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Odori, rumori, luoghi, situazioni

Magazine

14 juny 2007

Odori, rumori, luoghi, situazioni

Al hablar de teatralidad se han rebasado los límites del término para hacer el recuento de algunas de las grandes reflexiones del siglo XX, no sólo en el campo del arte, sino también del pensamiento y de algunos movimientos sociales. “Un teatro sin teatro” ofrece una materialidad sugerente y sin embargo confusa y apabullante, da hilos sueltos al visitante que habrá de tejer inteligibilidades propias respecto a cuestiones como realidad, representación y artificio; racionalidad y cuerpo; sujeto, objeto y percepción; acción y espacio público; espacio institucional y cultura popular; acontecimiento, temporalidad y trascendencia del objeto.


Evocar el imaginario tradicional del teatro es traer a la memoria mascaradas y artificios, puestas en escena de soberbios personajes que desde aquel lugar de voz privilegiada, el escenario, recrean la tragedia y la ironía de la existencia humana. En un intento por alejarse del escenario como espacio cerrado y de las clasificaciones que aíslan y restringen los diálogos entre las diversas formas del arte “Un teatro sin teatro”, que actualmente se presenta en el MACBA, realiza una propuesta reflexiva sobre la relaciones entre el teatro y las artes plásticas a lo largo del siglo XX.

Mucho se ha comentado ya de la exposición sobre lo vasto de su contenido, de sus más de 600 piezas que en definitiva requieren de varias visitas y que ante todo demandan del espectador un proceso analítico, reflexivo y articulador de sentido, dado que ésta, por su extensión y renuencia a un ordenamiento claro pareciera diluirse en su discurso curatorial. Si la exposición se muestra inabarcable en su propuesta es precisamente por la naturaleza de su planteamiento; al definir la teatralidad como eje central se ha invocado a uno de esos actuales conceptos-Aleph, lugar en el que eclosionan todos los lugares. Ésta es la potencia de la exposición y también su debilidad, apelar a un término de gran riqueza en evocaciones contemporáneas y que por ello ha devenido en peligrosa amplitud para nombrar una diversidad de fenómenos que van desde la estética, pasando igual por su incorporación terapéutica en algunas corrientes psicológicas desde los cincuentas o por el análisis de la llamada posmodernidad para hacer referencia a una realidad que ya no es tal sino escenificación de sus simulacros, hasta el uso de la noción de performatividad en agudas críticas a la identidad como esencia (casualidad que el esperado seminario de Judith Butler sobre el tema, también en el MACBA, haya coincidido con la exposición).

La exposición ha corrido el ambicioso riesgo de abarcar quiebres sumamente representativos del último siglo, al hablar de teatralidad se han rebasado los límites del término para hacer el recuento de algunas de las grandes reflexiones del siglo XX, no sólo en el campo del arte, sino también del pensamiento y de algunos movimientos sociales. “Un teatro sin teatro” ofrece una materialidad sugerente y sin embargo confusa y apabullante, da hilos sueltos al visitante que habrá de tejer inteligibilidades propias respecto a cuestiones como realidad, representación y artificio; racionalidad y cuerpo; sujeto, objeto y percepción; acción y espacio público; espacio institucional y cultura popular; acontecimiento, temporalidad y trascendencia del objeto.

El campo de lo teatral surge como fuerza crítica ante la racionalidad unívoca, binaria y clasificatoria de la modernidad, rompe con la hegemonía de la verdad en el discurso y el lenguaje para traer a escena el artificio y la creación haciendo un llamado al cuerpo, el movimiento y el juego. En un conglomerado que va desde la influencia de Antonin Artaud, pasando por la vanguardia futurista, dadá, el movimiento Fluxus y Provos, hasta llegar a James Coleman y Bruce Nauman, se apela a la voluntad de resituar el cuerpo en el lugar que le es propio, aquel en que su hablar es reconocido y escuchado como presencia lúdica, provocadora o inquisitiva. Así, actuar es aparecer, comparecer, autoexpulsarse, el artista es el sujeto que al actuar crea el espacio no sólo estético sino social y político para ser una y otra vez recreado.

