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La luz del día viene y me quiero ir a casa
Trabajo toda la noche con una copa de ron
La luz del día viene y me quiero ir a casa
Amontonando bananas hasta que llegue la mañana
La luz del día viene y me quiero ir a casa
Venga, señor contador, cuente mis bananas
La luz del día viene y me quiero ir a casa [1]
En los primeros años de esta década, dos magnates brasileños de la acumulación del capital y de las tierras, Jafra y Cutrale[2], adquirían la United Fruit Company[3], empresa que además de famosa por su activa “imaginación política” de intervención directa en Sudamérica y el Caribe a través de diferentes estrategias económicas y sociales como campañas publicitarias racistas, sobornos, matanzas y golpes de Estado[4], también se ha dedicado a la producción y explotación de la musa paradisíaca, es decir de la banana.[5]
Musa Paradisíaca, J. A. Restrepo, instalación, 1997/2014, Colecc
El sistema económico de la plantación fue extendido por todo el continente americano por los colonos europeos. Desde el siglo XVI en adelante, este sistema fue utilizado continua e ininterrumpidamente hasta el día de hoy. La esclavización de la población -ya sea capturada desde África o local: indígena, afrodescendiente y afro-indígena, mestiza fue una de las formas predilectas y más sostenidas en el tiempo. Esta forma de captura de mano de obra se implementó de hecho hasta bien entrado el siglo XX, aún cuando diferentes leyes y reglamentaciones abolicionistas habían sido declaradas por los nuevos Estados independientes durante el siglo XIX. Es, en este siglo, cuando la United Fruit Company nace. Minor Keith, uno de sus fundadores, luego de construir en Costa Rica la línea de ferrocarriles desde San José a Puerto Limón adquiere tierras para plantación de bananos bajo el nombre de “Mamita Yunai”[6], de esta manera asegura la ruta de transporte desde sus plantaciones del Caribe centro y sudamericano. En 1899 se une a Andrew Preston quien tenía en ese momento el monopolio de las plantaciones de las frutas tropicales, especialmente de la banana de las “Indias Occidentales” con la Boston Fruit Company que era dueña de unas 35 plantaciones.
El poderoso impacto de la explotación bananera, no sólo en los imaginarios sino en las condiciones materiales, políticas y sociales de generaciones, se cristaliza en la famosa expresión “Repúblicas Bananeras”. Por metonimia la plantación se vuelve república y sus manos de labor, bananos. La banana en sí misma entonces se populariza como la figuración del cuerpo del “sub” continente frente al “Nor” continente, incluso la intencionalidad de la mayoría de las interlocuciones hace posible reemplazar Sudamérica y Caribe por Subamericaribe. En este sentido, el cuerpo subcontinental es a la vez abyecto, precarizado, dulzón, erótico, voluptuoso, descartable, eréctil, blando, tropical, maduro, feo, descomunal, sudoroso, oloriento, sabroso, ennegrecido, madurito/a y amarronao, frente al “Normal White Brands Continental body” que nos consume con joy, ¡yo!
“Gastrite”, Castiel Vitorino Brasileiro.Foto performance, fotografía sobre papel, 594 x 841 mm, 2019
La banana se configura de esta manera como la otredad total: a la vez devaluada, facilonga, popularmente comestible y exó-erótica. La asociación salvaje y Banana estará servida, entonces chimpancés, monos, gorilas o simples dibujos de monigotes se sumaran a la representación de la subcontinentalidad bananera[7].
La banana lo invadirá todo desde las publicidades, los postres, la creación de productos sabor banana, hasta los movimientos artísticos críticos. El impacto de la banana será fulminante y ni siquiera los movimientos más radicales feministas y queer estadounidenses y europeos quedarán exentos. Será famosa la Banana (1966)[8] desnuda de Andy Warhol, una serigrafía a color donde aparece a un lado una banana en su vaina, y al otro pelada y expuesta en color rosa. La feminista Shelly Mars hará un Strip-tease en Drag King cuyo momento culminante será canonizado en el texto «Género y Performance» de Paul B. Preciado:
Martin es un cliente borracho y torpe, que vestido de traje de chaqueta y corbata, baila al ritmo de una música de strip-tease, para acabar ofreciendo un plátano que saca de su bragueta al eufórico público bollero que lo devora mientras ríe a carcajadas.
