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La poesía precede a la escritura en la historia y no es extraño: los versos breves y los ritmos fácilmente memorizables permitían la transmisión de leyes, costumbres y consejos entre sujetos de una misma sociedad. Así, antes del desarrollo de la escritura, era la memoria humana lo que garantizaba la supervivencia de una lengua que, consecuentemente, llevaba implícita unas tradiciones y una identidad histórica. Con la expansión de la escritura, los usos de las diferentes formas de lenguaje cambiaron: la poesía ya no tiene una finalidad funcional y las leyes y normas no se redactan de manera clara y comprensible, que digamos. Cuando las sociedades occidentales han dominado la escritura, la memoria humana se ha visto más descansada y la conciencia de oralidad ha perdido fuerza. Por otro lado, nos hemos encontrado con nuevas dificultades, como la comunicación entre sujetos y máquinas, que hasta día de hoy es casi sólo posible a través del texto escrito con el teclado (haciendo referencia al uso general ordenador).
En 1955 se publicaba “La pluie et le beau temps”, de Jacques Prévert, en el que, entre otros, se encuentra el poema “L’amour à la robote”, que narra el amor que un hombre siente por una máquina en la que escribe cartas. La manera de comunicarse con ella es la escritura, tal y como ocurre en la relación entre el personaje A-LYSS319 y alguien que la controla. Ella es la protagonista de la obra también titulada “La pluie et le beau temps”, dirigida por Tuixén Benet y estrenada recientemente en el Antic Teatre. Vive en un cubículo, atascada en lo que parece la escenografía de alguna película de ciencia ficción de hace tres o cuatro décadas. No habla pero entiende el texto y escribe para comunicarse con alguien que le responde con mensajes de voz.
En el mundo en el que se nos presenta, una sociedad de criptógrafos ha tomado el control y el orden y está intentando sustituir la escritura por el gesto. La tarea de A-LYSS319 es la de traducir unos textos a movimientos corporales. Ha sido entrenada para ello, tanto dentro de la historia que protagoniza como en la vida real, y es que la bailarina que la representa, Andrea Justo, y Benet idearon un código para expresar las letras con gestos y así poder construir movimientos encadenados que son palabras. Concretamente lo que el espectador ve en forma de danzas, son poemas del libro de Prévert que sólo podrán ser “leídos” por aquellos que entiendan el código de A-LYSS319. Para el espectador es como si pudiéramos encontrar una determinada belleza en la caligrafía o en la disposición de un texto, quedándonos con su imagen y sin necesitar profundizar en su significado. Todo va bien hasta que A-LYSS319 rompe las normas del código, hace nuevos movimientos que el sistema no entiende y este la amenaza con desactivarla.
Baudrillard dijo en una entrevista en 1996 que le costaba trabajar con el ordenador porque todo lo que ve en la pantalla es un texto en forma de imagen a la que debe entrar, y esa entrada es lo que le cuesta. Se hace extraña la respuesta si entendemos que desde los inicios de la escritura el lenguaje fue convertido a texto: un código visual que lo representa. Por eso no es nada propio de los ordenadores que el lenguaje sea una imagen, porque la escritura conlleva esta condición desde su origen. De todos modos, es evidente que existen otros sistemas con los que podemos comunicarnos y que no pasan por la grafía o por el texto. La lengua de signos es un ejemplo, como también lo sería el código de A-LYSS319. ¿Pero sería posible un mundo silencioso en el que las máquinas no entendieran el texto sino una serie de movimientos corporales que realizan los humanos? o, tal y como ocurre en la película “Her”, ¿que personas y máquinas pudiéramos comunicar de forma oral con naturalidad? En caso de que esto suceda, ¿se verá afectada de alguna manera la escritura, tal y como la conocemos? Sea como fuere, los lenguajes llevan implícita la expresión de la historia del poder y el control de la nación que los ha desarrollado, y especular sobre un posible lenguaje hegemónico conlleva, también, especular sobre un tipo de políticas concretas nada inofensivas, como se representa en “La pluie et le beau temps”.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)