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Si de algo sirve la crisis es para acusar las imperfecciones de lo establecido, y a su vez , indicar la necesidad de cambio. Se puede ser optimista sin caer en la ingenuidad por lo que es un buen momento para replantear estrategias y formular alternativas para el mercado. En San Francisco, organizaciones y galerías fuera del circuito institucional ejemplifican mecanismos de apoyos para un espacio artístico plural, abierto e innovador.
Los gérmenes de importantes tendencias culturales del último siglo -además de archiconocidas reivindicaciones políticas y sociales- empezaron en San Francisco. Sin embargo, los tiempos han cambiado y si vienes a San Francisco no es necesario que traigas flores en el pelo. Durante los últimos años la costa oeste de EEUU ha sido invadida por empresas puntocom, ejecutivos multimedia y financieros del nuevo boom. El dinero ha llegado, los alquileres han subido astronómicamente, y gran parte de la famosa working class ha tenido que marcharse. El contexto ha variado pero la ciudad, cuna de la contracultura americana, siempre ha parecido el lugar idóneo para llevar a cabo lo utópico y a día de hoy, continua albergando anomalías y propuestas que escapan del mecanismo establecido.
Durante los 80 y los 90 artistas de clase media-alta y nuevos hipsters se mudan progresivamente a barrios tradicionalmente más pobres, con el afán de escapar del aburguesamiento que critican pero al mismo tiempo expanden. Intentan llevar una vida ligada a la idea de bohemia, en otras partes obsoleta. Exprimen lo que el multiculturalismo puede ofrecer y menosprecian descaradamente lo institucional. Un ejemplo claro es Mission District, hogar de la potente comunidad mejicana donde pueden encontrarse a partes iguales espacios alternativos de exhibición, tacos y burritos, tiendas de diseño y santerías. En un suburbio de reparación de coches, como es Mission, los motores y piezas del engranaje del mercado del arte se sustituyen cada día ofreciendo a la comunidad espacios para el diálogo.
Cuando nació La Galería de la Raza en 1970 el Movimiento Chicano por los derechos civiles era una fuerza establecida y unificada. La organización-galería, que nació al amparo de reivindicaciones políticas y culturales, lleva más 35 años en el mismo lugar, ofreciendo un apoyo estable para una tradición, una comunidad y una expresión artística deslocalizada. A mediados de los 90 la galería llevo a cabo The ReGeneration Project, para el apoyo de jóvenes artistas latinos. De la iniciativa surgió The Digital Mural, una propuesta vigente que reemplazó los coloridos murales que poblaban la calle por una valla blanca sobre la que se proyectan imágenes digitales. Los murales no tecnológicos también siguen cubriendo las paredes del barrio, la mayoría representando motivos ligados al sentimiento comunitario.
Las non profits que surgieron en los 60 y 70 han dejado una importante herencia ideológica, basada la asociación como base para la subversión cultural y social. Exhiben artistas emergentes, acogen reivindicaciones políticas, financian proyectos y trabajan mediante la autogestión de un mercado alternativo. Tanto las que se han mantenido en el tiempo como las nuevas organizaciones son valoradas y apoyadas por los habitantes de cada barrio ya que surgieron por su propia iniciativa. Yerba Buena y el MOMA están lejos de cubrir exigencias e ideas latentes por lo que son estas galerías y grupos los que cumplen su misión ofreciendo espacios más cercanos, contemporáneos y democráticos que las instituciones.
Son más pequeñas y más libres por lo que son capaces de responder rápidamente a las nuevas tendencias; permiten el consumo de arte a tiempo real y centran su atención en lo que surge hoy y se consolidará mañana..Este mes se celebran 25 años de ATA (Artist Televisión Access) pionera non profit para videoarte que apareció principios de los 80, cuando aun no existía comisario para tal disciplina en el MOMA. Dos niños bien le pidieron dinero a sus padres para montar una galería y , casi sin querer, formaron una asociación sin ánimo de lucro donde artistas emergentes, punkis y performances encontraban su lugar. ATA puso de manifiesto la necesidad de un espacio para propuestas emergentes y nuevas generaciones ligadas al videoarte. Más tarde este reclamo fue respaldada por la institución por lo que, a pesar se la gradual profesionalización de la galería, su función ha perdido valor.
Pero la idea de cómo funciona el mecanismo está ahí: una persona concibe o valida una nueva estética, idea o forma de trabajar, encuentra un lugar abierto donde exhibirla y realiza conexiones con otros trabajos. Artistas y consumidores de arte forman organizaciones, plantean sinergias y, si la idea es buena, empieza a expandirse y echar raíces. Con el tiempo, los grupos se convierten en asociaciones sin ánimo de lucro y Estado e instituciones reconocen su valor. Son muchas las que reciben financiación para poder mantenerse y seguir creciendo, a pesar de los numerosos recortes en los presupuestos que hayan llevado a la quiebra a más de uno.
Pero a pesar de la crisis, ideas utópicas siguen llevándose a cabo con más o menos suerte. Gracias a esto la ciudad está plagada de tiendas que ofrecen otro circuito para el consumo cultural. Planteadas como colectivos de artistas o marchantes a pequeña escala, tienen impreso el sello de do it yourself. Needles&Pens autoedita libros de ilustraciones, zines, cómics, exhibe y vende obras de artistas ligados a las manualidades y la artesanía y lo que es más importante, tiene un público fiel. Como tantas otras tiendas y cafeterías de Mission District, es también galería de arte.
A veces no hay que tener sólo buenas ideas, sino llevarlas a cabo. Si el mercado nos ha decepcionado habrá que buscar alternativas, pero éstas sólo aparecen en comunidades comprometidas y abiertas a explorar senderos fuera del camino Y mientras en España los estudiantes de Arte sueñan con exponer en el Reina, en San Francisco otros demuestran que los nuevos caminos se hacen andando.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)