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El breve ensayo de Anna Dot «Silencio de fondo» trata sobre una política del ruido. Dot está atenta al ruido que surge de la expresión censurada, el pasaje interrumpido y el error corregido. Para un profesional ejemplar, el ensayo de Dot señala a la poeta chicana Gloria Anzaldúa cuyo Borderlands/La Frontera (1989) pone de relieve y explora, desde la normalización de una lengua inglesa estandarizada, el «ruido» del acento chicano.[1] El ruido exhibe la especificidad concreta del silencio —de lo silenciado— capaz de tener su propio discurso.
Dot crea la metáfora central a partir de 4’33” de John Cage y la cibernética en la medida de que las dos fuentes parecen poner en duda la posibilidad del silencio puro. Lleno de matices acústicos que acompañan cada expresión, el canal comunicativo desafía el silencio. Sin embargo, dicho esto, Dot parece estar un poco aburrida del cliché cageano desde el principio: «Nos creímos la idea de que el silencio no existe debido a la historia que nos contó». De hecho, 4’33” de Cage sugiere una imagen mucho más problemática que su interpretación convencional. La composición, que se defiende por ser una aceptación liberadora del ruido como señal, no tiene sentido sin el gesto escénico de represión. Es decir, 4’33” no es lo mismo que dejar abierta la ventana del salón o dar al oyente un estetoscopio. La pieza debe representarse como la negación del sonido anticipado. Por analogía, en ingeniería, la mera condición de una posibilidad de comunicación es la utilización y represión del sonido de forma simultánea, es decir, la onda portadora.
Leída con detenimiento, la pieza de Dot no es una simple ética o política de la diferencia liberadora; es una que afronta el papel paradójico y estructural de la negación. Su ensayo concluye: «Permanecer en silencio es un derecho. Personalmente, día a día me siento menos capacitada para llenar los silencios de otros con mis propias palabras porque el ruido que contienen me ensordece». El silencio existe como la fuerza de lo negativo en el ruido. En una época donde se está planteando erigir muros fronterizos para apoyar el capital transnacional, la cuestión que debemos formular no es si hay ruido en el clamoroso silencio en la frontera. Por supuesto que lo hay. La pregunta es más bien: ¿a quién pertenece realmente el ruido? (Es decir, ¿quién lo considera «ruido»?). Claramente, no es el ruido de lo supuestamente ruidoso. Al final, la pregunta no es simplemente una cuestión de liberar el ruido del silencio, sino más bien de liberar, al menos a nivel conceptual, el silencio del ruido. Pues no podemos oír el ruido sin su silencio determinante.
Notas
[1] Gloria Anzaldúa, Borderlands/La Frontera (San Francisco: Aunt Lute Books, 2012)
Disponible en español: Gloria Anzaldúa, Borderlands/La Frontera. La nueva mestiza (Capitán Swing, 2016).
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