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El metro, patrón de unidades de longitud del Sistema Internacional, nos enfrenta a una relación inquebrantable entre tiempo y espacio. El primer intento moderno de establecer un sistema no vinculado al cuerpo humano trató de tener en cuenta esta relación a través de la batida de un péndulo. Sin embrago, el metro patrón se estableció finalmente como “la diezmillonésima parte del cuadrante terrestre entre el polo y el ecuador”. Una frase que, al igual que las tablas de multiplicar, se aprendía en las escuelas de carrerilla. En la obra de Antoni Abad, la huella de este primer contacto con las unidades de medida de longitud queda patente en una serie de piezas realizadas al comienzo de su trayectoria. El conjunto de este trabajo se presenta por primera vez en una muestra titulada mesura X mesura (Medida X medida), que puede verse estos días en el Nivell Zero de la Fundació Suñol.
Según cuenta Abad, lo primero que hizo cuando viajó por primera vez París en 1993 fue visitar la Oficina de Pesos y medidas. En aquella época ya estaba obsesionado con las unidades del sistema métrico y su patrón. Sin embargo, para cuando bajó a los sótanos, donde de forma muy controlada se custodia la famosa barra de iridio y platino, ni su definición ni su función eran ya los mismos. Ese objeto, creado en base a los principios universalistas, hacía tiempo que ya no representaba la inmutabilidad de la naturaleza y la igualdad de los hombres ante la ley. En poco más de dos siglos, los intereses económicos y comerciales del sistema fabril lo habían pervertido. La definición del patrón de longitudes cambiaba una y otra vez. Para aquel entonces, estaba ya determinado a partir de una unidad de tiempo, la fracción de segundo que tarda la luz en recorrer un metro.
Abad utilizó en aquellas primeras obras diversos instrumentos de medida: metros plegables de carpintero, miras extensibles de arqueólogo y flexómetros metálicos, que eran empleados tanto por su carácter funcional como material. Mediante su manipulación simbólica y constructiva trataba de reflexionar acerca del mundo del arte: el papel del artista, la pertinencia de la obra o la relevancia de sus espacios de creación, venta y exhibición. Comenzó realizando unas esculturas a partir de la medida de su propio cuerpo, derivando la función del instrumento desde lo métrico hacia lo estructural. Continuó acotando los espacios del arte con sus flexómetros y miras modificadas, desde el lugar donde -según sus palabras- “se producía lo sublime” (el estudio) hasta el lugar donde la obra espera a ser vendida (la galería). Realizó también una intervención en las salas de la Fundació Suñol -antes de su apertura al público-, donde midió una escultura de la colección: la obra Butaca de Tàpies. Por último, proyectó una intervención que quedó inconclusa, mediante la cual, utilizando un método similar al empleado en las anteriores propuestas, pretendía abarcar con cintas métricas una de las principales salas del Museo del Prado.
A partir de ese momento, antes de entregarse por completo al uso del video y de Internet, Abad realiza dos obras más. La primera se titula Sísif (Sísifo): un trabajo de net art donde el artista parece reproducir de forma tecnológica aquella definición que había aprendido a pies juntillas en los maristas y que dotaba de dimensión al metro, por medio de la medición del arco meridiano entre Dunquerque y Barcelona. Para ello situó dos gifs animados con la figura de Sísifo tirando de una cuerda, uno en un servidor en Barcelona y el otro en Nueva Zelanda. La última pieza fue Mesures menors (Medidas menores): una obra múltiple que surge de la constatación de las problemáticas asociadas a la duplicidad de los sistemas de medida. Está compuesta por tres elementos: el ejercicio de medir sus acciones cotidianas durante un día, la traducción métrico-escultórica de éstas a piezas de aluminio y una video-proyección en la que puede verse una mano con la altura exacta del artista, avanzando por la pared del espacio expositivo, midiéndola a palmos.
En esta exposición se evidencia que medir no es otra cosa que comparar, estableciendo una relación entre aquello que queremos conocer y la unidad elegida como patrón. Y que, aunque cualquier cosa puede ser considerada como unidad, a lo largo de la historia se han utilizado principalmente los miembros del cuerpo y sus acciones derivadas – el palmo, el codo, el paso…- y otras unidades determinadas por consenso, provenientes de la naturaleza y los fenómenos que en ella acontecen: el metro es una. En mesura X mesura, Abad escenifica el anhelo humano de conocimiento que, a través de la acción de medir, dota de dimensión a su persona y al entorno que le rodea.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)