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Uno de los programas míticos de la televisión española en los ochenta fue «La Edad de Oro». Nos hemos referido a él en más ocasiones y a algunos de sus momentos señalados como la presencia de Genesis P-Orridge con su grupo Throbbing Gristle y en una entrevista delirante, Jordi Valls y Vagina Dentara Organ, reportajes sobre Divine o Mapplethorpe, José Luis Brea presentando el vídeo «La escuela de calor» de Radio Futura con solemnidad… Lo hemos dicho en más ocasiones, la televisión en los ochenta era otra cosa y configuró parte de la educación emocional e intelectual de muchos. También quedan en la memoria otros programas como Pleitaguensam o Glasnost dirigidos por Lulu Martorell. Si los vídeos de «La Edad de Oro» circulan por internet no pasa lo mismo con estos dos últimos, en los que también hay momentos memorables como una entrevista a un Jean-Michel Basquiat, casi mudo, que no sabe que responder (estaría muy bien que pudiesen ser accesibles de nuevo, quien los tenga que los suba a la web).
Pero lo más llamativo de «La Edad de Oro» era el formato de show en vivo: las entrevistas y actuaciones en directo. El programa inició sus emisiones en 1983 (y acabó en 1985) y así retomaba, cruzando el charco, el esquema de otro programa de referencia que se emitió entre 1978 y 1982 desde Nueva York: TV Party. TV Party seguía un estructura semejante de actuaciones y entrevistas en directo y tenía la misma voluntad por reflejar iniciativas diversas en el cruce de la cultura contemporánea: músicos y artistas, mezclados. Si «La Edad de Oro» estaba encabezada por la periodista Paloma Chamorro y el crítico de arte Armando Montesinos, TV Party lo estaba por el escritor y editor que había participado en la Factory de Warhol, Glenn O’Brien, y por Chris Stein, guitarrista de Blondie. Y por allí pasó toda la escena neoyorquina de principios de los ochenta desde los propios Blondie (con Debbie Harry explicando a los americanos cómo bailar pogo), pasando por Talking Heads o Tuxedomoon, a de nuevo Jean-Michel Basquiat cuando se hacía llamar SAMO, perdón, Mister SAMO.
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