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El dúo de artistas presentó en Madrid su último trabajo dentro del ciclo “En Casa”, un programa de intervenciones realizadas fuera de los espacios expositivos, comisariado en su 5ª edición por Manuel Segade. Acción en directo, bodypainting, esculturas vivas y el hombre del futuro como tema central.
Asumir la creación desde el riesgo –por ejemplo, al fracaso, ese monstruo tan temido- puede ser la única opción en los tiempos que corren. Y aunque no fue un acto de funambulismo, lo que se vio la noche del 24 de noviembre en La Casa Encendida (LCE) de Madrid fue una apuesta arriesgada para una pareja de artistas que parece haber encontrado la “fórmula” para gustar a especialistas y público general. Con una trayectoria trepidante (expuestos en la Bienal de Venecia, comisariados por Hans Ulrich-Obrist, con obra en la colección del Reina Sofía), el 2010 ha sido su año (con trabajos en la Nau Estruch de Sabadell, el Macba , el Centro Dos de Mayo y La Casa Encendida de Madrid) y el 2011 les llevará a exponer, por ahora, en Shangai y Paris. ¿Para qué cambiar si funciona? Sin embargo, los Bestué – Vives y el comisario Manuel Segade presentaron un trabajo que parece marcar un nuevo camino, algo diferente a lo que han hecho hasta ahora. Normalmente, dos artistas y un comisario forman un trío donde cada uno tiene su rol, su lugar, su visibilidad y, sobre todo, su momento. A veces, obra y artistas son la misma cosa, incluso, pueden llegar a serlo obra(s) y comisario(s). Pero obra + artistas + comisario fundidos en un solo cuerpo, un cuerpo compacto, es algo que se ve pocas veces. Es, sin duda, una apuesta arriesgada, porque si falla uno, fallan todos.
Y ahí estaban: Segade como maestro de ceremonias y Marc y David pintados de blanco y subidos arriba de una tarima como un ser “bifaz”. Artistas y comisario expuestos y en directo dentro de la obra. “Ellos no hacen acciones en vivo, normalmente hacen acciones para registrar y esta era la primera vez que estarían delante del público así. Entonces la cosa fue: ‘nosotros lo hacemos pero si nos implicamos todos, estamos trabajando en un proyecto los tres, pues nos presentamos los tres’”, explicó Segade al día siguiente.
El evento fue más o menos así: Pasadas las ocho de la tarde, se abrió la puerta del patio que conduce a las escaleras de emergencia de La Casa Encendida y apareció Manuel Segade, con un micrófono colgado en bandolera y una serie de ojos pintados en la cara. “Soy la voz que va a guiarles por un viaje hacia una proyección de lo que entienden como el futuro, es decir: un tiempo después de este, fruto de una imaginación disciplinada por mi voz”, dijo e invitó a los asistentes a realizar un recorrido ascendente por el edificio. En cada una de las siete paradas realizadas desde el patio a la terraza de La Casa Encendida –en el rellano de la escalera, fuera de un ascensor, en el pasillo, etc.- se encontraba un hombre (o dos), semidesnudo, con el cuerpo pintado de blanco. Una escultura viviente que representaba al hombre del futuro que, con actitud dócil, se prestaba a la observación de los visitantes, seres inferiores del pasado. Como en una visita guiada, Segade recorrió la casa seguido por un número cada vez mayor de personas (se esperaban cuarenta personas y vinieron casi doscientas). El guión de la performance, un texto filosófico y delirante –que ahora se encuentra expuesto junto a las fotografías del making off- aportaba detalles sobre la fisonomía o el comportamiento de estos seres anodinos pero perfectos: “Su consistencia paradigmática los convierte en una suerte de esculturas clásicas; su perfección, dramáticamente estática, no les mueve a buscar la completud, como hoy la buscamos en lo que llaman amor”. La creación, el salvaje, las relaciones, el sexo, el poder y la muerte fueron otros de los temas que abordó este discurso, a medio camino entre la futurología y el absurdo: un ser antropomorfo, sin genitales, ombligo ni glándulas mamarias, sin vellosidades, con una superficie craneal más grande que la normal. Un ser pansensorial, sinestésico y autorreferencial, sin estructura social mínima, ni hogar, ni cultura y con una cualidad envidiable: la teleportación. Un ser controlado por una figura bivalva (Bestué y Vives subidos en una tarima) que actúa como árbitro eterno; un ser que cuando muere se transforma en un líquido lechoso que contiene, exactamente, la misma composición que ¡las ostras! Así es como han imaginado al ser del futuro Bestué, Vives y Segade. Y ostras se ofrecieron a los asistentes, seres del presente, como epílogo de la performance.
Resulta intrépido sacar conclusiones rápidas sobre este trabajo, pero asumiendo este riesgo como parte del mismo juego, puede ser que Plato de ostras aún vivas marque un punto de inflexión en la trayectoria de estas veteranas jóvenes promesas del arte contemporáneo español. Los Bestué – Vives –y Manuel Segade- han apostado por una nueva fórmula y parecen haber salido ilesos. “Es en los procesos en donde más disfruto. Es la parte que más valoro, si eso funciona, el trabajo será bueno casi en un 100%. Además los resultados, aún habiendo pasado por una intensa gestación, siempre tienen sinsabores y cosas que no salieron bien, lo que te queda es el durante”, concluye positivo Marc Vives. Parafraseando a Pep Guardiola, otro catalán que no puede quejarse de cómo acaba este año 2010 , “dejemos que el tiempo juzgue a este equipo”.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)