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Puesto que los neologismos relacionados con la verdad (fake news, mentiras emotivas, posverdades) saturan como nunca el discurso público, tal vez sea el momento de reivindicar la ficción. En ese espacio útil de la mentira se evitan los debates pesados e infructuosos y tiene sentido un modelo artístico que atiende a la relación emocional que se establece en la poesía, al espectador como jugador integrado en un videojuego, a la risa incómoda que provoca un gif o a la creatividad funcional de los algoritmos no supervisados. Todas estas cuestiones y alguna más son protagonistas en el Festival Internacional de Fotografía Noorderlicht de los Países Bajos, cuya primera parte ha tenido lugar entre el 7 de agosto y el 3 de octubre en Groninga. La segunda parte está organizada en la provincia septentrional de Friesland, entre el 4 de septiembre y el 31 de octubre.
Esta edición de un festival de solera, organizado anualmente desde 1993, se ha presentado de forma muy acertada como una recopilación de varios discursos en torno al arte visual contemporáneo que reconocen la importancia de la imagen a través de su manipulación. El título de la muestra, The Makeable Mind (La mente fabricable), es un sólido paraguas conceptual bajo el que se agrupan dieciséis galerías y salas de exposiciones públicas y privadas y más de setenta artistas. Junto a discretas exposiciones en galerías han tenido espacio instalaciones grandilocuentes como LAWKI-NOW, del colectivo ARK, un espectáculo sonoro a través de algoritmos no supervisados que creaban una sobrecogedora polifonía entre luces estroboscópicas y vídeos aleatorios en una iglesia del siglo XIII.
Aunque entre tanta abundancia destacaban claros protagonistas y era fácil percibir distancias más o menos implícitas entre obras memorables y otras más conservadoras, la tercera edición de la convocatoria para jóvenes comisarios ha constituido uno de los mayores éxitos del Festival. Rawad Baaklini y Tiiu Meiner han sabido defender con soltura una selección de obras visuales, sonoras y performances que buscan modos alternativos de transmisión del conocimiento a través de historias falsas o semi-falsas. La noción de fragilidad epistémica recorre toda la exposición desde una pantalla situada en la entrada: un hombre dobla la esquina de una calle holandesa y desaparece, dejando el marco vacío. Su huida resulta cómica y obvia, sobre todo cuando el vídeo repite la misma escena, de menos de diez segundos, una y otra vez. Hablamos de Man&Building de Liza Wolters, un sencillísimo recurso de mago tecnológico replicable por cualquiera, pero con un gran potencial para crear ficción. De hecho, puede decirse que su único sentido y valor consisten en evocar la falsedad de su imagen, evitando recurrir al testimonio y a lo referencial. Esta obra funciona como fábula, y nada más. Así se abre una exposición llena de ilusiones y metáforas, algunas aparentemente “reales”, otras frágilmente armadas y, por tanto, enormemente poderosas al requerir una implicación solidaria y consciente del espectador.
Quizá por la fama de su autor destaca inicialmente Sweet Talks: Commissions (streets 1991-1994) de Walid Raad, una serie de fotografías tomadas durante la guerra civil libanesa que, según el propio Raad, fueron encontradas en un mercado con anotaciones en inglés y en árabe. En cada fotografía se cuenta una pequeña historia sobre planos de edificios semiderruidos y calles vacías: “mi primo Youssef me enseñó a conducir en esta calle”; “aquí besé a una chica por primera vez”. Las pequeñas historias se entrecruzan con fotografías aparentemente poco elocuentes, supuestas ampliaciones de un cuaderno en el que se observa con gran facilidad el efecto del Photoshop en los bordes.
De alguna manera, el valor de la experiencia de todas las obras de esta exposición es nulo o poco relevante, como demostraban las performances, muy teatrales, en las que se exploraba el “Pacto de silencio” en la Transición española (Sergi Casero), el cuestionario anti-homosexual para acceder al servicio militar en Turquía (Emir Hakin) o los recuerdos desordenados y recreados de la poeta Sherida Kuffour sobre su infancia en Ghana.
Esta sección del festival parecía responder inteligentemente a su tema principal: la mente es fabricable, la ficción es poderosa. Los jóvenes comisarios Rawad y Meiner proponen superar, por hartazgo, el debate estéril sobre la verdad pura (¿acaso existe hoy, o ha existido nunca?). La alternativa es clara: contar historias y, sobre todo, contarlas bien.
(Imagen destacada: fotograma del vídeo «Man&Building», de Liza Wolters)
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)