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El sabor del mate no es amargo

Magazine

19 abril 2010

El sabor del mate no es amargo

España y Argentina pasan un momento económico crudo, de difícil digestión. Sin embargo, y a diferencia de España, ante la crisis, Argentina parece que haya reinventado para sí el dicho “Al mal tiempo, mucho arte”.


Las comparaciones son odiosas por injustas, porque suelen poner en el mismo podio corredores de diferentes competiciones. Sin embargo, el elegir dos posibilidades de entre muchas y compararlas, ponerlas una al lado de otra en una balanza, no es azaroso, evidencia cuanto menos lo que creemos que somos y lo que nos gustaría ser, lo que reconocemos como nuestro y aquello que anhelamos de otros, a pesar de reconocer la imposibilidad de ser otro más que uno mismo.

En España, según datos (2009) publicados por el Ministerio de Cultura, el sector de las industrias culturales es un sector económico pujante que representa el 4% de nuestro PIB y emplea a casi un millón de trabajadores. En el caso argentino, según datos (2005) del Laboratorio de las Industrias Culturales de la Presidencia de la Nación, supondrían el 3% del PIB y las cifras de empleo legal no alcanzarían los 400.000 puestos de trabajo.

¿A qué se debe entonces que exista un panorama artístico tan extenso y diversificado tanto en número como en calidad para que la Península vea Argentina como un fértil campo de cultivo de iniciativas artísticas singulares, frescas y sorprendentes si hay menos recursos económicos y estructurales destinados a su promoción, difusión y consumo?

Asfalto o pampa, no hay lindes que contengan las miles de pulsiones creativas que dan luz continua a un país que es un continente por su diversidad cultural y su extensión de cerca de tres millones de metros cuadrados -España ocupa quinientos mil-. La distribución de las líneas de colectivos (autobuses) nacionales, el medio de transporte más frecuentado, mantiene conectados con esfuerzo todos los rincones del país, de la Patagonia al Centro, de Tierra del Fuego al Litoral, del Norte a Capital. Hasta aquí, hasta la Terminal de Retiro, llegan miles de personas cada día. La energía explosiva de trece millones de personas, un porcentaje elevado de ellas procedentes de las provincias del interior, se concentra en Gran Buenos Aires y corre sin control por sus avenidas, como prueban las centenares de iniciativas y manifestaciones autogestivas -independientes- y colectivas que nacen y desaparecen cíclicamente. A la electricidad social se suma la institucional y a las redes físicas generadas durante los espacios de encuentro profesional, como residencias de artistas, clínicas de obra (espacios dirigidos por y para artistas para la presentación y análisis en grupo de su producción), exposiciones, festivales, bienales y ferias, se añaden las virtuales, como Bola de Nieve, RamonaWeb y Trama, que permiten mantener al día y en contacto este complejo cultural dinámico y diverso.

El sello discográfico Planeta X, el espacio de arte Iván Rosado, los encuentros de arte urbano Stickboxing en Rosario y la Hollywood in Cambodia galería de street art en Palermo; los itinerarios por Palermo Soho de la Gallery Nights, la revista de diseño y arquitectura Barzón; la beca de estudios Kuitca, el complejo cultural La Barraca Vorticista en Montserrat, las galerías Appetite en San Telmo y Braga Menéndez en Palermo; los diferentes proyectos de la Fundación Start -Proyecto Venus, Bola de Nieve, revista Ramona-, entre ellos el más reciente y prometedor Centro de Investigaciones Artísticas en Buenos Aires; la residencia internacional de artistas RIAA, el Centro Cultural España Córdoba; la Bienal de Arte y el Museo del Puerto de Bahía Blanca; la revista de humor corrosivo Barcelona, el programa de televisión Peter Capusotto y sus Vídeos -no pierdan de vista a Violencia Rivas y Bombita Rodríguez-; los consolidados festivales de cine BAFICI y Mar del Plata… por nombrar solo aquellas iniciativas aglutinadoras de otras manifestaciones individuales.

Pero, si hablamos de arte Argentina es ante todo música. Y de ahí, todo lo demás. Empezando por los cantos imponentes de las hinchadas en la cancha de fútbol; la sátira arrabalera de resortes rítmicos de la cumbia villera; la actitud rock puliendo la suela de las Converse en la calle; o la electrizante intensidad del tango, por apuntar sólo aquellos estilos -modos de vida- que más impacto y repercusión tienen en otros ámbitos de la creación y el pensamiento contemporáneos.

Así es como, y por poner un ejemplo concreto, al ritmo de Sumo y Los Ramones echó a andar hace un año Iván Rosado en Rosario, la tercera ciudad en magnitud del país ubicada a 400km de Capital Federal en plena pampa húmeda. Iván Rosado son Maxi Masuelli, un jovencísimo coleccionista de arte, artista y cantante punk, y Ana Wandzik, dibujante por sobre todas las cosas, artista y creadora de los Compilados Situacionales. Juntos arrancaron en un bajo, hoy una casa céntrica, un proyecto curatorial singular que irradia la espontaneidad y libertad de la filosofía DIY: exposiciones individuales y colectivas de artistas jóvenes y clásicos provenientes de la colección propia, venta de obra gráfica prêt-à-porter, disquería, editorial propia y librería de fanzines, revistas y publicaciones independientes… y nevera-con-cerveza-fría. La libre interpretación del montaje, el discurso y la historia, dota de frescura e inmediatez los diálogos intergeneracionales entre clásicos y contemporáneos -Augusto Schiavoni y Daniel García, Manuel Musto y Laura Spivak-.

Iniciativas como ésta surgieron y existen por todo el país, alcanzando diferente grado de desarrollo, madurez e impacto. Contribuyen a dinamizar con intensidad su entorno y saben bajar el telón cuando la historia llega a su fin. Como Ramona, la revista argentina por excelencia de artes visuales sin una sola imagen, toda una declaración de principios de que el arte es arte y sólo arte y todo lo demás es decoración.

El sabor del mate no es amargo. La bombilla caliente después de pasar por otras bocas deja un regusto dulce y tibio, como el del beso de un desconocido. La pava de agua caliente reposa por unos segundos sobre la mesa, el cebador atento mantiene el mate vivo y lo va pasando de mano en mano. Los labios tantean con cuidado la temperatura del agua. La conversación relajada se dilata, se expande por las paredes del cuarto. El mimo de la palabra, el cuidado por lo que se dice y cómo se dice a quien se dice. El arrumaco del diálogo requiere tiempo y escucha. En ese deleite de la charla salen a colación citas, recuerdos, casos, historias y surgen ideas, proyectos, pasiones.

El argumento gastronómico del mate, al que se ha de añadir el omnipresente asado, es la única explicación psicosocial posible para entender por qué demonios un país desestructurado y desequilibrado por los vaivenes sociales, migratorios y económicos, mantenga y aplique la cultura, y en concreto, el arte -música, danza, arquitectura, diseño, literatura, artes visuales y artes escénicas- como una solución posible, una vía de escape infalible para las ansiedades y presiones diarias, sea como lector, usuario, consumidor o fanático, sea como creador, amateur, curioso o practicante.

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