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Veinte años después de exponer en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) vuelve William Kentridge a Barcelona con una exposición en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), un lugar idóneo que incide en la contextualización de su trabajo puesto que paralelamente a la exposición se despliega un programa público de charlas y debates, disponibles online y que versan sobre el racismo, la ciudad y sus conflictos o la cicatriz colonial, con nombres como el propio Kentridge, Angela Davis, Tania Adam o Maria Campbell entre otros.
El eje central de la exposición es la serie de trabajos iniciada en 1989, Drawings for Projection, en los que Kentridge dibuja al carboncillo, filma, borra y vuelve a dibujar en una suerte de técnica de animación que nos devuelve a los orígenes de los films animados, pero también a la presencia de la mano del artista, a los errores y arrugas en el papel, a lo que se borra pero permanece, a la memoria. Los Drawing for Projection, los dibujos para projectar de Kentridge cuentan historias muy concretas, la de Soho Eckstein y Felix Teilebaum, la de Sudáfrica, la historia del Apertheid, la de la ruptura y la reconciliación, la de la explotación y la culpa, la de las heridas y su curación. Por eso, las historias que cuenta Kentridge no son sólo las de Sudáfrica, sino que lo local nos lleva a lo universal, a todos los traumas históricos que hay que superar.
Es interesante analizar también como indirectamente los films reflexionan también sobre la posición del artista en relación a los temas que trata. Blanco, nacido en Sudáfrica, por tanto con una posición privilegiada, de una familia de abogados activistas y defensores del movimiento anti-apartheid, se ha escrito que quizás el personaje de Felix Teilebaim el poeta, es el alter ego del artista y en el film Tide Table (2003), Felix/ William aparece literalmente meditando mirando el mar. Quizá ese es su papel: observar, analizar, reflexionar, presentar…
Proyectar es una manera de visibilizar, de maximizar. Los dibujos para proyectar funcionan como apuntes personales (el artista que dibuja con carboncillo, borra, retoca y corrige) y que al ser proyectados, filmados, se convierten en intangibles y a la vez envolventes, omnipresentes. Un aspecto reforzado por la importancia de la música en los films de Kentridge, de Philip Miller a Duke Ellington, de Dvorak al Immanuel Essemblies Brass Band, la música nos envuelve como espectadores y nos hace partícipes de las historias. Hasta el final, hasta la culminación de la exposición que es la espectacular (por tamaño e intensidad) «More Sweetly Play the Dance» que, literalmente, hace que como espectadores/as quedemos inmersos/as en ese gran friso de 40 metros de largo por la que desfilan en procesión todos los desposeídos de la tierra (campesinos, revolucionarios, músicos….). De Platón a las danzas macabras, de las procesiones a las danzas de la esperanza, con la banda sonora de Immanuel Essemblies Brass Band, todas las referencias visuales de manifestaciones, desfiles, marchas, procesiones, huidas y travesías aparecen en la publicación específica sobre este trabajo publicado por el CCCB, EyeFilmuseum de Amsterdam, co-organizadora de la muestra y PLANTA de la Fundació Sorigué, el espacio que alojará la instalación de manera permanente en Balaguer (Lleida) a partir del mes de febrero.
Con los años, el trabajo de Kentridge se ha vuelto más y más transdisciplinar, a través de textos y producciones de teatro y ópera. En la exposición se muestra también otro aspecto remarcable que son los tapices (de los cuales ha realizado cerca de cuarenta, en colaboración con la empresa sudafricana Stephens Tapestry Studio). Para el artista los tapices funcionan como «proyecciones congeladas», proyecciones que quedan marcadas en la memoria.
(Imagen destacada: Dibujo de la película Other Faces, 2011. William Kentridge | Carbón vegetal y lápiz sobre collage de papel, 72 x 79 cm | Cortesía del artista)
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)