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Spotlight

13 febrero 2025

¿Visibilizar para que algo cambie?

Sobre crítica institucional, crítica institucionalizada y prácticas instituyentes

El ecosistema del arte tiene un equilibrio frágil que, al mismo tiempo, es una estrategia de supervivencia. Es un equilibrio basado en gran medida en la solidaridad. Esto nos hace pensar en Mark Fisher, quien comentaba que ante el colapso neoliberal serían necesarias nuevas formas de solidaridad, pero que la solidaridad no aparecería de un modo automático, sino que, para ello, sería necesario inventar nuevos tipos de institución.

La reflexión sobre la institución es una historia de largo recorrido y ha pasado por diversas fases y momentos. La primera, con los artistas conceptuales que veían su trabajo como una crítica a la institución (con Hans Haacke y sus encuestas e investigaciones para hacer visibles las relaciones de poder en la toma de decisiones o Robert Smithson comparando los museos con centros psiquiátricos y con prisiones, que comparten la neutralidad de unas salas que aíslan. Un poco más tarde, Jenny Holzer y Barbara Kruger salen de la institución y realizan intervenciones en el espacio público.

En la segunda fase, en los 80s y 90s, desde teorías feministas y post-colonialistas se añaden los aspectos subjetivos y también irónicos. Ya interiorizada la crítica institucional se busca la relación con la institución. Andrea Fraser afirma que no podemos vivir fuera de la institución porque la institución está dentro nuestro. René Green examina las relaciones de la representación museográfica con los poderes económicos y las raíces coloniales. Rirkrit Travanija y otros artistas englobados dentro de las estéticas relacionales, plantean otros usos de los museos, los convierten en lugares vitales, para comer, para beber, para vivir.

En este recorrido, la crítica institucional ha sido asimilada a través de la educación, del canon de la historia del arte y de las prácticas diarias, de manera que la institución ha dejado de ser el problema y demasiado a menudo se presenta como la solución. En Art & Contemporary Critical Practice. Reinventing Institutional Critique, Julia Bryan Wilson proponía hacer una crítica institucional de la crítica institucional, es decir, una crítica institucionalizada que cuestione el rol de la educación, de la historización y pueda convertirse en un mecanismo de control y de nuevas formas de gobernanza.

Porque hasta ahora, la institución ha incorporado el lenguaje y las formas de la crítica (por ejemplo, habla de cuerpos y de cuidados y de escucha) pero en el fondo las estructuras no han cambiado, mantiene unas temporalidades, unas normas administrativas y unas gobernanzas que entran en fricción con sus discursos. A modo de ejemplo, la artista Núria Güell señalaba en el texto para la revista Atlántica «Arte y Emancipación en tres actos»  uno de los objetivos institucionales declarados por el MNCARS: «Impulsar la sostenibilidad en consonancia con la Agenda 2030, en el sentido de contribuir a la construcción de sociedades alegres y eco-responsables, además de fomentar la vida buena». Que estas buenas intenciones puedan chocar con la burocracia cotidiana no es ningún spoiler.

Pero seguimos necesitando analizar para entender porqué es tan difícil modificar estructuras y del tipo de institución que necesitan nuestras sociedades. Porque ya no se trata tanto de estar dentro o fuera de la institución, sino de qué tipo de prácticas pueden modificar, aunque sea levemente, ciertas inercias. Porque ahora ya no hablamos del apropiacionismo y neutralización de la crítica, sino de una «vuelta al orden» en forma de giro corporativista que desmantela (al igual que el estado del bienestar) e infra-financia las instituciones críticas, como afirma Hito Steyerl y las pone en su lugar, como escribe Nina Möntmann, como si hubieran sido adolescentes rebeldes.

Por eso, para la supervivencia del ecosistema del arte es importantísimo seguir dando vueltas a este tema. Recientemente tuve ocasión de moderar un podcast producido por E/ART (centro de mediación, educación y arte contemporáneo) en el que junto a Daniel Gasol, Isaac Sanjuan y Patricia Sorroche reflexionamos sobre el tema y coincidimos en la necesidad de una prácticas instituyentes entre los campos del arte y la política que, más allá de la oposición puedan crear nuevas (y múltiples) instituciones, de diferente escala y con diferentes focos, que se complementen y a la búsqueda de transformaciones emancipatorias. Hablamos de proyectos transversales y de propuestas que desde los ámbitos de la mediación y la educación pueden permitirse -precisamente por no estar en el centro de atención- el tiempo para la escucha, para la experimentación y para el error.

Cerca de las prácticas instituyentes están también las revisiones críticas de experiencias del pasado y las preguntas sobre el presente, algunas de ellas recurrentes. Es el caso del programa[contra]panorama en el MACBA, una propuesta difícil de sintetizar y comunicar en unas pocas líneas porque es un proceso de investigación colectiva que desde integrantes de diferentes departamentos del museo, más allá de los curatoriales, se despliega en los intersticios. [contra]panorama es heredera (afortunadamente sólo de forma nominal) del programa panorama (iniciado en 2021 por el MACBA) y replanteado ahora como un espacio temporal especulativo a partir de las inquietudes que afectan tanto a la institución como al ecosistema artístico del momento, como pueden ser las condiciones laborales y la externalización, entre otras. Por eso, ha contado con la participación de artistas y miembros de los departamentos de mediación (educación, Radio Web MACBA -destacar aquí la excelencia de un proyecto que ha perdurado y sobrevivido todas las etapas del museo-) que han realizado procesos de investigación relacional acompañados de presentaciones visuales en los espacios de la planta baja del museo. Entre otras, analizaron la 1ª (y única) Trienal de Barcelona -muy relevante el hecho de que esta revisión haya sucedido casi en paralelo a la preparación y celebración de Manifesta 15 en Barcelona-, los procesos de externalización de las instituciones para ciertas tareas fundamentales (como puede ser la limpieza) o las presentaciones computacionales de las presencias corporales. De esta forma, se visibilizan los mecanismos de la institución y se plantean preguntas que afectan a todo el ecosistema artístico.

Pero quizás ha llegado ya el momento de pasar a la siguiente pregunta: Si décadas de crítica y análisis institucional han servido para poner nombres y para detectar opciones ¿es posible pasar a una nueva fase y afectar estructuras? ¿Puede la crítica institucional o las prácticas instituyentes generar nuevas realidades?

 

[Imagen destacada: visitantes en el MACBA pasan por el hueco -inesperado- que deja la pieza de Luz Broto, Una pared (2021/2022-2025) una vez se acabó su paulatina construcción y acabó cerrando el acceso principal a las salas del MACBA].

A Montse Badia nunca le ha gustado estarse quieta, por eso siempre ha pensado en viajar, entrar en relación con otros contextos y tomar distancias para poder pensar mejor el mundo. La crítica de arte y el comisariado ha sido una vía desde la que poner en práctica su convencimiento en la necesidad del pensamiento crítico, de las idiosincracias y los posicionamientos individuales. ¿Cómo si no podremos cuestionar la estandarización a la que nos vemos abocados?
www.montsebadia.net

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