un leve ronquido comienza a resonar dentro de la tráquea, la inspiración sucede como un lamento. La forma se hace herida marina, la palabra un sonido respirador. El cuerpo acústico emerge, donde la respiración no es simplemente la manifestación de una fuerza vital sino una dimensión radicalmente diferente de la cognición oceánica. Zozobra en la mar, zozobra en la voz.
Este texto ha sido influenciado por conversaciones con Snejanka Mihaylova sobre el pensamiento acústico como práctica transcendental, las lecturas de “In the Wake” de Christina Sharpe, “Bodies of Water” de Astrida Neimanis y “Undrowned” de Alexis Pauline Gumbs.
(Imagen de portada: Bufones de Arenillas en Llanes (Asturias). Cortesia Cristina Ramos González).
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)