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Juan Canela: Tratamos de existir en estos tiempos en los cuales la posibilidad de futuros alternativos ha sido prácticamente erradicada. En este momento, que pareciera nos lleva irremediablemente al recuerdo de la destrucción, nos preguntamos cómo volver a abordar el concepto de utopía desde distintas perspectivas, especialmente incorporando lo espiritual, lo mágico, lo ritual, la intuición o la especulación. Tengo la sensación de que estamos sumergidos en un mar de imposibilidad, en el que no podemos asomarnos a otras maneras de habitar el presente de manera más plena y más lúcida. ¿Creen que es posible imaginar nuevas utopías desde las prácticas artísticas? ¿Qué forma tendrían? ¿Y cómo podrían incorporar todos estos elementos?
Valentina Desideri: El problema con la utopía es que siempre está en el futuro. Creo que es fundamental pensar la utopía por fuera de esa linealidad temporal. Porque ahí está la trampa: pensarla como algo que aún no ha llegado y como un ideal que podemos controlar o determinar. Si hacemos X ahora, entonces Y sucederá después. Pero, ¿qué sucede si renunciamos tanto al ideal como al control? Podríamos comenzar a prestar atención a lo que estamos haciendo aquí y ahora. A lo que nuestras prácticas están produciendo (o no) en el presente Y desde ahí, cultivar algo distinto que tal vez pueda dar lugar a un futuro diferente. Porque el futuro que se impone hoy es profundamente poco imaginativo. Es más de lo mismo: fascismo de nuevo, expropiación colonial de nuevo. Todo está codificado en esa lógica.
Denise Ferreira da Silva identifica la secuencialidad, la linealidad y la separabilidad como los tres pilares del pensamiento moderno. Y esos pilares son como una arquitectura, una gramática que estructura nuestros argumentos, y que no hace más que reproducir la violencia una y otra vez. Para mí, pensar utopías —y practicar un pensamiento que nos permita ensayar algo diferente— implica sabotear esa lógica, esa gramática. Si tan solo lográramos no repetir esa violencia ya estaríamos haciendo algo importante.
JC: Me interesa mucho eso de salir de la noción lineal del tiempo. Ahí es donde entra lo que mencionaba al principio: ¿cómo imaginar una utopía que rompa o desborde las gramáticas en las que estamos completamente sumergidos? Si dejamos de entender el tiempo desde esa perspectiva lineal moderna, y empezamos a explorar otras temporalidades —las de los pueblos indígenas, las de las comunidades afrodescendientes, el tiempo espiral de Leda María Martins o el concepto de futuro ancestral de Ailton Krenalk— entonces quizás la utopía no sea algo que viene después, sino algo que ya está ocurriendo.
Libertad Rojo: Coincido con Valentina, es en el ahora donde podemos transformar nuestras definiciones de posibilidad, y traer una fracción de ese futuro ideal desde lo próximo. Ser parte de la ruptura de esa lógica, pero también aportar a la construcción de los puentes que permitan que lo que no ha llegado a ser se articule. En el tiempo no lineal el futuro es hoy, y hay un sentido de urgencia en la necesidad de propuestas artísticas, mágicas, curativas, amicales y poéticas para atravesar, aventurarnos y disfrutar en este mundo.
VD: También podríamos pensar la utopía como una práctica. Eso tiene mucho sentido ahora, cuando parece que no hay futuro, sobre todo porque el discurso fascista insiste tanto en el apocalipsis.
JC: Y saben cómo construirlo.
VD: Sí, lo saben hacer muy bien. Esto me hace pensar en un artículo de Naomi Klein y Astra Tylor en The Guardian, en el cual hacen un análisis muy certero sobre cómo el fascismo está aferrado a la idea del apocalipsis. Es literalmente un culto al final de los tiempos. Han abrazado la muerte como destino en el cual ese gran final donde todos morimos y unos pocos se van a Marte, ya está asumido. Y lo más inquietante es que tanto los multimillonarios, así como amplios sectores de la clase trabajadora, colaboran en una visión apocalíptica que termina destruyéndolos a todos. Para Naomi Klein y Astra Tylor es fundamental insistir en que sí hay futuro, y construir un movimiento de base amplio que lo afirme. Quienes creemos en la continuidad de la vida y estamos dispuestos a trabajar por ella, debemos insistir. Esa es una forma de resistencia frente al fascismo. Y el arte tiene su papel en eso, porque insistir, imaginar y crear otras posibilidades es un arte!
Si partimos de donde estamos, de lo que es el arte ahora, un sitio de intervención está en el proceso de creación mismo. Ese proceso, incluso cuando se da en solitario, es siempre colaborativo. Nadie crea nada por sí solx. Necesitamos a otras personas para producir, pensar y hacer. Entonces, ¿cómo repensamos ese proceso? Necesitamos dejar de imaginar la práctica artística como algo individual, repensar la infraestructura misma de producción artística, imaginar nuevos modelos y herramientas de redistribución. Otro lugar de intervención es la obra en sí misma, ya sea una instalación, una clase,un taller, una performance… sea donde sea pueden regenerarse nuevas formas de sociabilidad y sensibilidad. Y claro, hay un límite institucional y un nivel de captura en el sistema capitalista que es inevitable. Y es importante tener eso claro, para entender los límites y no depositar ahí nuestras esperanzas y demasiadas energías. Yo no tengo mucha confianza en el arte institucional ni en los museos como lugares donde imaginar otro futuro. Pero sí tengo esperanza en la práctica: en la capacidad crítica de las personas para reorganizarla y transformar también las condiciones materiales que la hacen posible.
JC: Entonces, pensando más en estos términos: ¿cómo creen que las prácticas artísticas —incluyendo la intuición, la lectura, el estar juntxs— pueden ser relevantes en este contexto?
