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Charles Saatchi ha puesto en marcha un programa de televisión cazatalentos de artistas contemporáneos que emula el formato Gran Hermano. La telegénesis, la televisión espectáculo y la consecución del éxito han llegado al arte contemporáneo. Todo aderezado por un intento desesperado por recuperar la pulsión perdida de los YBA. Recuperamos un artículo de JJ Charlesworth, escrito originalmente para ArtReview, en el que repasa las implicaciones de la iniciativa del célebre publicista inglés, en relación a la nostalgia por las condiciones que permitieron a críticos como Greenberg monopolizar la crítica de arte frente a los nuevos modelos de distribución en la industria cultural que implica la red.
De los Grandes del Futuro de ArtReview al nuevo programa de televisión de talentos de Charles Saatchi, es el día del juicio en el mundo del arte.
Justo cuando estábamos poniendo los retoques finales al grupo de artistas que conforman la lista de los Grandes del Futuro de ArtReview, escuchamos las noticias de que el súper coleccionista Charles Saatchi iba a lanzar un nuevo programa de televisión tipo X Factor (Operación Triunfo) para buscar “la próxima generación de Young British Artists”. Habíamos pasado los últimos dos meses siguiendo meticulosamente los argumentos de algunos de los mejores artistas, comisarios y críticos del mundo, sobre cuáles podían ser los artistas emergentes que potencialmente ocuparían el lugar de los ‘grandes del futuro’, y entonces aparece Saatchi y nos muestra a todos cómo se hacen las cosas – con un puto concurso de talentos de arte en la tele, no?
Es fácil sentirse fastidiado por la X Factor-ización de Saatchi para juzgar lo que es bueno y lo que no. Pero lo que convierte la última aventura de Saatchi en algo un tanto vergonzoso para algunos, no es el que esté reclamando el derecho de juzgar tu arte (los candidatos pueden presentar su trabajo en submityourart.princesstv.com). Los comisarios, después de todo, están continuamente tomando decisiones sobre quién expone. El asunto es que Saatchi está haciendo un espectáculo de la imposición de juicios de valor, y en el mundo posmoderno, imponer tus puntos de vista a todo el mundo parece algo intolerable e insensible. Imponer tus puntos de vista y juzgar es un problema que los críticos de arte continúan ejercitando -generalmente bajo las líneas de “¿por qué no hay más críticos geniales como Clement Greenberg hoy en día?” versus “¿quiénes somos nosotros para juzgar?”- quedándose atascados en la suposición que, debido a que el viejo monopolio modernista sobre juicios de valor ha caducado, todas las opciones deben ser iguales o que nadie tiene ningún motivo para tener la razón más que otros.
Pero mientras que la cultura de cómo se elaboran juicios críticos ha cambiado, la manera en que la cultura se transmite también está cambiando. Reflexionando sobre la historia de Saatchi fui a ver al ganador del premio Turner, Mark Leckey, presentar su excelente conferencia multimedia Mark Leckey en un Mundo de Cola Larga, en el ICA, en Londres. Como si fuera un conferenciante de estudios culturales, cool y en éxtasis, Leckey nos instruyó majestuosamente sobre las implicaciones artísticas de la teoría de ‘la cola larga’ del guru de Internet, Chris Anderson; teoría que explica que en lugar de vender grandes volúmenes del mismo artículo -como hacían los negocios en el pasado- un nuevo modelo de negocio está emergiendo, basado en vender muchas pequeñas cantidades de muchas cosas diferentes -un modelo de mercado tipo nicho, revolucionado por Internet. Leckey señaló algunas de las consecuencias: la industria de la música pop, antes basada en vender millones de copias del mismo ‘hit’, está colapsando ahora que todo el mundo puede difundir a quien quiera la música que quiera y a un coste mínimo.
Conseguir que millones de personas compren millones de copias del mismo disco de pop significa tener un monopolio de su atención unos pocos transmitiendo a muchos. El programa de televisión de Saatchi intenta recrear artificialmente las condiciones que una vez le permitieron a críticos como Greenberg monopolizar la crítica de arte -‘transmitiendo’ los juicios de uno a muchos- en un período en el que nadie parece preparado para hacer juicios de valor demasiado públicos sobre el arte.
Mientras nuestra cultura odia ser demasiado juiciosa sobre lo que sea, estamos hipnotizados por el terreno dramático de los juzgados-que-juzgan-vía-TV, incluyendo en el paquete la música pop, los negocios e incluso el arte contemporáneo: Simon Cowell hace el X Factor, Alan Sugar protagoniza The Apprentice; y ahora Charles Saatchi, una vez la gran influencia en el contexto del arte británico, está buscando reinventar los buenos viejos tiempos mediante la compra de derechos televisivos para nuestra atención, esperando, quizá, extender lo que le queda de vida a la decadente marca “YBA”.
Extrañamente, sin embargo, aunque aparentemente veremos al gran hombre en acción, Saatchi parece demasiado tímido para dejarnos oírle hablar. Los peores juicios son casi siempre los que son inexplicables y en privado -cosa que hace que la crítica de arte siga siendo importante. Como crítico, Greenberg puede haber sido la voz elitista del uno transmitiendo a muchos, pero al menos tenía que levantarse o caerse por sus propios pronunciamientos públicos.
Pero si el modelo uno-a-muchos es revelador ¿cuál es el futuro para los juicios críticos? ¿Nos quedaremos con una “larga cola” de innumerables nichos de arte libres de juicio a un lado y con concursos mass-media de talentos de arte elaborados cínicamente al otro? Si nuestros Grandes del Futuro son mejores que eso, esperamos que sea porque los argumentos que nuestros seleccionadores hicieron sobre los artistas elegidos eran convincentes. Y si no lo son, bueno, ya saben donde encontrarnos – hay pocas cosas mejores que una discusión vívida cuando se trata de elegir entre lo bueno, lo malo y lo que … no es telegénico.
Traducido por Vanessa Oniboni
Anteriormente publicado en ArtReview no 30, marzo 2009 www.artreviewdigital.com
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