Dos enmascarades gorilas comerán bananas en The History of the world according to a lesbian (1988) de Barbara Hammer, las Guerrilla Girls serán las enmascaradas más difundidas y aparecerán en conferencias, presentaciones y grandes tabloides comiendo bananas.
La Banana será tan tan grande que cubrirá los ojos críticos que no verán que su artefacto, su prótesis, su performance, su golosina, su máscara, su llamada a la revolución, a la creación de nuevos comunes, su apropiación injuriosa, su imaginación de nuevas comunidades posibles ha naturalizado el orden esclavista, colonial racista y despojador en su figura.
Hace tiempo que la llamada a una revolución en la imaginación política para alguna nueva comunidad nos queda como una pupera de Fido Dido de fines de los 80: imposible ponerse una prenda hecha para dibujos animados. Muchas veces ese llamado es realizado por voces que reconocen los efectos del patriarcado, el racismo y la colonialidad, pero que no ahondan ni en la producción actual de estos regímenes ni en sus efectos, los nombran como un hecho dado, en el pasado y lo vuelven a nombrar como un hecho renovado en el presente, y nada más. Conjuran un nosotros que se refiere a un Occidente y un horizonte que no entiende los procesos históricos de la colonialidad en su construcción, límites e imaginación racista y elitista que también hace comunidad. Quienes ofician de oradores de estas llamadas también abundan en dar ejemplos de la creatividad de las luchas de las “minorías” y de los “movimientos sociales” del “Sur”, común panegírico retórico de la revolución que nos tocaría hacer, que está en curso o que ya se hizo incluso pero que aún nos requiere otra vez a las filas de un nosotros que ni siquiera se sostiene o simplemente nos expulsa con brutalidad.
También es usual escuchar junto a este llamado, la supertrillada propuesta de alianzas bamby Norte-Sur como vía de transformación, obturando no sólo el mismo carácter jerárquico de esta relación y los efectos de sus dinámicas de captura y despojo -no sólo epistémicas-, sino dejando fuera la violencia social naturalizada que configuran estas alianzas, que suelen materializarse en muerte, precarización o sobrevivencia básica para unes y legitimidad enunciativa y acceso a derechos económicos y culturales para otres: Sur ———> Norte, respectivamente. De más está decir que la literalidad y la naturalización de estas expresiones tan anticuadas como “Norte y Sur” ni siquiera son puestas en duda, ni siquiera ante la simpática evidencia de que por ejemplo el Norte magnético está en movimiento hace más de tres décadas. Las metáforas sobre la transformación social y comunitaria a través de la imaginación política no solo han sido captadas por las ideologías neoconservadoras neoliberales colonialistas sino que nos han quedado obsoletas. Y no es sólo por el shock pandémico del bicho que como dicen “deja todo en evidencia”, sino por las bananas.
Hay una Banana de por medio para imaginar y hacer comunidad.
Plátano, Sacchi De Santo, fotografías, San Cristóbal de las Casas, 2020.
(Imagen destacada: Logo de la United Fruit Company)
[1] Day-oh, la canción del barco bananero, canción popular anónima de las plantaciones de Bananas del siglo XIX, popularizada en USA por Harry Belafonte, versionada múltiples veces y con múltiples propósitos.
[2] Jafra, uno de los banqueros más ricos del mundo, Cutrale terrateniente monopólico millonario de la soja y la naranja.
[3] Cuando la adquieren debido a su historia sangrienta la compañía ha sido renombrada como Chiquita Brands International.
[4] Esta ampliamente documentada la participación de United Fruit Company en diferentes golpes de Estado en Sudamerica y el Caribe, la terrible masacre de las bananeras en Colombia en 1928 y la campaña del embajador Braden de USA pagado por la compañía para influir en las elecciones en Argentina en 1946 son ejemplos de esto.
[5] Musa Paradisíaca es su nombre botánico, clasificada por Linneo en 1753, también conocida como plátano, topocho, banano, banabo, mínimo, guineo (en referencia a las plantaciones africanas) Los nombres musa y banana proviene del árabe y los usos para nombrar la fruta.
[6] Nombre con el que aún se conoce a la United Fruit Company en el Caribe. El nombre es burlesco de la pronunciación de “United” españolizado.
[8] Tapa del album The Velvet Underground & Nico.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)