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Magazine

10 abril 2006
Momentos previos y posibles realidades.

La Sala d’Art Jove de la Generalitat decide cambiar de rumbo para ofrecer modos de trabajo hacia lo profesional a jóvenes artistas.


En un contexto de fragilidad, como el del arte contemporáneo en sus primeras incursiones a la realidad contextual, las pequeñas apuestas, si se realizan con coherencia y bajo premisas lógicas, pueden tener una importancia vital. La Sala d’Art Jove de la Generalitat era un enclave fuera de circuito, que existía casi por tradición o descuido. Su actual pretensión es entenderse a si misma como un espacio de educación. Educación para los artistas que se presentan allí, un espacio de pruebas pero en contacto con la realidad profesional.

Los artistas presentados son seleccionados en un concurso abierto. Posteriormente, un equipo de trabajo los agrupa para acabar formulando exposiciones colectivas. Seguramente, la parte más interesante llega con la figura del tutor. La tutorización se entiende como algo distinto al comisariado. Se pide a la persona que realiza este trabajo un contacto directo con los artistas, que dialogue con ellos, que ofrezca soluciones para que la presentación de las obras sea eficaz, no únicamente en el marco de la exposición sino también más allá de ella. La exposición se entiende más como espacio de presentación y menos como espacio discursivo, dejando esta tarea para otros marcos expositivos. Evidentemente, esta idea presupone la existencia de otros espacios, planteándose la Sala d’Art Jove como un nodo más en una red urbana.

Así pues, en la Sala d’Art Jove de la Generalitat, la prioridad es la formación de los artistas en contextos reales. A lo mejor tendríamos que reflexionar porqué la facultad de Bellas Artes no parece ser un contexto real y porqué los artistas necesitan esta tutorización más allá de los estudios oficiales.

De algún modo, la Sala d’Art Jove pasa a ocupar un posible primer escalón en el contexto de presentación artística en Barcelona. Se han producido varios cambios en el tejido institucional respecto a los artistas jóvenes. El premio Miquel Casablancas, en el Centre Cívic Sant Andreu, se ha convertido en el gran objetivo. Quedan lejos los años en que La Capella era el siguiente espacio de proyección, en dirección a una Sala Montcada que podía facilitar una salida de las fronteras de la ciudad. Y claro, los cambios globales obligan a una movilidad mayor, a buscar experiencias individuales en otros contextos. El problema llega cuando todo depende de estas “experiencias individuales”, ya que entonces puede parecer que es inecesario pensar en un recorrido de profesionalización para los artistas (y comisarios, también) a nivel ciudad. Problema porque fragiliza el sector, porque no hay opción de plantear un futuro ni una evolución grupal. Problema porque se trabaja en tiempo presente y de forma individual imposibilitando así la generación de unas bases y la creación de un espacio de contacto entre distintas generaciones.

Tendríamos que reflexionar porqué la facultad de Bellas Artes no parece ser un contexto real y porqué los artistas necesitan esta tutorización más allá de los estudios oficiales.

La primera exposición de esta nueva etapa de la Sala d’Art Jove lleva el título de “No me digas que no hay nada más triste que lo tuyo”, cita literal provinente de Hidrogenesse, grupo que realizó un directo en la inaguración de la exposición. Tutorizada por Bea Espejo y con la presencia de Karla Berrens, Goretti Matias e Irene Minovas, Joan Saló, y David Moreno, destaca, de entrada, el tono. El usuario se encuentra con propuestas próximas, con lecturas de la realidad (casi pequeños descubrimientos) pero transcritas al lenguaje arte. No se trata de simples ejercicios de adecuación a un marco expositivo, sino que se percibe un análisis práctico maduro en varios de los artistas presentados. La imágen de la exposición, y su display, se aleja de la idea de exposición de “artistas jovenes” para ofrecerse directamente y sin filtros paternalistas a su usuario. De este modo, son las obras las que interactuan con el usuario, es a través del trabajo de los artistas (y de la excelente delicadeza en pasar a un segundo plano por parte de la tutora) donde vamos a intuir un tono general crítico pero no críptico, cercano a la cotidianidad mas que a la reflexión sobre ella, y una voluntad de experimentación, así como una necesidad positiva para seguir adelante.

Destaca, por su doble lectura del espacio expositivo así como del espacio social, el trabajo de Goretti Matias e Irene Minovas. Con la simple estrategia de amplificar y saturar el sonido presente de la exposición y ofrecerlo a un único usuario a través de auriculares, Matias y Minovas posibilitan una nueva lectura espacial, ficcionalizando lo real a través de la ironia de mostrar lo simple que resulta modificar nuestra percepción, y lo interesante que es volver a experienciar algo que equivocadamente creíamos conocido. También en la exposición, Matias y Minovas ofrecen sus trazos de realidad/ficción mediante hilarantes conversaciones de café que dificilmente sabríamos decidir si son reales o carne de sitcom. En definitiva, su trabajo con lo sonoro desde el campo artístico se encuentra perfectamente articulado y parece haber superado problemáticas de formato con la absoluta tranquildad que aparece al entender la práctica como un campo de experimentación y trabajo.

En los artistas presentes en la exposición encontramos la necesidad de experienciar por ellos mismos algunos de los temas que han sido clave en el arte contemporáneo: La relación con el espacio (en Matias y Minovas, y también en la instalación de Joan Saló, éste con un carácter más linguístico), la mirada directa y poetizada a la realidad (en el trabajo en video y foto de Karla Berrens), o los sistemas de control y de dominio aséptico (en la instalación de David Moreno).

El resultado expositivo lleva a ofrecer miradas individualizadas a cada trabajo presentado, y parece difícil establecer un lenguaje común en el grupo de artistas, pero si que se puede intuir un modus operandi donde se prioriza la presentación de un resultado mas que de un proceso, una cierta distancia irónica pero controlada y el ya comentado deseo de experimentación en primera persona.

Ahora será necesario ver si la apuesta de la Sala d’Art Jove de convertirse en un espacio de prácticas reales y cierta visibilidad ocupa su lugar en el andamiaje artístico de la ciudad. Su voluntad constructiva puede ayudar a ello, pero quizás sería necesario plantear también un funcionamiento lógico a nivel más general y confiar en ello.

Trabajar en tiempo presente y de forma individual imposibilita la generación de bases y la creación de espacios de contacto entre distintas generaciones.

Al mismo tiempo que desde la institución parece ser que se empieze a reconducir la situación en la práctica de los artistas jóvenes a partir de la activación de un espacio como la Sala d’Art Jove, también empieza a ser más que necesario que las actividades fuera del marco institucional se planteen en términos de visibilidad y de generación de contexto. Es igualmente exigible el rigor en el trabajo a la institución como el entusiasmo, la actividad de experimentación, y el mismo rigor, en el contexto no-institucional. La activación continuada del sector artístico debe realizarse desde ambas posiciones.

Después de la formación es necesaria la incidencia, observar si existen cierta identificación generacional, opiniones formadas al mismo tiempo que una voluntad de aprendizaje, deseo de ir mas allá evitando paralisis, cuestionamiento crítico de la realidad, generación de un contexto, planteamiento de coordenadas de trabajo… elementos necesarios para el funcionamiento contexto artístico y que, al mismo tiempo, se apuntan en una exposición como “No me digas que no hay nada más triste que lo tuyo”.

Director d’Index Foundation a Estocolm, comissari d’exposicions i crític d’art. Sí, després de Judith Butler es pot ser diverses coses al mateix temps. Pensa que les preguntes són importants i que, de vegades, preguntar vol dir assenyalar.

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