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Barcelona y diseño son dos conceptos que a menudo van unidos. Barcelona y turismo también. Una exposición en Disseny Hub Barcelona se propone analizar el fenómeno del turismo y el papel que juega el diseño en dicho fenómeno.
No cabe duda que Barcelona ha sabido inventarse y “diseñarse” como marca. Un plan de marketing que funcionó muy bien a principios de los años 90, con la remodelación de la ciudad con motivo de los Juegos Olímpicos del año 1992 y que no funcionó tan bien a principios del siglo XXI, con la coartada del Forum de las Culturas. Todos y cada uno de los meses del año, miles de turistas llegan a la ciudad con el ánimo de descubrir la playa y el sol, una ciudad amable y cómoda, un modelo de plan urbanístico, la ciudad del diseño o las localizaciones de algunas películas recientes, una de ellas firmada por el mismísimo Woody Allen.
Barcelona es una ciudad cada vez más turística y pensada para turistas, por ello no es una mala iniciativa que “Turismo. Espacios de ficción” sea una de las primeras exposiciones que presenta Disseny Hub Barcelona, un nuevo centro o, tal como se presenta, “el centro neurálgico de una red de instituciones, centros, museos, laboratorios, empresas y personas que trabajan por y con el diseño, dedicado a promover el conocimiento, la comprensión y el buen uso del mundo del diseño”.
La exposición se propone analizar el fenómeno del turismo en su calidad de primera actividad económica mundial. Y puesto que prácticamente está ya todo descubierto, seguramente el único ámbito que queda por explorar es el de la producción de sensaciones, de experiencias y de deseos. En la era del capitalismo de ficción, que tan bien describió Vicente Verdú en su libro “El estilo del mundo”, lo más importante no es ya crear productos o servicios, sino sensaciones.
Y en esa trampa cae “Turismo. Espacios de ficción”. Si bien el punto de partida es el análisis de la realidad de esa gran industria y de los diseñadores que la proyectan, al final acaba convirtiéndose en una especie de parque temático sobre-diseñado con apariencia de sostenible (con un diseño de montaje firmado por Cloud 9 – Enric Ruiz-Geli) que parece querer epatar al visitante-usuario con multitud de pantallas y pantallitas, proyecciones, construcciones y dispositivos, algunos de los cuales no resistirán nada bien la duración de la exposición y el flujo de visitantes.
La exposición sabe “construir deseo” y también, diríamos, frustrar las expectativas. Por un lado, plantea un tema absolutamente relevante, cuenta con la colaboración de una docena de comisarios (algunos de ellos tan brillantes como Andrés Hispano) y lo organiza en diferentes secciones: la construcción del deseo a través de revistas, la publicidad o el cine o la tematización del imaginario (la divinidad, el poder, el conocimiento, la modernidad o el ocio para llegar a Bawadi en Dubai, una ciudad totalmente tematizada), para concluir con un inventario de nuevos proyectos que incluyen desde la experimentación con nuevas tecnologías hasta otras tipologías atípicas de propuestas turísticas. Pero por otro lado, pesan más los “displays” (las pantallas, pasarelas, maquetas e instalaciones de dudosa relevancia) que el contenido que se pretende abordar, explicado desde una sofisticada pantalla portátil que acompaña a los visitantes en su recorrido, pero que termina siendo una audio-guía en la que van pasando los textos de introducción que en una exposición tradicional estarían presentados en paneles. Muchas secciones, muchos textos (breves y muy genéricos) y pocas referencias de los elementos que se muestran (sí se referencia el film “Steps” de Zbig Rybczynski, pero no la tabla medieval que representa la ciudad celestial, por poner un ejemplo). Es decir, mucho diseño y poco rigor, mucho enunciado y poco desarrollo. Lo dicho, la construcción del deseo.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)