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Dicen que la nostalgia es la tristeza que se aligera. Graham Gussin en el CGAC

Magazine

02 octubre 2013
Graham Gussin en el CGAC

Dicen que la nostalgia es la tristeza que se aligera. Graham Gussin en el CGAC


En las escasas ocasiones que Graham Gussin (Londres, 1960) ha expuesto en la península, David G. Torres y Miguel von Haffe han estado siempre de por medio. Su primera incursión se produjo en 2004, con una exposición en el Centre d’Arts Santa Mònica y la participación en la 28 Bienal de Pontevedra.

Ahora se ha colado en la fiesta del veinte aniversario del CGAC con CLEARBLUESKYDEEPDARKWATER, la primera muestra antológica de Gussin en España que ocupa la primera planta y el doble espacio del centro y convive con las individuales de Ricardo Basbaum y Victor Grippo. Nada mal para un centro que acusa, como el resto, los efectos demoledores de la crisis. Quizás una oferta críptica en exceso para un público en muchos casos no iniciado en el laberíntico mundo del arte contemporáneo.

Vayamos por partes, la información a la que uno puede acceder cuando se le presenta la labor de escribir sobre este artista no es para echar cohetes, ni el texto que el CGAC ha preparado para la hoja de sala ni una rápida búsqueda por internet nos sacan de un callejón sin salida al que la propia muestra nos empuja. Sin embargo, basta con pensar en algunos casos que han dejado a priori una sensación semejante pero que tras profundizar se han revelado como algunos de las más interesantes de su momento. Heimo Zobernig en el Palacio de Cristal o Hans-Peter Feldmann en el MNCARS, dos exposiciones que pese a dejarnos esa cara de -intenta dar la impresión de que lo entiendes todo y disimula la cara de póker que realmente se te está quedando-, nos han conmovido como pocas veces este circo lo ha hecho.
Con Graham Gussin corres el riesgo de parecer idiota, pero poco a poco las obras que se reparten por las salas, sin conexión aparente, comienzan a esbozar en tu rostro una sonrisa de complicidad con el propio artista. Son gestos que parecen generar un cajón de sastre en el que todo vale, pero en el que todo está perfectamente medido.

Accedemos cruzando una cortina de plástico, como si nos adentrásemos en una experiencia astral, como si cruzásemos la puerta del matadero. Ahora, tres grandes poliedros que recuerdan al que Alberto Durero incluye en su grabado Melancolía I invaden el espacio, desfragmentándose y ofreciendo una visión de su interior. Como módulos en transformación que permiten acceder al enigma que ha supuesto la aportación de Durero y cuya sombra planea sobre el conjunto de la exposición. Sin embargo, a la sobriedad que podría requerir esta reflexión, Gussin ha añadido un gran fondo de papel pintado, una serie de carpetas de discos de vinilo de bandas sonoras de ciencia ficción que giran como los rotorrelieves de Duchamp o unos lánguidos grafitis que exigen ser observados desde un punto concreto de la sala para poder descifrar lo que ocultan. El mensaje es concreto como el lugar desde el que ha de ser desvelado. No entendemos nada. Comprendemos simplemente lo aséptico del espacio, esa idea de decorado despersonalizado que ya encontrábamos en 2004 en Shift, su intervención en la Bienal de Pontevedra.

Las constantes alusiones a la historia del arte se producen desde un campo tan lejano que el espectador siente como una escafandra un cuerpo que se interpone entre el emisor y el receptor. Presenta Enrique Vila-Matas en Amé a Bo una exploración del abismo, el viaje a ninguna parte de un inquilino espacial que observa desde su nave BAW775 un firmamento del que es un mero espectador. Da que pensar cuando menos.

La primera sala da paso a una triple proyección con vídeos que agrupan los trabajos de Gussin entre 2005 y 2013. Silver Form da continuidad a ese carácter hipnótico que inunda la exposición, con gestos que caminan sobre la fina línea que separa lo trascendental de lo anecdótico.

Dark corner, una esquina de la sala pintada de negro vuelve a hablar de Duchamp, o de Isaac Asimov. Una fuga del espacio expositivo o un monte de Venus que concentra la fuerza de un tercer espacio que se antoja deslavazado hasta que poco a poco desgranamos cada una de sus piezas. News From Nowhere es la instalación que ocupa y distribuye en el centro de la sala, un caramelo para el espectador ávido de suvenires que resta fuerza a otras piezas de menos tamaño. Sin embargo, éstas comienzan a aparecer una tras otra, como guiños que nos seducen y que nos llevan a asomarnos al doble espacio en el que descubrimos 199 canicas de cristal negras desperdigadas por el suelo moviéndose con total libertad por el espacio y depositándose en cualquier lugar y durante un período de tiempo indeterminado, una por cada carácter y por cada espacio del título.

Dice también Vila-Matas que dicen que la nostalgia es la tristeza que se aligera.

Ángel Calvo Ulloa nació en un lugar muy pequeño plagado de infames personajes. En la facultad en la que realizó sus estudios jamás le hablaron de la crítica ni el comisariado, por eso ahora dedica sus días a leer, escribir y de vez en cuando hace alguna exposición. Adora viajar y sentirse pequeño en una gran ciudad. También adora volver a casa a odiar de nuevo ese pequeño lugar.

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