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La exposición “Antes que todo” surge como un intento por cartografiar el paisaje artístico actual español, para a partir de ahí, generar nuevas expectativas o posibilidades de pensar el presente y poder vislumbrar así el futuro que nos viene, si es que éste no está ya instalado entre nosotros.
“Antes que todo” es la última exposición que se ha inaugurado en el Centro de Arte 2 de Mayo, centro que con apenas dos años de existencia aspira a posicionarse, sobre todo si tenemos en cuenta sus últimas exposiciones, como un referente de la escena institucional madrileña vinculada al arte actual.
La muestra, comisariada por Aimar Arriola y Manuela Moscoso, da a conocer los trabajos de 56 artistas que han gozado de gran visibilidad en el territorio español en los últimos años. Desde Esther Ferrer, la artista más veterana, a artistas como Gabriel Pericás o Daniel Jacoby, los más jóvenes, pasando por Ignasi Aballí, Txomin Badiola, Patricia Esquivias, Dora García, Carles Congost, Adrià Julià y Sergio Prego, sólo por citar algunos.
Que faltan muchos artistas está claro. Una selección siempre es subjetiva, y en este caso, la elección de las obras y artistas por parte de los comisarios también lo es. Son estos los elegidos, como podrían haber sido otros, sin que con ello se hubiera faltado al discurso. Ahora bien, ¿ejemplifica esta selección, con sus distintas conexiones y aperturas de significado, el panorama del estado actual del arte español? De ser esta su intención última, que no lo es, estaría destinada irremediablemente al fracaso, dado la imposibilidad de reunir en una sola muestra todas las tendencias y problemáticas que plantea el arte en la actualidad.
Hace ya tiempo que la mayoría de museos de arte contemporáneo, desde la ya más que consabida crisis de los grandes relatos, renunciaron a narrar historias lineales y cerradas, a favor de crear discursos abiertos que pudieran dar pie a nuevas formas de interpretación y a nuevas asociaciones.
Es “No es el pasado, sino el futuro, lo que determina el presente” la pieza expuesta (perteneciente a la serie “Frases doradas”) de Dora García la que sintetiza, en cierto modo, la fórmula de esta exposición: crear expectativas, es decir, abrir nuevas percepciones y nuevos frentes de discusión en torno a prácticas artísticas que están sucediendo en este momento en un contexto específico. Si por expectativa entendemos lo que está por venir, la esperanza de lo que ha de llegar, esta recopilación supondría un atisbo de lo que podemos intuir que será el futuro de las prácticas artísticas en España. Citando a Iván López Munuera, en el texto que escribe para argumentar uno de los ejes de la muestra, podríamos decir que ésta supone “La ficción convertida en un generador de expectativas que no puede separarse de la realidad, que permite desvelar cómo está formado un colectivo y cómo es el conocimiento que orienta lo cotidiano”.
Y si de expectativas se trata, son muchas, a decir verdad, las que ha suscitado esta exposición. Y más si tenemos en cuenta que desde el verano pasado la institución la ha ido publicitando a través de una serie de textos “Lecturas de verano” donde distintos autores, como Isidoro Valcárcel Medina (que hará de su texto y reflexión su propia obra) Iván López Munuera o Manuel Segade, han ido reflexionado sobre algunos de los aspectos conceptuales de la misma: la convención, el gusto, la expectativa, lo nuevo y el presente. En torno a estos ejes se ha querido articular la exposición, si bien es cierto que el montaje y disposición de las obras en muchas ocasiones no invita a estas aproximaciones. De ahí quizá que nos encontremos obras de unos mismos autores en distintas plantas del edificio, o que los instrumentos de medida (para medir el viento, la humedad, la temperatura, etc.) de Ignasi Aballí se encuentren repartidos por distintas salas y plantas, no sabemos si de forma “estratégica”.
Debido a la política educativa de los museos de querer explicar y acercar al público el arte contemporáneo, junto con la exposición se han creado una serie de recorridos, seis en total, para cada uno de los ejes conceptuales anteriormente citados. De seguir estos itinerarios, al público no le quedará más remedio que subir y bajar plantas una y otra vez, de ir de una punta a otra de la sala, saltándose muchas de las obras. A propósito del público, resulta aleccionadora la “pieza” de Isidoro Valcárcel Medina, “El espectador suspenso” un texto que nos invita a reflexionar sobre ese indeterminado visitante de museos: “El espectador, por regla general, no elige lo que quiere ver. Ahora bien, si es un espectador al uso, lo que sí hace es elegir entre “lo que debe ver”. Pero nada más. Después de todo, el espectador es consciente de que su categoría no existe en el auténtico mundo del arte, ya que una respuesta a esa cuestión le llevaría a desaparecer”.
Las expectativas están creadas. Ahora, será necesario que se tomen nuevos impulsos y que se asuma una política de continuidad en cuanto a este formato de exposiciones se refiere, pues su interés principal radica en el intento, no siempre fácil, de pensar el presente, el aquí y ahora, una tarea, por otra parte, necesaria.
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