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A menudo los museos de arte contemporáneo presentan sus colecciones a partir de un discurso blindado que muestra las obras como ilustraciones de un hilo narrativo que las va ordenando. En “Existencias”, el MUSAC ha optado por todo lo contrario.
Crear una colección de arte que trabaja en tiempo presente es una actividad compleja y llena de riesgos. La historia que se cuenta aún no está escrita y el panorama artístico es tan frenético y a menudo contradictorio que, sin tiempo a que se consoliden los discursos, requiere una constante redefinición de la mirada, de los criterios y de los objetivos. El museo se convierte así en un participante activo en esta definición del presente. Aunque es mucho más fácil potenciar el reconocimiento que la duda, resulta mucho más enriquecedor convertirse en catalizador de interrogantes y debates que en generador de discursos unidireccionales.
Hace aproximadamente dos años y medio el MUSAC abrió sus puertas con una exposición inaugural, “Emergencias”, que a partir de la premisa de la incidencia política y social del artista contemporáneo, presentaba su colección y lo hacía clasificándola en seis apartados: identidad individual, identidad social, identidad cultural, mirada externa en relación al otro, mirada externa en relación al entorno y mirada poética. Dos años y medio después y tras muchas obras incorporadas a la colección, el MUSAC hace un honesto ejercicio de autocrítica, admitiendo los límites de las clasificaciones y dialogando con un presente en el que el exceso y la mixtificación dominan el panorama artístico. Yendo un paso adelante, hace transparente todo el proceso reflexivo mediante un doble juego: una exposición y un seminario. Por un lado, la exposición “Existencias” es en sí misma un arriesgado planteamiento puesto que en lugar de ofrecer respuestas no deja que el espectador se aleje del terreno movedizo de las inseguridades y las dudas. Si alguien pensaba visitar tranquilamente la exposición para reconocer algunos nombres e imágenes y ver si más o menos está al día de los artistas del momento, nada más lejos de la realidad, pues se verá sometido a una visita en la que será zarandeado, sorprendido e incomodado en más de una ocasión. Paralelamente, el seminario “Coleccionar en el presente”, celebrado a principios de octubre, analizó el sentido y las premisas del coleccionismo, empezando por el coleccionismo privado, para centrarse posteriormente en la dicotomía público/privado, asumiendo que muchas colecciones privadas se convierten en públicas (bien porque sus artífices crean fundaciones o bien porque pasan a formar parte –o están en el orígen- de los museos). Coleccionistas privados como Patrizia Sandretto Re Rebaudengo o Juan Vergez; coleccionistas que crean sus propias fundaciones como Helga de Alvear; curators que dirigen colecciones privadas como Michel Blancsubé (colección JUMEX en México) o Christopher Eamon (Kramlich Collection); responsables de coleciones en museos como Ann Gallagher (Tate, Reino Unido), Marie Claude Beaud (MUDAM, Luxemburgo) o João Fernandes (Museo Serralves, Portugal) fueron algunos de los participantes en las distintas mesas redondas.
Pero volvamos a “Existencias”. Sus artífices, el director del museo, Rafael Doctor, y su conservador jefe, Agustín Pérez Rubio, han querido exponer la mayor cantidad posible de obra, para poderla contemplar, casi casi como si de un almacén se tratara. Mostrar físicamente las existencias del museo es una opción que implica multidisciplinariedad, acumulación, confrontación y también contradicciones. Sin embargo, más que un almacén, “Existencias” es como una de aquellas “Wunderkammern” de los siglos XVI y XVII en las que reyes y nobles acumulaban tesoros, rarezas y caprichos fruto de regalos o de cuidadosas selecciones realizadas en el transcurso de viajes. Muestras geológicas, extraños artefactos o raras criaturas se exponían al lado de reliquias arqueológicas, obras de arte, libros e imágenes que cubrían totalmente las paredes. Precisamente, las cámaras de maravillas o los gabinetes de curiosidades son antecesoras de los museos, también llenos de objetos variopintos pero con una idea de orden. El orden puede ayudar a la comprensión, pero a menudo elimina otro aspecto esencial: el azar, la maravilla.
Cercana a una de estas “cámaras de las maravillas”, los comisarios de “Existencias” han sabido desplegar una ejemplar dramaturgia que juega perfectamente con tempos de aceleración y desaceleración que van guiando el recorrido del espectador. “Existencias” se inicia con la obra “Paisaje Secreto”, una serie de fotografías en las que la artista Montserrat Soto da acceso a diferentes colecciones privadas. La imagen de una sala vacía del Louvre de Candida Höfer y, sobre todo, la acumulación de cuadros de la obra “Dejar de hacer una exposición” de Perejaume nos conducen a una de las salas principales del museo en la que las obras se apretujan en las paredes y difícilmente permiten ver un centímetro de pared libre: imágenes urbanas de Sergio Belinchón, imágenes de los “objetos apropiados” junto a museos de Ana Prada, fotogramas de los films de Isaac Julian, extraños ambientes de Gregory Crewdson, el multiretrato de América según Andrés Serrano, los googlegames de Joan Fontcuberta, las personas con carteles escritos a mano que dicen “aquello que quieren decir y no lo que otros quieren que digan”, de Gillian Wearing, los homeless de Pierre Gonnord o los personajes sin ojos, boca u órganos sexuales de Aziz + Cucher, dialogan, se refuerzan, se anulan, se pelean, se contradicen o gritan al unísono.
Paralelalmente, mucho más tranquilo, el “Asylum” de Julian Rosefeldt se presenta como una metáfora de nuestro dispar presente y muestra, en grandes pantallas, diferentes retablos de la vida contemporánea representados por colectivos de inmigrantes, a menudo invisibles, que llevan a cabo las monótonas tareas que la población de los países occidentales rechaza.
Un recorrido un poco más pausado nos conduce al universo de William Kentridge, a la proyección desmesurada de Atom Egoyam y Julião Sarmento o al erotismo en la cultura popular de los balcanes que articula la instalación de Marina Abramovic, entre otros. Un segundo gabinete nos permite reencontrarnos con trabajos expuestos anteriormente en el museo y, finalmente, la experiencia subjetiva enmedio del ruido visual aparece en primer plano con Wolfgang Tillmans, Francesc Ruiz, MP & MP Rosado o Barry McGee, entre otros y finaliza con el film “Zidane: A 21st Century Portrait” de Douglas Gordon y Philippe Parreno.
En definitiva, “Existencias” muestra una colección viva, en constante evolución, que a veces duda, a veces se equivoca, a veces es brillante, pero nunca permanece inmóvil y, desde luego, nunca puede dejarnos indiferentes.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)