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¿A qué estamos jugando?

Magazine

24 diciembre 2012
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¿A qué estamos jugando?

Hace un par de semanas se celebró en la Calderería de Valencia el III encuentro de Creación Escénica Contemporánea organizado por Óscar Cornago y Carolina Boluda. ¿A qué estamos jugando? Esta pregunta eje del encuentro pretendía abordar cuestiones al concepto de juego y comunidad, en un marco de creación e investigación alrededor de las artes escénicas que convocó a un heterogéneo grupo de profesionales: artistas, teóricos, educadores, investigadores, arquitectos, entre otros.

El objetivo de este encuentro era no sólo reflexionar sobre el concepto de juego sino también experimentar el propio concepto de juego a través de distintas propuestas que emergían en el grupo. La exploración sobre la práctica y el generar conocimiento desde el cuerpo han sido una de las constantes durante las jornadas. Actualmente, las artes escénicas juegan con el público a través de distintas propuestas participativas. Pero la participación se extiende; algunas organizaciones sociales generan nuevas estrategias colaborativas y participativas alrededor del procomún, las manifestaciones y reivindicaciones sociales incorporan elementos performativos mientras que los investigadores proponen nuevas metodologías de trabajo basados en la acción participante. Este creciente interés en el grupo y en el potencial del mismo para generar acontecimientos, estrategias y sinergias no parece aleatorio en un marco de fractura social y económica en el que las alianzas han hecho recuperar discursos sobre la comunidad y el juego de Nancy, Caillois o Rancière entre otros. Desde las artes escénicas Claire Bishop y Shannon Jackson discuten el valor artístico y social de estas propuestas en sus respectivos libros Artificial Hells (2012) y Social Works (2011) profundizando en la naturaleza del espect-actor. En este sentido, el juego parece ser un objeto de análisis y discusión ineludible, que se hace presente tanto en salas de teatro, en el espacio público y en galerías y museos.

¿Y a qué juegan las personas congregadas alrededor de este encuentro? ¿Qué proyectos artísticos y sociales se pueden asociar a la construcción de comunidades más o menos efímeras? ¿Cuál es la naturaleza de las prácticas escénicas que se asocian con el juego? Dentro del marco del encuentro los participantes tuvimos la ocasión de formar parte de una Implosió Impugnada propuesta por el artista Rafael Tormo. La implosión impugnada consiste en la generación de un acontecimiento de construcción de la comunidad a través de la recuperación de la cultura popular. Concretamente, la propuesta de Tormo utiliza los tradicionales petardos y el fuego―propios de tradiciones como el correfoc o la mascletà― y brinda a los participantes la oportunidad de recuperar y apropiarse del potencial de estas prácticas. Los jugadores impugnan a través del uso de estas herramientas tradicionales el sentido de riesgo, participación y límite necesario en todo juego lúdico y por expansión, en todo juego social.

Pero si la implosión los llevó a recuperar la necesidad de entender lo común a través de nuestra propia historia cultural el performer Joseph Patricio nos propuso un reencuentro sobre el valor que tienen nuestros hábitos cotidianos. Así antes de ir al encuentro nos envió una invitación para venir a nuestras casas y cocinar una cena con nuestras sobras. Una propuesta para volver la mirada, para darnos cuenta de que cuando decimos “el frigorífico está vacío” todavía quedan cosas sobre las cuales podemos construir y crear. Esta metáfora cobra especialmente sentido en el sector del arte, donde la ausencia de recursos está llevando a la búsqueda de otros recursos que se fundamentan en el encuentro del otro para generar grupo y sentido de comunidad. Saoia Olmo, por su parte nos animó a participar de una dinámica participativa a partir de la enunciación de deseos que generaba al mismo tiempo complicidades y distancias entre los participantes y nos permitía enunciar algunas de las (im)posibilidades del juego mientras una serie de gomas elásticas redistribuían la comunidad en el espacio público.

En un marco más formal también tuvimos la oportunidad de compartir y discutir el trabajo de distintos artistas nacionales que actualmente están desarrollando propuestas escénicas entorno al juego. Este fue el caso de Rosa Casado que nos explicó algunas de sus propuestas artísticas site-specific que realiza en colaboración con el también artista británico Mike Brooks. Parte de su trabajo se centra en generar encuentros que se alimentan de las propias características del entorno o de las historias sociales y personales que lo conforman. La compañía Losquequedan, formada por Vicente Arlandis y Sandra Gómez, nos aproximó a la serie de acciones artístico-experimentales que están desarrollando alrededor del concepto de juego. Asimismo el estudio de arquitectura PKMN expuso algunas de las experiencias que generan en relación a la construcción de la ciudad a través de procesos de reactivación del espacio público gracias a distintas metodologías de participación. Éstas y otras propuestas fueron las que dieron lugar a describir los territorios del juego y plantear a qué podemos jugar en este marco social aquellos que nos dedicamos a las artes escénicas.

¿A qué estamos jugando? En este encuentro jugamos a conocernos, jugamos a no jugar, jugamos a proponer, jugamos a que nos la jueguen, jugamos a la sorpresa, jugamos al aburrimiento, jugamos a estar, jugamos juegos interminables, jugamos juegos efímeros pero por encima de todo jugamos a estar con nos-otros. Un nos-otros que está ahí por construir y que explica que el arte sólo tiene sentido dentro de las posibilidades del mismo nos-otros.

Esther Belvis pensó que su destino era dedicarse a la educación, hasta que descubrió las artes escénicas y comprendió que le interesaba más reeducarse a sí misma a través de la experiencia artística. Creció en los 80 y ahora abraza la resaca de una generación para repensar la creación artística en el aquí y ahora. Entiende el ejercicio de escribir como una manera de coreografiar el acontecimiento para darle una segunda vida, esperando que el texto desencadene acción y encadene reflexión.

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