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La representación de identidades genera, por lo menos, situaciones complejas. En un momento de mezcla absoluta, de movimiento constante, de conexiones líquidas y viajes transoceánicos, una pausa para discernir el cómo y el qué de la necesidad de observar Latinoamérica desde España parece necesaria.
Estaba yo dictando un workshop para A*DESK y tuve la oportunidad de ver una muestra titulada: “El d-efecto barroco. Políticas de la imagen hispana” en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.
En realidad le agradezco a los curadores el haber armado semejante puesta de alta complejidad territorial y de no tan fácil lectura conceptual para repensarme a mí misma en el contexto que habito, y construyo, todos los días en Argentina.
Cuando recorrí la muestra me puse a rumiar si los latinoamericanos somos barrocos, o no, o si esta cuestión mitificada del tema nos atraviesa de alguna manera positivamente constitutiva. Nosotros, desde nuestro lugar de gestores o productores del arte en el sur del sur de América hacemos muchos chistes intelectuales que tienen que ver con este barroco americano, o sea la incidencia de España – concretamente – en el continente que habitamos. Siempre nos planteamos, de diferentes maneras, los alcances de la conquista; el hoy deconstructivo de aquel pasado que nació como un corpus violento; la actualidad de los famosos estudios culturales; es decir la latinoamericanidad en sí.
En el cono sur el barroco mixturado y la política están al orden del día, esto quiere decir que estos dos conceptos – por cierto muy amplios – nos sitúan en un aquí y un ahora en donde ignorarlos sería estar viviendo en otro continente. Lo que sí es para remarcar es que no es lo mismo Brasil, Chile o Venezuela. Que no todos piensan que el fútbol nos representa como hecho artístico, o que el collage curatorial da cuenta de cómo se muestra qué es Latinoamérica.
Pensar que toda España piensa como Cataluña, o el país Vasco, creo que sería perdernos de qué sucede en un país – solo uno – de gran complejidad cultural. El mito de lo latinoamericano es hoy posiblemente inexistente. Allá por los años 70, por razones netamente ideológicas, construir un cuerpo de representaciones que nuclearan una masa de diferencias pareció ser buena idea. Es más, funcionó muy bien para el debate cultural. Claro, el mundo era otro.
Hoy el universo es tan complejo, tan entramado, tan superpuesto, que es casi imposible determinar quién es quién en ninguna parte del mundo. Al mismo tiempo yo soy latinoamericana y otros son de otras nacionalidades. Cuando viajo por el mundo del arte puedo parecer europea, ya que tengo varias sangres mezcladas al respecto, y además poseo la nacionalidad española conjuntamente con la argentina, pero tengo un apellido de origen austríaco.
“El d_efecto barroco” podría haberse titulado -invento, imagino, en un acto de surrealismo propio- : “¿Existe un barroco latinoamericano?”, o, “Políticas y desinteligencias en la comprensión de qué significa lo hispano americano”, por inventar dos posibles cuestiones. Lo que nos construye desde América es de tanta complejidad, que ni siquiera los curadores, historiadores e investigadores especialistas del tema que están presentes en esta muestra en un espacio extraño con entrevistas cortas filmadas -realmente imperdibles-, pueden precisar con certeza.
Las seguridades en el sur del sur no existen, así no vivimos ni construimos nuestros paradigmas. Las crisis son parte nuestro, por eso es más fácil para nosotros pensar desde ahí, porque nos constituyen, nos atraviesan y nos hacen especular de manera rápida y ágil.
Lo que nosotros pensamos desde el arte es eso: diferencias, superposiciones, criterios disímiles, utopías, crisis y otros. Poder reflejar esta complejidad en una muestra de arte es realmente otra utopía: es MUY difícil. Mucho.
Y entonces cuando nos ven desde afuera qué se supone observan: primeramente caos, problemáticas de compleja resolución, corrupción, intolerancia y también belleza, pasión, un horizonte de posibilidades y unas energías tremendas como para generar alguna idea ilusoria de algo que parezca una verdad. Nuestro arte es esto y mucho más: es ironía extrema en el análisis del concepto, es no mucha tolerancia con el tiempo de espera de una resolución, también es agotamiento en sí mismo si no es posible pensarlo desde dónde y porqué se direcciona para donde se supone debe ir.
Cuando me apresté a transitar por el espacio en el CCCB primeramente subí por una larga escalera mecánica, cuando recorrí toda la muestra lo penúltimo que se veía era una pantalla gigante con algún partido de fútbol más de los tantos que se veneran en alguno de nuestros países del cono sur. Pensé: ¿esta presentación curatorial me representa?. Me auto contesté: no me representa. Pero a la vez de no sentirme representada me hizo pensar mucho en lo que estoy escribiendo aquí.
La duda que me queda es qué habrá entendido un no latinoamericano de esta propuesta. Y creo que lo que haya podido comprender si ha sido de un intenso barroquismo conceptual. Habría que ver si eso es lo que deseaban los curadores después de seis años de investigación al respecto, porque si la intención era explicar algo de lo que se vive en Latinoamérica de alguna manera posible, no sé si se ha logrado. Pero, no lograrlo, también puede ser un éxito; depende del ángulo con el que se mire. Este es, netamente, un pensamiento latinoamericano al respecto.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)