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Pio Abad ha sido nominado para el Premio Turner 2024 por su exposición To Those Sitting in Darkness (A los que están sentados en la oscuridad) del Ashmolean NOW. He aquí algunas razones de peso del porqué.
Vi por primera vez la obra de Pio Abad (nacido en 1983) hace seis meses en la Bienal de Taipei, donde su instalación comisionada, Laji No. 97, ocupaba un lugar destacado. En una inmensa sala, el artista formó versos de poesía con tierra oscura sobre un inmaculado suelo de mármol blanco y gris, creando la manifestación física de una canción que ha sobrevivido principalmente a través de la tradición oral.
Para Laji No. 97, Abad viajó desde la isla azotada por el viento de Batanes, en la parte más septentrional del archipiélago filipino, hasta Lanyu, la isla más meridional de Taiwán. La instalación celebra las inesperadas similitudes que el artista encontró entre los Ivatan de Batanes y los Tao de Lanyu, desviando la atención de las fronteras nacionales —a menudo arbitrarias— , hacia las muy reales, aunque innominadas, redes culturales creadas por la migración transoceánica.
Se ofrece a los visitantes folletos de poesía con ilustraciones del artista. Y si se lee un poema y luego se mira la instalación, casi se puede sentir la inmensidad del océano, que podría, en cualquier momento, barrer para siempre el texto hecho tierra.
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La obra de Pio Abad, que abarca dibujo, pintura, textiles, texto e instalaciones, sigue una investigación meticulosa y tiene la capacidad de extraer e iluminar conexiones entre personas, objetos e ideologías aparentemente dispares. Lo hace de un modo lírico, despertando la curiosidad por los objetos representados con precisión a través de una seducción inherente. He leído innumerables libros que hacen lo mismo con palabras, pero nunca había encontrado algo tan eficaz en las artes visuales. Por eso, visitar el Museo Ashmolean de Oxford es la mejor manera de observar la obra del artista.
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A poco más de una hora en tren desde el centro de Londres se llega a la pintoresca ciudad de Oxford. Y desde allí, el Ashmolean está a un corto y agradable paseo. Como muchos museos nacionales británicos, las banderas del exterior anuncian que la entrada es gratuita. To those Sitting in Darkness (hasta el 8 de septiembre de 2024) es la segunda iteración de la serie Ashmolean NOW. Lanzada en 2023 y comisariada por Lena Fritsch, Ashmolean NOW invita a artistas contemporáneos a interactuar con obras de su vasta colección histórica y establecer diálogos con las mismas.
Por su trabajo aquí, Abad ha sido nominado para el premio de arte contemporáneo más prestigioso de Gran Bretaña, el Turner Prize. Es uno de los cuatro artistas cuyas obras se expondrán en la Tate Britain de septiembre de 2024 a febrero de 2025. El ganador se anunciará en diciembre. El título To Those Sitting in Darkness se basa en un documento satírico antiimperialista escrito por el autor estadounidense Mark Twain, «To the Person Sitting in Darkness» (1901). Los títulos de las exposiciones de Abad se basan con frecuencia en referencias literarias, y esta muestra no es menos. La exposición no trata específicamente de Filipinas, pero su interés por sacar a la luz relatos reprimidos en el contexto del colonialismo y la pérdida cultural hace que inevitablemente sea sobre Filipinas.
La exposición ocupa un lugar destacado en el Ashmolean, entre la cafetería y la tienda de regalos, reflejando las prioridades democráticas de la museografía actual. Descrita como una narrativa polifónica transdisciplinar, se encuentra en una larga sala rectangular pintada de negro profundo con tintes turquesa. Cada obra está iluminada hábilmente, de modo que como espectador, sientes que eres tú quien está en la oscuridad, como en un viaje de descubrimiento hacia cada objeto en exhibición.
El alcance de esta exposición es alucinante. Atraviesa el globo, desde Asia hasta América, pasando por Europa y África, explorando las redes transnacionales del tráfico de seres humanos, los ciclos de saqueo e impunidad y las taxonomías hegemónicas actuales que relegan al olvido la memoria histórica. Y, sin embargo, la exhibición no pierde enfoque porque se percibe al artista completamente inmerso en cada narrativa.
Antes de recorrer la sala, vale la pena detenerse ante el autorretrato del comisario y artista visual filipino-estadounidense Carlos Villa (1936-2013), expuesto directamente frente a la entrada de la exposición de Pio Abad. En «Tat2» (1971), Villa superpone un tatuaje a su rostro. Aunque la rica historia del tatuaje en Filipinas es ahora muy conocida, para esta obra Villa utilizó motivos tomados de culturas oceánicas debido a la laguna que existía en la historiografía del arte filipino en ese momento. Esta forma sincrética de hacer arte ha influido en Abad y la presencia de Carlos Villa aquí es significativa.
Siguiendo con el tema de los tatuajes, al recorrer la sala en el sentido de las agujas del reloj se encuentra un viejo libro encerrado en una caja de plexiglás. Una página abierta muestra el grabado de un joven tatuado en contrapposto, con la mano derecha extendida con gracia.
En Giolo’s Lament (El Lamento de Giolo), Abad recupera la historia de un niño secuestrado junto a su madre por el fracasado corsario británico William Dampier. Esclavizado, el niño conocido como Príncipe Giolo es llevado a Inglaterra contra su voluntad, luego vendido repetidamente, y su cuerpo elaboradamente tatuado exhibido como una curiosidad. Once grabados en mármol de color carne, dispuestos a lo largo de la pared como una partitura musical, representan la mano del príncipe Giolo, blanca y fantasmal. Extiende la mano, quizá hacia su madre moribunda, o quizá hacia nosotros antes de desaparecer en una narración quasi cinematográfica realizada en piedra.
En la pared más corta de la sala rectangular hay telas tejidas tras el bombardeo del gobierno nacional filipino en 2017 a la ciudad meridional de Marawi. Las telas sirven como telones de fondo para espadas moriscas del siglo XIX arrebatadas a los guerreros derrotados. En la actualidad, el gobierno nacional deshumaniza las representaciones de los «moros», un hábito colonial heredado de la España colonizadora. Mostrar tejidos y armas «moras» como objetos nacionales filipinos puede ser considerado un acto de provocación, desafiando las taxonomías predominantes de Filipinas como un país cristiano.
Terminamos el recorrido con dos tiaras situadas en el centro de la sala realizadas en bronce por la pareja de Abad, la joyera Frances Wadsworth Jones. Son réplicas de la tiara kokoshnik, propiedad primero de la familia Romanov, luego de los bolcheviques, después de Stalin, de la realeza inglesa, y finalmente comprada por la cleptócrata Imelda Marcos en Christie’s en 1978. Estas tiaras son símbolos de la agitación cíclica, la violencia y la impunidad.
(Foto de portada: Imagen del catálogo de la exposición con la obra de Pio Abad, «Giolo’s Lament», 2023. Foto: M.V. Yujuico)
Toda la info en la web del Ashmolean museum.
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