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Mapping the studio, da título a presentación de la colección del magnate francés Françoise Pinault en Venecia. No es la primera vez que se muestran obras de su colección en el Palazzo Grassi pero sí es la primera vez que se exhiben en el extraordinario espacio de Punta della Dogana -sobre las antiguas aduanas de la ciudad tras haber estado cerradas a cal y canto durante más treinta años-, rehabilitado como nuevo centro de arte por el gurú de la arquitectura japonés Tadao Ando.
200 trabajos de 60 artistas internacionales de todas las generaciones con Francesco Bonami y Alison M. Gingeras como comisarios. Pinault dice llevar años queriendo promover la vida cultural de Venecia. Es difícil encontrar una ciudad en el mundo con menos necesidad de impulsar proyectos culturales pero bien es cierto que, al mismo tiempo, no deja de ser lícito encapricharse con una ciudad de tan deslumbrantes bondades. El Palazzo Grassi y de la Punta della Dogana son espacios fabulosos pero la política con que se están gestionando no está a la altura. El filántropo que quiere ser Pinault podría haber intentado de algún modo incidir en la comunidad, trabajar sobre el lugar, map the city –siguiendo el título del proyecto- y no convertirlo en una burbuja asequible solo a los turistas más solventes o a los relacionados con el mundo del arte. No puede ser que la entrada a la Punta della Dogana cueste 15 euros y que una vez dentro no haya una mísera cartela que te cuente el porqué de este o aquel trabajo. Uno queda perdido de la mano de dios envuelto en un magma que pocos alcanzan a comprender, y los que lo hacen se mueren de pena.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)