Por su reflexión en torno a la noción de cuerpo como producción y artificio en movimiento cabe resaltarse las piezas referidas al ballet triádico (Triadische Ballet) de Oskar Schlemmer (no sólo la reconstrucción “Reifentänze” (1927), sino también fotografías y documentos, entre ellos un interesante texto-programa de mano del estreno en 1922). En sus bailes de la Bauhaus la figura humana se transforma en abstracción dando lugar a cuerpos rediseñados y reconstruidos que evidencian las tecnologías de producción del cuerpo no sólo en el escenario, sino en el contexto social y reflexionan sobre la relación creadora entre corporalidad, movimiento y espacio.

Los conceptos de teatralidad y performatividad permiten el surgimiento de un nuevo paradigma de pensamiento en el que creación, sujeto creador y sujeto espectador se manifiestan en una dinámica abierta de mutua afectación. La pregunta por el cuerpo salta del artista al público para ser también una interrogante por el lugar de la mirada, el espacio, la experiencia y la relación con el espectador en la obras de Dan Graham o Bruce Nauman, reflexión que justamente se echa en falta en la intencionalidad de una exposición que abordando la teatralidad se ha olvidado de incluir y pensar al sujeto a quien va dirigida. No deja de sorprender que “Un teatro sin teatro” manifieste contradicciones y carencias evidentes respecto a las concepciones de interacción, relación con el espectador y obra abierta que pretende aludir en piezas como el boceto de “Two viewing rooms” (1975) o “Body Press” (1970-1972) donde se apela al poder de la mirada y el significado trayendo a la luz la pregunta por aquel que contempla. Las cámaras en esta segunda pieza de Graham van siguiendo los contornos del cuerpo para evidenciar una piel mirante, donde los planos y resquicios para el ojo-lente varían impidiendo que la contemplación sea ignorada como cosa dada e independiente.

Uno de los temas fuertes en la exposición surge de los vínculos entre acción, juego y espacio público. Desde las vanguardias de principios de siglo lo lúdico se convierte en una de las formas de lo político, apelando a particularidades diversas que sin embargo mantienen una constante preocupación por reivindicar la relación entre el arte, la vida y el espacio cotidiano. El espacio público cobra vida y hace uso de su voz, permite que sus actores y muros hablen, que aún a la distancia se sigan escuchando no por ser un recuerdo, sino por ser acontecimiento, un espacio tan volátil que cabe en cualquier sitio, así construido de juegos, actuaciones y eventos, círculos y sujetos envolviéndose a través del lenguaje en una fuerza política en la que lo público y lo privado, lo racional y lo afectivo y el arte y la cultura popular se sientan a la mesa del acontecimiento. Aquí la lista es larga: las propuestas urbanísticas de Yona Friedman y su arquitectura móvil, las derivas de la Internacional Situacionista y un vídeo que en la voz de Guy Debord recita “La sociedad del espectáculo”, algunos vídeos de Antoni Miralda que apelan al poder de la masa, la procesión y el ritual o las acciones públicas de Provos en el Ámsterdam en los años sesenta.

Arte vivo, arte abierto, acontecimiento e interacción… ¿Si? Al salir de la exposición es inevitable sospechar que la propuesta ha olvidado precisamente el dinamismo, la reflexividad y la fuerza creativa que ha invocado en nombre de la teatralidad, oh paradoja, al final si ha habido un teatro y un escenario con su correspondiente exhibición ¿Cómo entender los motivos de la proyecto? A lo largo de la exposición la pregunta se mantiene pendiente ¿a quién habla “Un teatro sin teatro”? ¿cuál es su potencia y cuál es su acción? La pregunta es el fondo mucho más compleja y trasciende (aunque no excluye) esta exposición: ¿Es posible apelar a la capacidad crítica y creadora de movimientos por definición lúdicos e insurrectos sin que en su traducción y ordenamiento desde la institución vean petrificada justamente aquella fuerza que los define? Difícil saberlo. Mientras tanto he vuelto a casa con un papelito en mano que recoge un fragmento del manifiesto de Alberto Greco…

“L’arte vivo è l’aventura del reale. L’artista insegnerà a vedere non con il quadro senochè con il dito. Insegnerà a vedere nuovamente quello che succede nelle strada (…) L’arte vivo è contemplazione e comunicazione diretta (…) movimento, tempo, gente, conversazioni, odori, rumori, luoghi, situazioni.”

Arte Vivo Movimiento Dito, Alberto Greco (1962)

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