VD: En el Sensing Salon, por ejemplo, Denise Ferreira da Silva y yo misma hacemos lecturas colectivas con tarot, astrología y otras herramientas. Las usamos para abordar preguntas éticas y políticas que formulamos entre todxs. Y esas lecturas no buscan respuestas definitivas. Siempre obtenemos lecturas contradictorias: primero una teoría, luego otra, pero también, otra. Y lo hacemos así intencionadamente. Porque muchas veces estas herramientas se usan para buscar certezas, como formas alternativas de conocer. Pero en el Sensing Salon, el objetivo no es entender. El objetivo es estudiar juntxs. Es pasar tiempo explorando, cuestionando, y ensayando otras maneras de sentir y hacer sentido. Lo importante es el ensayo, la práctica, no la resolución. Y algo muy importante: está bien no entender. Está bien quedarse en lo desconocido. Cuando hacemos esto, estamos todxs un poco confundidxs, pero nos tenemos unxs a otrxs. Nos damos permiso mutuamente para no saber con certeza. Al mismo tiempo, tratamos de entender algo sobre esa pregunta: estudiamos con las imágenes, con las posiciones planetarias, con las sensaciones corporales. Sí, buscamos aprender algo, pero también nos damos permiso para no tener respuestas. En ese proceso, prestamos atención a otras capas: a la intuición, a lo que quizá hemos olvidado, a lo que podríamos recordar o imaginar. Y al final, con o sin entendimiento, algo cambia.
JC: ¿Y qué tan importante es la colectividad en estas prácticas?
VD: Para nosotras siempre fue algo colectivo y colaborativo. Desde el principio ya éramos dos lectoras, así que la autoridad ya estaba distribuida y no había una única voz. Incluso las herramientas —el tarot, la astrología— se aprenden de otras personas. De una forma, el sentido (y el sentir) se hace juntxs, en colaboración.
Desde el principio, nuestro enfoque de la lectura estuvo guiado por la pregunta: ¿cómo imaginar la ética sin poner al sujeto en el centro? Normalmente alguien busca una lectura porque está en crisis, porque las formas que tenía para entender la situación ya no funcionan, y a veces necesita tomar decisiones difíciles. ¿Pero cómo tomar decisiones sin focalizarse tanto en unx mismx? ¿Cómo considerar la situación en toda su complejidad? ¿Cómo prestar atención también a todos los elementos, personas, seres y condiciones que participan de esta situación?
Esto desplaza el eje de la cuestión desde una lógica de autoayuda, de perfeccionamiento individual, y la lleva hacia una contemplación colectiva de lo que podría ser una acción o decisión “ética” o lo más justa posible. A veces, ese proceso cambia por completo la pregunta. Tal vez no hay una decisión que tomar. Tal vez la decisión ya fue tomada. Y eso abre otras posibilidades.
LR: Valentina, ¿qué cartas del tarot podrían acompañarnos en este momento?
VD: Desde hace cinco años estamos desarrollando una baraja de tarot que llamamos Echo Tarot Deck. Trabajamos tanto con la figura mitológica de Eco, como con el fenómeno material del eco y la resonancia. Esa baraja ya existe, aunque aún estamos escribiendo los significados de cada carta. Pero hay una carta muy importante en el proceso, que es el equivalente a La Emperatriz. Nosotrxs la llamamos Generosidad, porque se trata del movimiento generativo de re/des/composición que es la existencia. No tiene fin ni dirección. No se trata de la realización de algo en particular, sino de esa infinitud: el generoso movimiento de la composición que introduce y extrae las cosas del espacio y el tiempo reales.
Esta baraja es una herramienta para ensayar una metafísica que aún no entendemos del todo: una lógica de la generosidad. Lo que necesitamos para imaginar nuestro presente y nuestro futuro.
LR: ¿Y qué mito contemporáneo crees que urge desmontar para que surjan nuevos presentes?
VD: Tal vez el Ego! Creo que lo que estamos intentando hacer con el Echo Tarot Deck es precisamente desmontar el mito contemporáneo del ego, por eso pensamos con la figura de Eco (y no con Narciso). Pero en general, incluso en las Lecturas Poéticas y el Sensing Salón, hemos desarrollado una forma de lectura (astrología, tarot, reiki, etc.) que no se centra en el individuo ni busca fortalecer el ego ni la identidad de nadie. Las lecturas, en cambio, apuestan por nuestra capacidad de percibir y dar sentido, colectiva y colaborativamente, a las situaciones que enfrentamos desde una premisa más abundante y generosa: una que no asume que somos individuos separados y autónomos.
Valentina Desideri explora el arte como una forma de estudio y el estudio como una forma de hacer arte. Es artista, investigadora y organizadora comunitaria y trabaja a escala internacional en los campos del arte contemporáneo, la danza, los estudios de performance, la organización comunitaria y la justicia social.
Juan Canela es curador jefe del Museo de Arte Contemporáneo de Panamá. Se dedica a trabajar con artistas y otras gentes. Entiende lo curatorial como una práctica en la que entran en juego ideas, conceptos y contenidos, pero también estructuras de trabajo, ritmos, modelos y formas de vida. Si pareciera que no existe un futuro posible, quizá desde acá podemos darnos a la tarea de cerrar los ojos e intuir alguno.
Libertad Rojo (Panamá, 1992) es una artista panameña interesada en lo místico y lo comunitario. Es miembro fundadora de la colectiva de arte Nuestra (2019), con quienes ha desarrollado una metodología de trabajo. Su obra explora futuros, deseo y transformación desde una mirada poética y experimental. Ha participado en muestras como TrópicoGráficoMágico (2022) y Arcanos Cercanos (2024).
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)