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Da igual cuánto tiempo haga de aquello, incluso es indiferente el origen del que procedamos o el formato familiar en el que crecimos: todos recordaremos el placer infantil de un buen cuento. Un poco más mayores, y acaso de forma indisoluble a la ganancia de autonomía intrínseca al crecimiento, empezamos a inventar historias. Más creciditos las buscamos por ahí; a veces en formato individual, a través de experiencias lectoras que nos habrán colmado más o menos; otras en formato vivencial, por medio de experiencias complacientes, sorpresivas, sean estas colectivas o estrictamente personales.
Si existiera un top five de lo que nos interpela, intelectual o visceralmente, seguro que los cuentos, relatos, historias, narraciones… estarían entre los primeros puestos. Y a este vínculo primigenio con el cuento, la vivencia y el texto, es a lo que David Armengol y Martí Manen han apuntado con “El text: Principis i sortides”, ciclo comisariado conjuntamente para Fabra & Coats. Las cinco exposiciones o capítulos de este ‘texto’ se han desarrollado (hasta ahora, cuatro) en términos de tiempo, al más puro estilo serial radiofónico de antaño, al que toda la familia se reunía a escuchar puntualmente, o en un símil más actual, como una de esas serie hit, que todo el mundo se lanza a ver en cuanto ve disponibles los links en internet.
Sin embargo, esta progresión temporal no está siendo, a pesar de la consecución capitular (prólogo, capítulos, epílogo), siempre lineal. El ciclo se abría en noviembre pasado con la exposición individual de la finlandesa Pilvi Takala a modo de prólogo. Primeras páginas de un texto abierto que enganchaba a través de una lectura crítica del arte y el texto, y dejaba a la espera de más. El capítulo I “Crònica. Narració, història i subjetivitat”, con obra de Diana Artus, Pere Llobera, Ana García-Pineda, Richard T Walker, Patricia Esquivias, Toril Johanessen, Aurelién Froment, Josep Ponsatí, Àngels Ribé y Raymond Pettibon, profundizaba en el formato crónica en cuanto a estructura, con trabajos que disparaban a diferentes vórtices de la génesis narrativa. Con el segundo capítulo, “Fugides. La ficció com a rigor”, en el que se incluyen artistas como Rosa Barba, Haris Epaminonda, Lilli Hartmann, Antoni Hervàs, Marla Jacarilla, Olivia Plender, Francesc Ruiz o Ariel Schlesinger, se abrían más puentes a un meta-relato del texto a través del arte, sumergiéndose en las aguas de lo posible, de lo abierto, de lo no pautado. Porque la narración también es invención, creatividad y lianas parar volar hacia lo no escrito.
Entre las “salidas”, una programación inusualmente detallada y exigente, que ha implicado a muchos otros artistas y actores, de forma porosa y aditiva, y se ha resuelto con talleres con invitados como Diana Artus o Peio Aguirre, ponencias (o batallas dialécticas) con Vila-Matas y Chus Martínez, entre otros; vermuts y performances con los artistas, interacciones con escuelas de primaria y secundaria, escuelas de diseño y universidades, sesiones guiadas con Joan Morey o Alexandra Laudo…
Con la misma sensación que se tiene en las últimas páginas de un libro que no queremos que termine, lo que resulta más interesante del ciclo puede que no sea, solo, su evidente éxito en cuanto a lograr una vinculación temporal, más allá de la espacial, a la que los diferentes públicos hemos ido volviendo con ganas. De una forma más general, “El text: Principis i sortides” es un espejo que refleja una conducta comisarial distinta, no por nueva menos lógica, que responde a un contexto en evolución, a una necesidad de hacerse preguntas desde el mundo del arte y de establecer vínculos con un pensamiento que, casi de forma natural, ha pasado del preguntarse por los conceptos a preguntarse por cómo estos se entrelazan, algo que Manen describía en el último Podcast de Esnorquel como “estructuras gramaticales”.
“El text: Principis i sortides” es un ciclo profundamente ligado a su tiempo y su contexto físico, y a las personas, afectos y trabajos que lo conforman. Pero también, y quizás sobre todo, recaiga probablemente su punto al respeto por una genealogía de la historia (ahora sí, en términos no narrativos) del arte, ubicando a sus comisarios y a la selección de los agentes del ciclo, en ese lugar al que pertenecen los acontecimientos que generan un punto de inflexión. Y eso sin renunciar, de forma casi automática, a la apertura hacia nuevos posibles. Como posibles son las trayectorias de un libro sin fin. Esperamos el tercer capítulo (y el epílogo).
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)