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Me cuesta encontrar un vínculo evidente entre las olas, los pájaros y los textos. Sin embargo hay algo que envuelve los tres elementos. Es su dimensión onírica, su capacidad de conseguir que nos imaginemos otros mundos, lugares, espacios y tiempos distintos a los que nos rodean. Iniciar ese viaje es cosa de dos: también nosotros debemos poner de nuestra parte. Hemos de estar dispuestos a romper con los significados y los significantes que hemos construido de forma colectiva. Y entender que en realidad las olas, los pájaros y los textos son una mera excusa para volar hacia nuevas direcciones. Cada uno proyecta las suyas y construye así su propio imaginario.En ese punto de partida nos sitúa Julia Mariscal con su performance Ocells-Textos-Onades en el Teatre Lliure.
Mediante el uso de elementos biológicos y artificiales, la artista explora sus distintas posibilidades y la capacidad que tienen de transformarse. Con cada uno de ellos mantiene una relación única en la que los observa y después los manipula con delicadeza. Evidencia su valor individual y también colectivo: a través de actos espontáneos establece, sin quererlo, una narrativa que une los significados de todos ellos. Crea un diálogo entre el vidrio, la leche, el cabello, la sal, el pigmento o el agua. También de forma evidente: la leche almacenada dentro de un gran recipiente de vidrio, la sal deslizándose por un embudo de vidrio, la textura del cabello antes y después de sumergirlo en agua… Creo que hay algo muy primitivo en la mayoría de ellos, y eso nos traslada a un espacio y un tiempo lejanos al presente. Algo que se refuerza con la idea de ritual que envuelve toda la performance: desde los suaves movimientos de la artista al desplazarse por el escenario hasta esa peculiar forma de acariciar cada uno de los elementos que entran en juego. Se crea una transición fluida entre el cuerpo y los objetos; en ella las manos, las piernas y los pies devienen partes fundamentales, son el motor de cada uno de los movimientos. Como cuando se desplaza suavemente por el escenario con unos esquís de espejo.
Además de los materiales existe otro elemento importante: la luz. Es interesante el juego de sombras que lleva a cabo la artista a través de un pequeño espejo situado en el centro de su pecho. Mediante una tela blanca explora su transparencia y reflejo, creando así un círculo que va dilatándose y contrayéndose sobre distintos materiales y espacios del escenario. Poner de manifiesto el potencial de la luz a través de un objeto tan sencillo como el espejo es, una vez más, un guiño a un espacio-tiempo pasado. Tal vez a algunos les remita a una cueva paleolítica, en la que el contraste entre claridad y oscuridad se vuelve muy evidente y donde el ingenio es el único motor para construir relatos visuales.
Pero en Ocells-Textos-Onades la luz también adquiere otro protagonismo: potencia la materialidad de los objetos. Julia Mariscal incorpora el calor procedente de los focos de luz del teatro como un material más en la performance. En ella ha creado piezas colgantes de cera sobre las que dirige el calor de un foco, consiguiendo así que al llegar a cierta temperatura la superficie empiece a sudar y derretirse.
La calidez de la luz es un elemento clave en el viaje onírico propuesto por la artista. Nos ayuda a adentrarnos en un lugar protegido, resguardado de cualquier factor externo y en el que hay reminiscencias a la infancia. La leche materna no deja de ser algo íntimo que conecta dos cuerpos, una sustancia que alimenta y permite la vida de otro ser. Incluso el gesto de remover el interior de una gran olla puede recordarnos al amor con el que alguien cocinaba un plato de comida para nosotros. No habría que olvidar que la economía de los cuidados está ahí, en ese espacio gratuito que hoy en día se vuelve cada vez más necesario y que nos pide que lo volvamos a conquistar.
Ocells-Textos-Onades se pudo ver en el Teatre Lliure de Montjuïc el 25 y 26 de enero. Colaboraron Joan Cot Ros (espacio sonoro e intervención musical), Marc Lleixà (iluminación) y Jordi Canudas (ayudante de escenografía).
(Imagen de la performance. Fotografía: Anna Fábrega)
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)