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Louise Bourgeois murió con 98 años. No murió con un “espíritu joven”, sino como lo que era: una anciana que había traspasado todo un siglo sin dejar que ese siglo la traspasara a ella. Ante la fragilidad del cuerpo humano y de la vida, que Bourgeois plasmó una y otra vez en su obra, el conseguir llegar a viejo es en realidad una circunstancia casi heroica, como llegó a afirmar Gilles Deleuze al final de su vida, antes de lanzarse al vacío desde la ventana de su apartamento en Avenue Niel. Pero lo más sorprendente de Bourgeois no es su longevidad si no el hecho de que en ningún momento dejó de producir, de coser y dar puntadas a su obra-vida-pensamiento, tres conceptos que en ella resultan del todo inseparables, sin dejar en ningún momento de ser actual.
HONNI soit QUI mal y pense (MAL haya QUIEN mal piense) es la exposición, comisariada por Danielle Tilkin, con la que La casa encendida celebra su décimo aniversario -un buen motivo de celebración sino se viera empañado por el hecho de que el futuro de la institución es incierto después del descalabro de Bankia- , una muestra que presenta una selección de las obras producidas por Louise Bourgeois en los diez últimos años de su vida. Si el Museo Reina Sofía le dedicó una retrospectiva en 1999, comisariada también por Tilkin, y cuando dirigía el museo José Guirao, quedaban pendientes por reunir y exponer en España estos últimos años. Unos últimos años que quizá no desprendan lo más vital de Bourgeois, pero sí que resultan relevantes para conocer la prolífica obra de una artista que se negó con rotundidad a desligar por completo su obra de su propia vida, MAL haya QUIEN mal piense.
Su deseo siempre latente de renovarse a través de la búsqueda de nuevas y múltiples técnicas y materiales, y su determinación de no ser encorsetada en ninguno de los movimientos artísticos que vio surgir y con los que convivió a lo largo del siglo XX, hicieron que Bourgeois desarrollará un estilo original libre de etiquetas. Y ello a pesar del intento de los historiadores del arte de interpretar su obra desde la estética feminista, cuando no psicoanalítica, y analizar su obra desde el trauma infantil. De la etiqueta feminista Bourgeois siempre quiso desprenderse, recurriendo a las palabras de Simone de Beauvoir de que “una mujer no nace, se hace”. En cuanto al psicoanálisis, Bourgeois siempre se mostró reacia a una disciplina que consideraba que no había hecho nada bueno por las mujeres.
Al recorrer la exposición prevalece una idea con la que siempre se ha calificado a esta artista, y es el hecho de su imposible clasificación. Las obras expuestas pertenecen a los últimos diez años de su vida, pero a los ojos de un espectador no experto en su obra podrían pertenecer a cualquier otro período de su existencia. Muñecas de trapo, o fragmentos de ellos y colocados en vitrinas, como la Mujer cuchillo (2002), las cells o células esculturas, paños cosidos o dibujos erotizados, son los temas que se repiten. Tan sólo podemos percibir que la artista se encuentra en la última fase de su existencia al leer algunos de los títulos de algunos de sus trabajos que aluden al paso del tiempo; al vacío y al miedo, el deterioro del cuerpo y a la espera, quizá, de su muerte: House of the day (Las horas del día, 2009), À l’infini (Hasta el infinito, 2008-2009), Eternity (Eternidad, 2009). Las horas del día son una serie de paneles de paños con tinta impresa, con un reloj que marca las horas del día y donde la artista escribe las sentencias, en inglés y francés, que nos hablan tanto de cosas cotidianas realizadas durante el día por una mujer, como de advertencias o adverbios que nos hablan del paso del tiempo. Obsesión por la vida, al fin y al cabo. De ahí también la fijación por representar el tema del embarazo y la lactancia, una forma de agarrarse a la vida y la transcendencia de uno mismo, como en los guaches en rojo sangre The Family (2007) o en su serie de los lactantes. Un tema recurrente en su obra, hasta tal punto que se ha convertido en emblema de sí misma y que vuelve de forma obsesiva al final de su vida, es el de la aguja, la araña o el hecho de tejer y destejer.
A menudo se ha interpretado al arácnido bourgeosiano como metáfora de su madre, tejedora de tapices, sin embargo, en sus últimas obras parece ser la propia Louise Bourgeois –como en la obra Lady in Waiting (Dama esperando) 2003 – la araña que cose e hila una y otra vez los retazos de su vida. Unos retazos que aspiran a un pensamiento universal que transciende la experiencia personal, de ahí el interés y la emoción que despiertan su obra.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)