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La gran implicación filosófica de la mecánica cuántica es que no existe algo considerable como observador independiente. La formulación más popular de esta concepción es tal vez el principio de Incertidumbre que postuló Werner Heisenberg en 1925. Para entonces los habitantes del mundo se encontraban en una etapa de redescubrimiento, ya que desde la aparición de los rayos X y la teoría de la relatividad, la realidad se presentaba por completo diferente a lo que antes había sido. Esto significó un gran cambio en la conciencia humana y afectó profundamente al arte que por entonces comenzaba a encontrar respuestas en una visión abstracta del mundo. Los físicos de hoy saben que la conciencia forma parte de sus mediciones, “lo que observamos” escribió Heisenberg, “no es la naturaleza en sí misma, sino la naturaleza expuesta a nuestro método indagador”. Lo que sugería este concepto no newtoniano era que la realidad sobrepasa nuestras capacidades lógicas para aprehenderla.
Desde esta perspectiva es interesante pensar el arte como una disciplina que se sustenta en base a la creación de subjetividad mediante (o no) la materia. Principio de Incertidumbre, la exposición comisariada por Bernardo Sopelana en The Goma, viene a proponernos, de la mano de la teoría de Heisenberg, que abramos la mente y sostengamos un enfoque del mundo dejando de lado nuestras concepciones espacio-temporales, cosa que puede sonar ilógica, pero resultar tremendamente iluminadora. Para ello los artistas han dispuesto sus obras del tal manera que nos desorientan en una constelación totalmente caótica de situaciones y narrativas que subyacen en la incertidumbre.
Esta exposición plantea un “pasado” y un “futuro”, quebrando el siempre presente “ahora” que, en su totalidad, contiene a ambos en una unidad intemporal. Es sabido que sistemas de conocimiento no lineal como el Iching funcionan aceptando que una parte del todo es representativa en cualquier momento de su integridad, del mismo modo que una pequeña porción de un holograma contiene no obstante su imagen entera. En Dateless Alfredo Rodríguez nos presenta los vestigios arqueológicos de la creación de un holograma dividido en tres fragmentos que fueron creados mediante un proceso fotográfico con el objetivo de mutar la memoria del objeto original. Utilizando el principio alquímico de la mutación, este artista va diluyendo y materializando la realidad estableciendo la imposibilidad de comprobar la existencia de un tiempo y un cuerpo únicos, y con todo ello, aportando diferentes niveles de comprensión y acceso al origen de la imagen, su forma, contenido y significado.
Momentum de Alejandro Guijarro, echa un vistazo al extraño mundo de la física cuántica en una serie fotográfica de las pizarras de las universidades más prestigiosas del mundo en la materia. Sin esos cálculos los físicos no podrían diseñar las centrales nucleares, explicar cómo el sol se mantiene caliente o cómo los impulsos del consciente y el inconsciente de la mente forman una unidad aparentemente en equilibrio. En este último caso es interesante ver cómo la física cuántica cruza sus conocimientos con los de disciplinas tan ancestrales como la meditación, mediante la cual, señalan los monjes Zen, nuestro cerebro puede aquietar incluso su actividad más mínima provocando la casi disolución de nuestra consciencia.
Ahora, sabiendo que la ciencia tiene en cuenta nuestra consciencia para hacer sus mediciones, cabría preguntarnos ¿Si nuestra conciencia fuese distinta, el mundo que observamos también lo sería? o como hace Nicolás Lamas, citando a Einstein, What does a fish know about the water in which he swims all his life? En esta pieza el juego de billar es utilizado como metáfora de las distintas posiciones espaciales que puede cobrar el juego desprovisto de sus reglas y materialidad conocidas. Las bolas se han transformado en unos elementos informes que sin embargo poseen una inquieta aura de realidad y proveen, como otras piezas de la exposición, un entorno curiosamente reconocible a pesar de su pequeño tamaño. Principio de Incertidumbre provoca esa parte del cerebro que, activada por el ojo, experimenta las sensaciones físicas más desconcertantes.
¿Es que la realidad, como se preguntaría Eisenberg, sólo existe porque nosotros la observamos? Sólo las mentes pueden practicar la ciencia y producir arte, solo las mentes muy entrenadas y los instrumentos diseñados por ellas pueden detectar la realidad no obvia. Bernardo Sopelana ha sembrado en nosotros la incertidumbre, y al contrario del pragmatismo de Frank Stella, nos asegura que lo que vemos no es lo que vemos y que si bien los objetivos del arte son permanentes, su despliegue cambia de forma paralela al cambio en la consciencia y mentalidad humanas.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)