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¿el artista realiza arte para el medio, o el medio institucionaliza lo que éste produce? El análisis de esta relación compleja entre medio y artista nos garantiza la comprensión, en parte, del funcionamiento del mundo del arte.
La institucionalización de la obra es un tema de debate en el campo del arte que siempre recurre a presupuestos que no parecen estar demasiado establecidos. Es verdad que el artista produce para un medio que lo contiene o lo ejecta –depende los casos- porque es ahí donde se mueve y vive.
Ir al encuentro de lo institucional (museo, galería, espacio de arte, centro cultural) es una relación incuestionable del artista y el medio. Es decir: ¿el artista o grupo de artistas realiza arte para el medio, o el medio institucionaliza lo que éste produce? El análisis de esta relación compleja entre medio y artista nos garantiza la comprensión, en parte, del funcionamiento del mundo del arte.
Lo artístico construye un bien simbólico cultural que ejecuta en su hacer un concepto movilizador de la psiquis humana. El observador se posiciona ante el objeto arte (pintura, escultura, cine, animación computada, acción, performance u otros) en una situación de configuración perceptiva y/o crítica. Cuando el espectador realiza esta operatoria está completando un pequeño paso del circuito del arte en una de sus fases.
Previamente el artista produjo la obra, estrictamente realizó el objeto artístico con intenciones de que sea apreciado, observado o consumido. Institucionalizar una situación cualquiera es: conferir carácter de institución; esto es construir una significación característica de un espacio institucional.
Si el mundo del arte presupone que el artista produce obras ingenuamente en esta relación de cimentación de carácter asociativo, ciertamente está equivocado.
También institucionalizar significa colaborar en la dinámica de la legitimación corporativa. Un ejemplo sencillo es cuando un artista muy conocido, de gran trayectoria y reconocimiento, realiza exposiciones o apadrina a artistas mas jóvenes, o que son de su interés. Esta actitud institucionaliza la figura del joven artista, además de instituir su figura dentro del campo del arte.
Esta operatoria, realizada corrientemente por curadores y gestores de cultura además de por artistas con experiencia, es realmente una institución en sí misma. Instituir lo que instaura es construir operatorias legitimadoras en gran escala.
Un ejemplo muy concreto de lo que estoy mencionando es la fundación hace ya unos años del Museo de Arte Contemporáneo de Rosario, Argentina (www.macromuseo.org.ar) que fue pensado y pergeñado como una institución instituyente en dónde artistas y campo del arte realizaron en conjunto la operatoria –totalmente consciente- de construir una institución legitimadora fuera de Buenos Aires, que es la capital del país. ¿Cómo se realizó está operatoria? En relación a los artistas, éstos donaron obras significativas de su historia productiva solamente con una contraprestación monetaria de lo que hoy sería un poco más de cien euros para construir la colección más importante de arte contemporáneo argentino. Así artistas y directivos del museo institucionalizaron una mecánica que después trajo problemas en el ambiente nacional cuando otras instituciones quisieron adoptarla para sus beneficios.
La institucionalización construye un corpus de obra que podríamos catalogar como obra para el campo del arte. ¿Esta obra específica es considerada arte? ¿Está demasiado contaminada por hondas intenciones, o no lo está? Ciertamente esa obra es arte: construye cuerpo de arte, está en el mercado, es observada y también criticada no inscribiéndose particularmente en un análisis minucioso de si es arte con dobles intenciones o arte verdadero.
El arte verdadero es un tema que está emparentado directamente con estas producciones, el concepto de verdad en el mundo del arte es complejo y está atravesado por todas los representantes que componen el mismo. La institución construye carácter de verdad en la producción artística, esto quiere decir que si una obra está en una institución prestigiosa se la considera verdadera obra de arte.
Un caso interesante de analizar es el de la obra artística titulada Pinche cable (www.pinche.com.ar). En Argentina la señal de televisión privada o satelital es muchas veces compartida por vecinos y amigos para que los costos de la misma sean menos elevados, eso se dice en la jerga cotidiana: pinchar el cable.
Un artista mediático que posee la ciudad de Rosario ideo una obra ideológica y conceptualmente irónica con respecto a esta situación social determinada en el país. Así Fabricio Caiazza (Faca) pensó y creo esta obra que se presentó, entre otros lugares, en el mencionado Museo de Arte Contemporáneo de Rosario. Cuando la obra se dio a conocer públicamente una persona vinculada con el fuero judicial empezó una demanda penal contra el artista por apología del delito, de la cual, después de varios años de lucha, fue sobreseído completamente hace solo unas semanas atrás.
Lo interesante de este caso artístico es cómo un concepto cuestionador del status quo terminó deslegitimado por un actor institucional foráneo al mundo del arte, pero perteneciente ni más ni menos al fuero judicial (el que se supone que tiene poder autónomo sobre los otros fueros). En esta pelea de carácter penal –que no es poca cosa- el Museo (monstruo institucionalizador) apoyó al artista, igual hicieron son su firma y nombre todos los actores importantes del arte nacional. La causa siguió su curso hasta que la justicia determino que Pinche empalme justo sí era una obra de arte y no era ilegal.
Este ejemplo nos sirve para cavilar como la institución arte traspasó sus fronteras hasta la institución justicia y como una obra de arte instituyó – sin proponérselo directamente – un antecedente judicial al respecto de lo cuestionador, lo censurable, o lo crítico dentro del medio.
La institucionalización, como se ve, no es sólo característica del ambiente del arte, pero su figura de gran peso conceptual, puede invadir el mismo desde diferentes ámbitos. Su gran poder construye territorios de presencia real y suele cuestionar muy poco si estos son capaces de sostenerse por sí mismos, o si los objetos de arte que lo componen son, o no, arte de verdad.
El artista hace arte, la institución instituye y legitima y después de eso todo lo que sucede entre medio, o por abajo, es como un boomerang de alto poder alegórico. Después que Faca se propuso hacer Pinche Empalme Justo pensó en que la apología del delito es realmente una construcción irónica en Argentina. También tanto el artista como los espectadores saben que un acto delictivo, desde la perspectiva del arte, posee la posibilidad de un decir que muchas veces el fuero judicial parece ignorar. Instituir resistencia cultural se puede, y se puede también sentar jurisprudencia sobre lo que es, o no es, arte. Las instituciones culturales saben que instituyendo hacen campo cultural, pero también están al tanto que si fuerzan los fueros, éstos pueden convertirse en sus más temidos enemigos. Si esto sucede lo que se vislumbra es solamente el bello horizonte de la pinche institución arte.
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