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Me propongo escribir sobre las intervenciones de “Todo lo que me gusta es ……….. , …………, o engorda” de Job Ramos en el Nyamnyam, consciente de que las ideas que tengo son como una masa difusa que se escapa cuando quiero acercarme a ellas. Comienzo a pulsar teclas con la esperanza de que esto de escribir es algo que se va haciendo a sí mismo, y que acabaré sabiendo qué pienso. “Algo que se va haciendo a sí mismo”. Reescribo la frase con vergüenza, no es casual que la haya utilizado: he pensado que así hacía un guiño a los pocos que lo han leído, apuntada en un papel pegado en una pared del Nyamnyam, o a la chica a la que Job leyó esta frase discretamente. A menudo la repetición revela instantes que, si sólo sucedieran una vez, pasarían desapercibidos.
Antes de empezar este texto he repasado las crónicas que Rubén Ramos ha escrito sobre las tres (una, dos y [tres->http://www.tea-tron.com/rubenramos/blog/2014/03/22/notas-que-patinan-41-nada-es-lo-que-parece-alrededor-de-una-mesa/) jornadas del programa de intervenciones de Job, que ya se han llevado a cabo y me he confirmado que no estoy sola en esta incertidumbre. Creo que Rubén y yo somos los únicos que hemos ido a todas las sesiones y ahora ya sólo queda una. Como las anteriores, (es hoy al mediodía) mientras los asistentes comemos.
Todo ha sido normal en apariencia: la comida ha sido siempre igual de buena, la gente ha comido, bebido y conversado, el ambiente no ha sido incómodo a excepción de momentos en los que algunos asistentes han mostrado un poco de inquietud porque parecía que el artista no haría nada. Job no llama la atención más que el resto. Él dirige con sutileza a los asistentes. Creo que es consciente de la decepción que provoca en la mayoría el hecho de que no haga nada y, quizá para tranquilizar un poco a todos, y también a Iñaki y Ariadna (propietarios del Nyamnyam ) y a él mismo, al final del primer almuerzo explicó que su idea era que hubiera hechos que se repitieran cada jornada. Así, los gestos acumulados a lo largo del ciclo acabarían componiendo una coreografía que conduciría lo que pasaría en la última sesión. Como algo que se va haciendo a sí mismo, me repito.
A los pocos que volvimos al segundo almuerzo nos hizo sentar en el mismo lugar que el primer día. La mayoría era gente nueva. El menú fue el mismo. La disposición de los elementos era la misma. Un plato roto sobre la mesa, un poco de harina en un rincón del suelo, diapositivas en la ventana. Sentí la obligación de tener que contribuir a que se repitieran cosas del primer día, que se me había asignado este rol sin que yo lo hubiera pedido y que seguro que Rubén y alguien también debían hacerlo y me empecé a poner nerviosa porque no tenía ganas, ni tenía por qué hacerlo pero me habían hecho sentar en ese lugar y en realidad nadie me había dicho explícitamente que tuviera que hacer nada en concreto. Entonces sospeché que allí había alguien con una mente muy retorcida. En esta comida pasaron algunas cosas nuevas que se intentaron repetir en la tercera, forzando absurdamente las piezas para que encajaran en una artificialidad muy extraña, sin tener ninguna obligación, sólo con la voluntad de buscar la repetición porque eso es lo que el artista ha dicho que quiere.
En la acción que se repite no cabe lo imprevisto, no podemos hacerlo mal. Hemos generado unos hábitos que nos aportan seguridad y llegamos al tercer día y sabemos cuál es nuestro lugar. Está el plato roto sobre la mesa, hay un poco de harina en un rincón del suelo, diapositivas en la ventana. Algunas cosas han cambiado y hay gente nueva. Me resuena la idea de repetición y, aunque el propio Job es el primero que no parece esforzarse en repetir nada en especial, no puedo evitar sentir que todo ha sido planificado y desconfío sin tener demasiado claro de qué. Al menos sé cuál es mi lugar.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)