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ADN platform presenta Los márgenes de la fábrica, proyecto de la pareja artística formada por la vasca Iratxe Jaio y el holandés Klaas van Gorkum, y comisariado por Latitudes, Max Andrews y Mariana Cánepa Luna. La muestra explora el concepto del trabajo desde diferentes perspectivas: La del cuestionamiento de la obra de arte como mercancía o fetiche; la del trabajo manufacturado o artesanal en contraposición a nuevos parámetros laborales actuales; y el trabajo que acude a lo emocional, aquello que pertenece en cierta medida a nuestro imaginario personal, familiar y emotivo.
Como testigo de lo social, el arte puede indicarnos qué puede y qué no puede ya seguir ocurriendo. Tanto Iratxe Jaio como Klaas van Gorkum han demostrado con su proyecto en ADN platform que si nos encontramos en un tiempo de cambio, tenemos que saber que el arte será quizás uno de los últimos bastiones para la arqueología de la memoria, materializada esa memoria -en este caso- en un trabajo manual que está abocado a su fin. También para una idea del arte como contenedor de la memoria propia o como una suerte de conservador de las “otras” memorias, de los otros relatos que quizás por ser menos conocidos o sencillamente mas íntimos, pasan desapercibidos hasta su pérdida. Algo así como una transmisión generacional del recuerdo, quizás una transmisión que ha pasado de lo oral a lo videográfico.
Los artistas parten de un punto de su biografía particular para confluir en una obra conjunta. Una obra, como remarca el titulo del proyecto, al margen del trabajo “central”: Si el abuelo de Van Gorkum trabajaba el torno en su tiempo libre, las mujeres de Markina utilizan lo que sobra para hacer otras cosas. El ocio del jubilado y la rebaba plástica de un trabajo manual mecánico reutilizado por las trabajadoras del grupo Mondragón conforman el centro de gravedad de este proyecto, el cual se enfrenta con el trabajo estandarizado y hegemónico de una sociedad deshumanizada.
En las prácticas artísticas contemporáneas estamos habituados a que el camuflaje estético-teórico se convierta en algo laberíntico y encriptado. Sin embargo, en este proyecto hay un carácter pedagógico que conforma el material de manera concisa y clara, pese a su carácter polimórfico. Es interesante ver cómo las tizas de Oteiza se revisan en un material definitivo, mientras el artista las utilizaba (del año 1972 al 74) como un juego infinito para investigar sobre el espacio pero con un carácter perecedero y frágil.
Las relaciones entre arte y trabajo que se entrelazan en este proyecto acaban conformando las piezas, que cobran importancia en el propio proceso. Las obras parten de los márgenes de manera casi literal. Las esculturas y los vídeos en los que se recogen esas practicas “marginales” completan el imaginario. Las obras remarcan la vida (política) del objeto como material valorable en la comunidad a través del trabajo acumulado para su realización. En un capitalismo feroz que nos arrastra a todos como en una riada, proyectos como este devienen asideros donde agarrarse, esperanzas desde los márgenes.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)