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Hans Ulrich Obrist tiene un sueño: “comisariar algún un día una exposición a gran escala de proyectos no realizados”, pero confiesa que cada vez que se acerca a la posibilidad de llevar a cabo esta muestra, algo sale mal. Espacios independientes, propuestas fuera del marco institucional, se convierten en lugares donde la posibilidad certera del error permite seguramente programar con más riesgo, abriendo el campo de lo que supone la producción y presentación en arte.
A fines del 2010 tuvo lugar, simultáneamente en Madrid y Berlín, el LivingRoomFestival (http://livingroomfestival.wordpress.com/).
Durante tres días el festival ofreció una serie de eventos y piezas escénicas en casas particulares, con artistas reconocidos (Los Torreznos, Juan Domínguez) y propuestas más emergentes. Sin dinero de por medio (ningún artista cobró y ningún espectador pagó), el festival tuvo un éxito de público que desbordó todas las expectativas, pese a que la idea de utilizar espacios domésticos no es nueva. Precisamente, la apuesta fue reutilizar lo viejo, incluyendo obras “que ya han tenido su tiempo y que probablemente nunca más serán programadas… para ver cómo este nuevo marco las transforma y produce nuevos significados”. Un concepto imposible en instituciones dedicadas a las artes escénicas, donde el estreno tiene un valor supremo. Esta iniciativa ofrece una positiva reflexión sobre los riesgos que se debieran asumir cuando no se opera dentro de la institución, en este caso, re-programar sólo es posible desde fuera. “Para mi es fundamental que existan estos espacios independientes”, dice Juan Domínguez, quien dirige además el Festival In-Presentable en La Casa Encendida. “No dependen de nada y demuestran una agilidad, espontaneidad y dinamismo imposibles en otros marcos mas relacionados con el mercado. Pero si yo le dedicara todo mi tiempo a estas iniciativas no comería. No soy tan romántico. Pero me gusta seguir desarrollando este tipo de actividades que me ponen en lugares imposibles, lo cual quiere decir que son posibles”.
Otro caso es el del recién inaugurado RMS El espacio gestionado por la agencia cultural madrileña RMS La Asociación. Imposible Show es el primer programa que desarrolla el centro, invitando a una serie de comisarios nacionales y extranjeros a realizar “su exposición imposible”. El punto de partida han sido las 100 obras de arte imposibles (2001) de Dora García. Los comisarios han respondido a este llamado con propuestas que van desde una nota de prensa, una lectura dramatizada o una conferencia performática. Sergio Rubira explica que “al no depender de ninguna institución y estar financiado básicamente por RMS, La Asociación, RMS, El Espacio se convierte en un lugar que podemos utilizar como laboratorio en el que ensayar nuestros propios proyectos. Podemos arriesgarnos más y el contexto de RMS, El Espacio favorece que exista ese riesgo permitiéndonos hacer cosas que serían difíciles en otros lugares”. Sin embargo, nombres como el de Dora García, Tania Pardo o Mathieu Copeland, con trayectorias en espacios reconocibles, podrían formar parte de un programa similar en un espacio oficial. Ha faltado un poco de “imposibilidad” en este show de RMS, dejando libre paso al fallo, al error, algo que no pueden permitirse las instituciones culturales “dependientes” ¿o si?
Rampa, otro joven espacio independiente de Madrid investiga este tema con Prisma, Programa de Investigación en Ciencias de la Ficción (http://cienciasdelaficcion.net/index_en.php). Uno de los asuntos a tratar es la posibilidad de que las instituciones alberguen digresión. Sucede que algunos museos y centros de arte llevan ya unos años repensándose, radicalizando sus propuestas, arriesgando dentro de ciertos límites. En un auténtico ejercicio de ciencia ficción, las instituciones podrían llegar a ofrecer programas alternativos a sus programas oficiales (la cara B, un programa off de sí mismos), alejados de las convenciones, con auténtico riesgo. Y si así fuera, ¿qué rol ocuparían los espacios independientes? ¿Vía libre al parasitismo?
La línea que separa lo independiente de lo institucional es cada vez más difusa. En estas páginas se habló en relación a la crisis del comisariado sobre la necesidad de reinventarse o morir, quizá en el caso de las iniciativas culturales independientes habría que decir: arriesgarse o morir. Y hay un riesgo que continúa siendo privilegio de los que no tienen nada (o poco) que perder: el fracaso. Con su amargo encanto, el fracaso puede ser un camino a explorar en esta tierra sin certezas que hoy habitamos. Como dijo Beckett, “fracasa otra vez, fracasa mejor”.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)