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Transparencia sostenible: Jugar para ganar

Magazine

21 junio 2010

Transparencia sostenible: Jugar para ganar

La retórica política sirve para separar el espacio de la política de la realidad. Algo así como un sistema de defensa. El arte es un lugar desde el que analizar críticamente, desde el que ofrecer posibilidades y cuestionar lo que se da. En el ayuntamiento de la capital de Islandia, un grupo de artistas, músicos y otra gente de la cultura han ganado las elecciones.


Pocos lugares representan la crisis actual de un modo tan exacto como Islandia y su capital Reykjavik. Con total impunidad, los bancos forzaron el sistema económico permitiendo que los chicos de 18 años tuvieran un par de cochazos cada uno, que en las tiendas se informara con grandes carteles que había llegado el dia del mes cuando ya se podía comprar a crédito y que una ciudad de dimensiones reducidas como la capital de Islandia tuviera en su calle principal las mismas tiendas de lujo que llenan las avenidas más importantes de las grandes urbes.

El sistema explotó y los bancos –privados- necesitaron del estado para cubrir su “equivocada” actuación. El paro aumentó exponencialmente, los ahorros desaparecieron y la corona islandesa pasó a tener menos valor que el dinero del Monopoly. Los políticos reaccionaron en el estilo de la política actual: sin reacción, intentando que no se notara demasiado y que, lo más importante, no les afectara a ellos. La desconfianza en la política era evidente en la actuación de los propios políticos, que permitieron primero hinchar la burbuja para que después la sociedad pagara los platos rotos. La desconfianza por parte de la población hacia los políticos estalló; que no hacia la política, una de las únicas salidas frente al dominio de los poderes económicos globales.

Y resulta que la sociedad civil se hartó. La sociedad civil no es eso que los políticos, los empresarios y la prensa española presenta como “sociedad civil”. No se trata de los miembros del club de polo, de la ópera o cualquier club privado de estos donde las mujeres no tienen permitido el acceso. Sociedad civil significa capacidad de acción y definición, de opinión por parte de personas, organizaciones, plataformas o las variopintas formas que pueda tomar la opinión pública (silenciada desde hace mucho tiempo). Los artistas y agentes culturales son sociedad civil; lo que “otorga” derechos y obligaciones.

Frente a la falta de credibilidad evidente en los políticos, un grupo de artistas, músicos (como uno de los miembros de Sugarcubes) y otros agentes culturales decidieron fundar el “Best Party” para presentarse a las elecciones municipales en Reykjavik. El programa trazaba lazos desde el dadaísmo hasta la internacional situacionista, marcando puntos y promesas como comprar un nuevo oso polar para el zoo, toallas gratis en las piscinas públicas y lograr que en el 2020 no hubiera señal de drogas en el parlamento islandés. Mofándose del vacío en el típico discurso político también prometían que la ciudad volvería a ser cool y llenaban los discursos con algo rimbombante llamado “transparencia sostenible”. El candidato, artista y reconocido cómico, largaba hábilmente frente la oratoria aburrida y vacía de los políticos “normales”. Indicaba que lo suyo era serio y que Islandia resucitaría como el pájaro llamado Felix (entre otras perlas). Lo que no les parecía “serio” a los miembros del Best Party era que los otros partidos hubieran permitido que Islandia estuviera fuera de control y en una crisis económica galopante. Lo de los políticos “de verdad” sí que era cómico. También hablaban de una revolución cultural, de cambiar la sociedad desde la base y de los evidentes contactos con las ideas del anarquismo, y lo hacían sin ese miedo típico que conlleva el desprecio hacia los electores y lleva a los políticos “profesionales” a soltar frases vacías para evitar vete a saber qué discrepancias.

Han ganado las elecciones, son la fuerza mayoritaria en el ayuntamiento y tienen ahora la ciudad para desarrollar todo tipo de proyectos. En vez de pensar que no, que no había nada que hacer y que total, quién hace caso de la cultura, decidieron actuar, dar un paso adelante y decir que ya está bien, que la política había sido secuestrada por los políticos y que estos mismos políticos no tenían ninguna intención de trabajar para la sociedad.

La actuación cultural política se ha trasladado en el ámbito de la política. En los museos se habla de política pero se hace política en los hemiciclos. En los centros de arte se ofrecen posibilidades pero es en los despachos de los ayuntamientos y gobiernos varios donde se materializan (sin fijarse en demasía en las propuestas del mundo del arte, toca ir a exposiciones y no es la primera prioridad para muchos). La acción directa no consiste únicamente en diseñar ropa para las manifestaciones, también es meterse de lleno en el corazón de la jungla para ganar. ¿Y a quién se gana? En España (en plural) una nueva generación de políticos ha tomado el espacio político. Una generación ávida de poder y con un vacío vital bastante alarmante. Han crecido en un mar de triquiñuelas y se han creído el todo vale. La nueva generación, con la ayuda de la anterior, ha convertido la política en un mundo de élites (ríete del arte) donde parece imposible actuar si no se degolla a cualquier “rival” (y por rival entiéndase colega de partido o persona con mínimas ideas que pueda hacer algo de sombra en el recorrido político que lleva hacia un supuesto poder). También han logrado separar definitivamente la política de la realidad, llegando a brillantes análisis después de cualquier elección que serían carne de suspenso en educación primaria. A esos se les gana fácil.

En el caso de Islandia, los estudiosos políticos creen adivinar que, a lo mejor, la victoria del Best Party responde a que la población se ha hartado del escaso nivel de los políticos y de que se tratara de un coto privado que, además, les ha desmontado buena parte de sus vidas. No están muy seguros, los estudiosos políticos, del “mensaje que ha mandado la población”. Paralelamente, en Catalunya pocos políticos quieren oír hablar de adelantar elecciones en el gobierno de España, ya que los votantes –imbéciles– podrían confundirse al tener que votar para la Generalitat y el Gobierno central al mismo momento y esto afectaría el voto. Tiempo al tiempo, sigamos con esta mentalidad insultante por parte del estamento político, que creatividad y voluntad de acción en el contexto artístico no falta, ¿verdad?

Podríamos decir que Islandia es un país pequeño y su capital lo mismo y que, por lo tanto, allí se pueden hacer estas cosas que en los países grandes no se pueden hacer. El 68 no pasó precisamente en Islandia.

Director de Index Foundation en Estocolmo, comisario de exposiciones y crítico de arte. Sí, después de Judith Butler se puede ser varias cosas al mismo tiempo. Piensa que las preguntas son importantes y que, a veces, preguntar significa señalar.

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