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«La dislocation, où les phrases s’écartent et se dispersent, ou bien se bousculent et coexistent, et les lettres, la typographie se met à danser, à mesure que la croisade délire. Voilà des modèles d’écriture nomade et rhizomatique. L’écriture épouse une machine de guerre et des lignes de fuite, elle abandonne les strates, les segmentarités, la sédentarité…»
Resulta difícil leer esta frase y no pensar que cuando fue escrita no existía algo parecido a la web. Sorprende constatar que ese trabajo que Deleuze y Guattari hicieron a cuatro manos –sin ellos saberlo ni sospecharlo- trazaba de manera anticipada un mapa hiperlúcido de las posibilidades que tienen hoy la producción y distribución del pensamiento crítico.
Nuestro momento actual es uno de urgencia y catástrofe: de transformaciones profundas y constantes que afectan la estabilidad del mundo, pero también la del sujeto. Mientras que todas las estructuras y sus saberes institucionalizados apuntan a la inmovilidad y al “quietismo” lo cierto es que nada ni al exterior del mundo que nos rodea, ni al interior de nuestro universo afectivo parece sostenerse de manera muy sólida.
Es en ese contexto inestable en el que la crítica tiene lugar: el de suscitar el ejercicio reflexivo. La cuestión de la crítica remite en primera instancia a la del lugar que ocupa, desde donde se ejerce. Surge de inmediato el concepto de margen. Porque ¿cómo podemos evaluar una idea, una postura, una sociedad si se está completamente inmerso e inmovilizado dentro de ellas? Sólo el margen, por su condición de distancia y alejamiento y sobretodo por su carácter móvil y desplazable puede brindar ese espacio.
La lectura del contexto, el ejercicio de la reflexión, el modelo de escritura rizomática y su distribución por medio de líneas de fuga, ofrece entonces las posibilidades de crear pequeñas máquinas con las que trabajar de manera flexible y a distintas potencias el pensamiento crítico, es decir nos ofrece entonces la posibilidad de “hacer una política” cifrada en el ejercicio reflexivo y autodesmantelador. La negociación de esa “gestión política” tiene como objetivo la creación de un espacio que a su vez se encuentre con otros y haga constelación.
Confiamos y apostamos por la proliferación de estas intervenciones y la creación de plataformas-dispositivo desde los márgenes que supone una revista de crítica a la producción simbólica puesta en la inmensidad de la red. Pues pensamos que estas plataformas son como espejos, que partiendo de un deseo común encuentran su razón de ser, que es la de crear y multiplicar vínculos culturales a su vez reflejantes y generadores de pensamiento y de una esfera pública.
Salonkritik es una revista de crítica artística y cultural, que poco a poco se ha ido construyendo a partir de la premisa de una política editorial fundada en la experiencia y la experimentación del ejercicio reflexivo, a partir de un ideal que busca conciliar la exigencia del análisis cultural y la teoría crítica con el reto que para su desarrollo supone el estar y ejercerse online.
Con ese ejercerse online como base de su política, persigue suscitar y hacer productivos la crítica y el análisis de las diferentes disciplinas que, asociadas, conforman la cultura. Para ello la revista explora nuevos territorios en el trazado de líneas transversales entre los distintos géneros, habitando y procurando hacer fértiles los espacios intersticiales, la fisura, la frontera, el margen mismo en que la diversidad de los modos de la creación cultural contemporánea se despliega en la actualidad, de manera que a las tradicionales separaciones rígidas, forzadas, seccionadas, busca oponerles un modelo de contaminaciones recíprocas y diálogos encontrados.
Así el espíritu crítico puede actuar de manera enlazada y transformarse en un dispositivo de desmantelación para ser usado. Que obliga a cambiar de perspectiva pero también de ritmos y velocidades, porque al tomar distancia, paradójicamente, se vuelve rápido y lento a la vez. Lento, ya que para pensar se requiere de la emancipación de la dinámicas de los relojes, trabajar menos, pensar más, hablar menos, escuchar más, leer. Se necesita un tiempo dilatado o en suspenso, de alguna manera sustraído al sistema de producción, al juego de las pérdidas y los beneficios.
Sabemos hasta qué punto pedirle ese tiempo a una época que se reafirma en escatimarlo es una empresa utópica, que nos remite a la idea urgencia del principio, y esta urgencia, nos hace afirmar que adoptar una política para el pensamiento crítico es también hacerse mucho más rápido y capaz de anticipar la necesidad de abrir un espacio y un tiempo que potencien el ejercicio reflexivo de la escritura y sus agenciamientos, pero también el hallazgo de las grietas, y en esos intersticios servir de espejo que refleja y sirve de máquina al servicio de la desmantelación de la ya irrefrenable producción simbólica en la que cada día vive y muere nuestra civilización.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)