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Spotlight

18 noviembre 2020

La piedra que despreciaron los arquitectos

Cuando al magnate William Randolph Hearst se le antojó llevarse un monasterio segoviano a su mansión de Miami Beach, no tuvo más que contratar los servicios de Arthur Byne, un traficante de obras de arte, para que se lo apañase con el gobierno de Primo de Rivera. Hace justo un siglo, en España se estaban sacando en barco artesonados mudéjares, arcadas góticas y claustros románicos «piedra a piedra». Si no fuera por el expolio, este esfuerzo absurdo por reconstruir una obra literalmente, obviando el contexto que le da sentido, nos resultaría enternecedor.

Durante el Gallery Weekend de Barcelona pude ver Fuera de lugar. Caminar por un suelo inestable, una instalación de Violeta Mayoral y Arnau Sala Saez en el espacio auxiliar de la galería EtHall (que, descriptivamente, se llama 17m2). Se trata de una pequeña sala a pie de calle que se ha llenado con triángulos de mármol de Macael y en la que se reproduce una pieza de arte sonoro. Para experimentarla adecuadamente, el visitante debe entrar en la sala caminando sobre el mármol, ya que los altavoces están dispuestos de modo que solo se oye como se debe si uno se coloca entre ellos. Esto produce dos efectos singulares: primero, la incomodidad, porque el paso debe adecuarse a la inestabilidad del pavimento. Antes de ponerse con reflexiones a propósito de la carga simbólica del mármol en las bellas artes, el visitante tiene un pensamiento claro: aquello parece duro y puntiagudo y un paso en falso puede tener consecuencias catastróficas. El segundo es que al caminar se hace ruido, porque los pequeños triángulos se compactan y golpean unos contra otros bajo el peso del espectador. Ese soniquete mineral se integra en los sonidos fabriles, los pitidos, los silbidos como de rúter de los 2000 y los insistentes repiqueteos de la pieza sonora, generando una sensación que no sabría si describir como angustiosa o, simplemente, como desconcertante (una impresión acrecentada gracias a la pequeña astucia de colocar dos altavoces tras la pared del fondo, logrando que el espectador no sepa muy bien de dónde le viene aquello que escucha).

 

 

Los retales de un taller de cantería no tienen la prestancia de un monasterio, pero se trasladan también «piedra a piedra». El vacío que dejan es, no obstante, similar: no son solares, pero son canteras; montañas vacías. Me imagino que el viaje entre Almería y l’Hospitalet ha sido laborioso, casi tanto como cortar el mármol en esos triangulitos que pisamos, erizados o planos. La sensación de irrealidad y confusión que se experimenta dentro de la instalación (¿qué hago aquí?, ¿qué hace esto aquí?, ¿de dónde vienen y qué son esos sonidos?) no aminora su capacidad inmersiva (un riesgo habitual en las propuestas marcianas, que de puro raro sacan al público). Los traslados –esto es, las descontextualizaciones– nos causan indiferencia gracias a la larga tradición occidental de saqueos y expolios. Esto, sin embargo, no reduce su violencia, sino que la domestica a los ojos del espectador. El arte contemporáneo ha experimentado en numerosas ocasiones con la desubicación y los espejismos, sirviéndose muchas veces de los lenguajes digitales o las estéticas distópicas.  Es interesante cómo la propuesta de Mayoral y Sala Saez logra, mediante recursos concretos y cotidianos (en las artes) como el mármol y el paseo, revivificar estos conflictos.

La documentación de la exposición explica que el proyecto arranca de una fotografía (que puede verse en el despacho de la galería) de un parabrisas roto por un golpe. Un gran crash. Sin duda se trata de una información accesoria, que concreta (y por tanto, limita) la interpretación de una obra que nos ofrece un valioso momento de perplejidad en un lugar extrañísimo levantado apenas a dos pasos de la calle.

 

Joaquín Jesús Sánchez (Sevilla, 1990) es crítico de arte, escritor y comisario independiente. Licenciado en Filosofía y máster en Historia del Arte Contemporáneo y Cultura Visual, escribe en prestigiosas publicaciones nacionales e internacionales y algunas otras que no lo son tanto. Investiga asuntos alambicados y fascinantes. Dedica gran parte de su tiempo a intentar memorizar la obra Borges y siente predilección por la literatura gastronómica.

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