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Pese a la proliferación (y necesidad) de propuestas como conferencias, seminarios, mesas redondas, workshops, publicaciones y demás actividades vinculadas al discurso artístico, la exposición continúa siendo el marco de consumo y relación por excelencia en el contexto arte.
Desde su liderazgo, el hecho expositivo suele plantear – ya sea desde la posición del curador, la institución o el propio artista – diferentes estrategias de aproximación para/con el usuario, que precisa canales de acceso efectivos para favorecer su contacto y, de este modo, su ampliación de conocimiento o de opinión crítica.
Por este motivo, el display expositivo plantea la difícil tarea de favorecer los mecanismos de comunicación entre lo allí expuesto y el receptor; labor no siempre fácil. Textos de sala, recorridos pautados, vinilos informativos, ámbitos temáticos, etc… que, cercanos a una especie de instrucciones de uso, permiten una aproximación (a veces excesivamente lineal y cerrada) a la exposición con el objetivo de asegurar su consumo responsable. No obstante, hay veces en que, desde los mismos espacios de presentación del arte – galerías, museos, centros de arte… – estos mecanismos de acceso están planteados de manera distinta, alejándose incluso de lo que normalmente entendemos o esperamos recibir como “exposición”.
Algo de esto ocurre al entrar en contacto con “Comunidad. Archivo F.X: La ciudad vacía”, propuesta que el artista Pedro G. Romero presenta actualmente en la Fundación Antoni Tàpies de Barcelona, última formalización del vasto archivo visual y textual que, desde finales de los noventa, el artista dedica a la iconoclastia antisacramental en España entre 1845 y 1945. Un trabajo en evolución constante que, a lo largo de los años ha ido adoptando diferentes sistemas de presentación; seminarios, conferencias, publicaciones o múltiples prácticas artísticas, como en este caso la instalación arquitectónica que ocupa el espacio principal de la Fundación.
El display expositivo plantea la difícil tarea de favorecer los mecanismos de comunicación entre lo allí expuesto y el receptor; labor no siempre fácil.
Siguiendo las tesis de Pedro G. Romero, y explorando así las aportaciones de la iconoclastia en España como aproximación a las construcciones políticas de la ciudad moderna, y por lo tanto de la vida comunitaria (eje principal de tal estudio), la muestra establece un paralelismo entre la práctica iconoclasta y el modelo de urbe representado por Ciudad Badía, el paradigma (según el artista) de la ciudad vacía y despolitizada que define la noción de ciudad capitalista moderna. Por lo tanto, desde las similitudes y nexos que el artista establece entre ciertos debates de la vanguardia artística (como los movimientos rupturistas de la arquitectura moderna), las nuevas concepciones de la ciudad y la actitud radical de los militantes anticlericales, “Comunidad” se erige como un complejo sistema de andamiajes (tanto físicos como conceptuales) por los que el visitante transita libremente – sin conducciones claras – recibiendo múltiples estímulos e informaciones a distintos niveles.
“Comunidad” altera de forma radical el ritual de visita de la Fundación Tàpies (y del hecho expositivo en si mismo), ofreciendo al usuario infinidad de pautas de entrada y accesibilidad al discurso que articula la exposición. En este sentido, y pese a la confusión inicial que genera el proyecto, no podemos decir que la misma sea fallida, poco accesible o excesivamente codificada, sino que simplemente ensaya otros modelos de presentación y comunicación expositiva para invitar al espectador – frecuentemente distante y cómodo en su rol – a un consumo libre y comprometido de los contenidos de la misma. En este sentido, “Comunidad” es una macroinstalación espacial que, cercana a una escenografía teatral en la que el usuario se convierte en actor – deambulando más o menos perplejo por la pluralidad de lo que recibe – escenifica de forma coreográfica la propia idea de archivo para convertirlo así en una especie de ciudad inexistente (de ahí el potencial simbólico del andamio), similar a lo ocurrido en la concepción urbanística de Ciudad Badía. De este modo, al igual que la falta de estructuras políticas de Badía del Vallés generó en la ciudad un sistema comunitario de gran actividad y asociacionismo, Pedro G. Romero plantea en la muestra un modelo comunitario parecido a partir de los diferentes ámbitos temáticos y el tránsito-participación del visitante.
“Comunidad” se erige como un complejo sistema de andamiajes (tanto físicos como conceptuales) por los que el visitante transita libremente – sin conducciones claras – recibiendo múltiples estímulos e informaciones.
Si en los modelos expositivos convencionales el gesto y actitud del receptor están deliberadamente acotados de entrada, en “Comunidad. Archivo F.X.: La ciudad vacía”, esto queda desprotegido voluntariamente, convirtiendo al usuario en parte implicada; de hecho, y como apunta el propio artista, en habitante temporal de tal sistema comunitario. No obstante, dicha presentación de la exposición implica un riesgo; un formato poco usual que incluso puede llegar a ser contraproducente para una recepción efectiva de la exposición. Múltiples pautas de acceso, asociaciones libres, cripticismo en sus contenidos… es decir, elementos que dificultan y despistan a este actor-visitante que, aunque participa activamente con su deriva por pasillos, pasarelas colgantes y escaleras, puede llegar a perder el hilo argumental de la exposición, ordenada casi de forma delirante desde múltiples posibilidades conceptuales. La percepción de la ciudad moderna por parte de Pier Paolo Pasolini, las formas marginales de archivo que centran el trabajo curatorial de Ute Meta Bauer, fotografías de la destrucción y la reconstrucción de la Cámara Santa de Oviedo durante la Guerra Civil, los costaleros de Semana Santa, una versión del film “Perros Callejeros” de José Antonio de la Loma con voz en off en la que diferentes mujeres explican la película… en definitiva, un sinfín de mecanismos de intermediación que precisan de un consumidor implicado para ensayar así diferentes sistemas de presentación alrededor de las nociones de archivo y comunidad.
Aparte de dicha instalación, la exposición recoge en la planta baja de la Fundación Tàpies, y en un formato de clasificación más tradicional, una parte importante de la extensa documentación que conforma el Archivo F.X., desde fotografías, textos, publicaciones o videos vinculados a la práctica iconoclasta que articula el trabajo de investigación de Pedro G. Romero
En definitiva, y tras formar parte efímera de dicha comunidad como visitante-habitante, la afirmación de “esto no es una exposición”, utilizada por el propio artista para definir “Comunidad. Archivo F.X.: La ciudad vacía”, cobra sentido por la complejidad – y a la vez libertad de actuación – que reclama su acercamiento. Y es que realmente “Comunidad” no es exactamente una exposición, aunque se ofrezca y se visibilice como tal. En caso de serlo, el usuario debería seguir siendo un simple espectador-visitante, y está claro que no lo es. Ahora bien, que dicho receptor sea capaz o no de entrar en el juego de relaciones y simbologías que propone Pedro G. Romero, que esté o no interesado en formar parte de tal comunidad, ya depende de cada uno.
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