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Atenas. El momento justo antes del momento previo. documenta14. Lo que ha precedido este momento tiene muchísimo interés. Un gesto –un gesto puede ser vacío, no lo olvidemos- que ha conllevado abrir Documenta primero en Atenas y más tarde en Kassel. Alemania y Grecia, dos Europas, dos pasados, dos situaciones políticas, una crispación general. Y una serie de preguntas que van a sobrevolar todo el evento: ¿Qué puede o debe hacer el arte? ¿Es necesaria una ilustración? ¿Para quién la ilustración? ¿Qué capacidad de acción real hay desde los grandes eventos del arte?
Y un proceso basado en un pensamiento discursivo y mediante el debate, una concatenación de contenidos que presuponen una continuación. Paul Preciado en acción y un desmontarlo todo a partir de elementos paralelos, alteración del orden y salir de lo preestablecido. O a lo mejor es la fe y el deseo de que sea así, que luego llegará la caída. Y el “luego” aparece con el momento de exposición, con la apertura de documenta14 en Atenas. Y aquí se desmonta todo pero no para bien. Puedo hablar de fracaso y no en positivo. Después de cinco años la improvisación: Documenta se abrirá más tarde de lo previsto ya que todo va a última hora. En el supuesto momento de abrir puertas en Odeion –uno de los espacios expositivos destacados- hay básicamente caos. Y a Documenta le pides mucho más que a cualquier otra exposición. Son cinco años, no lo olvidemos. Es algo que tiene que marcar el devenir de por lo menos cinco más. Es algo que tiene que cambiar el modo como comprendemos el arte. Y sí, no es fácil.
Y no hay cambio, no hay reformulación sino que se viste el descuido con una capa cool de supuesta nueva educación y de supuesta nueva política. Pero aún peor que la decepción es encontrarse con algo que huele a ejercicio académico clásico y básico: Tienes un resultado ya encontrado a priori (en este caso el resultado es “eo, el mundo está fatal fatal”) y montas una supuesta investigación con varias líneas para llegar a ello. A más líneas mejor, a más páginas mejor, a más citas mejor, a más aburrimiento mejor, a más distancia mejor. Y lo llenas con imágenes que ilustren el resultado pero que no sean lo suficientemente fuertes como para desmontarte el discurso (eso de “eo, el mundo está fatal fatal” es el discurso y el resultado al mismo tiempo). Algo cerrado de antemano, lo que implica que aquí no pasa nada ya que todo está decidido. La exposición está muerta. Has decidido matar la exposición para que no te salpique. Y, además, resulta que no es una exposición grande sino una serie de exposiciones pequeñas que seguramente ya has visto antes. Y la sombra de que todo es un preámbulo para Kassel.
Las partes. En Odeion. el conservatorio de Atenas, una exposición correcta a partir de una construcción clásica de sonido y prácticas sonoras que llevan a la performatividad. Aquí no hay disputa de género que valga ni inestabilidad. Aunque siempre hay obras a destacar como los trabajos de Pauline Oliveros (en modo “recuperación histórica”), el de Theo Eshetu con un film en el que distintas tipologías estéticas documentales y narrativas para la identidad se ponen en entredicho, o un video de Ben Russell de 2007 con esa mezcla de rabia, baile y sudor combinada con peligro. En la Escuela de Bellas Artes una exposición correcta que podría firmar cualquier feria de arte de buen orden: estoy dentro y pienso que sería lo mismo estar en Frieze, que no importa estar en este lugar (con sus estudiantes de bellas artes cabreados pero silenciados) y que la estética de la exposición es simplemente lo mismo de siempre; es norma. Evidentemente hay también buenas obras –faltaría menos- como la película de Rosalind Nashashibi acercándose a una figura de artista “externa”, la brutalidad histórica en presente de Artur Zmijewski con los nuevos campos de concentración y pobreza, o la estetización de la política y la migración de Bouchra Khalili. Dos espacios, el primero con una exposición que sería correcta para cualquier centro de arte de tamaño e interés medio y el segundo como ese límite entre una estética ferial de calidad y un posicionamiento de deseo político en un contexto –fuera de la exposición- degradado. Pero, otra vez, a Documenta le pides más y aquí no hay este plus conceptual, este giro, este replanteamiento absoluto. Por muchas pizcas de arte sami que pongas.
En EMST, el nuevo museo nacional de arte contemporáneo en Atenas, se configura el desastre. Lo que supuestamente es algo así como la base histórica del discurso no es más que una negación de posibilidades mediante el encorsetamiento. Las obras son claramente ilustración y no se les deja que sean acción real y en presente. Pero el discurso no es más que ese resultado básico, con lo que la propuesta expositiva elimina toda posibilidad de acción al arte. Y es clásico, y es histórico, y el lenguaje expositivo es normativo –extremadamente normativo-, y es conservador a más no poder. No entiendo qué ha pasado entre esos momentos previos de desestabilización y este ejercicio académico de bajo perfil. Bajo perfil también en la opción archivo, que las cosas se pueden hacer bien y no es el caso. Y el deseo en las personas que visitan la exposición sigue y Daniel García Andújar se come Instagram ya que su obra tiene más colores y el personal se descubre necesitado de empatía. A Annie Sprinkle y Beth Stephens las meten bajo una escalera mecánica, con lo que cualquier opción sensual y real en su cama se convierte en una imposibilidad. Los pocos elementos que podrían ser interesantes pasan desapercibidos y lo que se quiere destacar es –otra vez- un perfume pretendidamente descolonial très bien pero que no afecte demasiado. Impoluto. Innecesario también.
Después vienen todos esos lugares en la ciudad en los que no vas a tener el peso de la exposición y su lenguaje (como si no lo hubieras podido evitar en los primeros, claro). Y no va. Para empezar un problema de categorizaciones: meter en el mismo saco performances de duración corta y cosas que no lo son. Bueno, parece que has trabajado mucho si tienes un mapa con más de cuarenta ubicaciones externas en marcha. A lo mejor no es tanto si buena parte de ellas son un programa de performance apañadito. Destacar un piso con una locura instalativa de Andreas Angelidakis que bien funcionaría en la bienal de Berlin de DIS y una ubicación como Polytecnion, un lugar tan increíblemente cargado de significado y potencia que las obras que Documenta presenta aquí desaparecen completamente.
En un taxi buscando unas ovejas tintadas con índigo –que no encontramos, como tampoco encontraré nada de Roger Bernat aún intentándolo mucho y preguntando y afrontando el desconocimiento absoluto por parte del personal- recibimos la información de un atentado terrorista en el medio de Estocolmo en ese mismo momento. Dentro del taxi vamos cuatro personas que vivimos en Estocolmo. Silencio sepulcral y lluvia de sms. Y después pensar sobre el significado político de esta Documenta y sobre lo poco que afecta a un nivel personal, el poco cambio que implica en el funcionamiento artístico y la falta de emoción que hay. Que es lo mínimo que pides. Preguntarse también cómo saltar de algo que podía ser un replanteamiento de verdad a una gestualidad grandilocuente y propagandística. Y sí, no es fácil. Pensar en los gestos y en que lo de desubicar en lugares ya estaba en la Documenta de Okwui Enwezor, que la incorporación de otros campos ya estaba en la de Catherine David y que hasta lo de marcar mapas con otras ubicaciones también puede ser un gesto igual de vacío políticamente como el hecho de que una mesa en un restaurante de la Costa Brava fuera parte física de documenta12. Como Atenas.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)