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“Caminaba yo por el Machu Pichu cuando me topé con una secta neopitagórica”. Así empezaba el profesor de Historia de las ideas estéticas una de sus sesiones en la facultad de Historia del arte en Santiago de Compostela hace más de 10 años.
Mientras, en la Facultad Bellas Artes de Pontevedra, un estudiante defendía su obra Blanco sobre blanco, o lo que es lo mismo, arroz al vapor en un plato blanco. Ya no bastaba con pintar o esculpir, era necesario trazar una línea de investigación, aprender a desarrollar un proyecto artístico y a defender una idea.
Muchos de aquellos estudiantes son los artistas gallegos del presente. Algunos han logrado dar el salto a los circuitos del mercado del arte y sus obras se venden en galerías. El MARCO de Vigo contribuye a legitimar el estatus de alguno de estos artistas con la exposición Veraneantes, cuyo título se ha tomado de la obra de teatro de Máximo Gorki. Puede que en una doble lectura, haga referencia a lo festivo y estacional de lo que se ha convertido en Galicia el acceso al arte actual.
En este sentido, tiene especial mérito que el MARCO haya querido producir obra. Lo había hecho ya en la exposición colectiva Urbanitas (2006) pero eran tiempos mejores. Entre los protagonistas, artistas nacidos a partir de 1970 como Nano 4814, Carme Nogueira, Jorge Perianes, Rubén Ramos, etc.
En esta ocasión, Veraneantes reúne obra de 26 artistas nacidos entre 1979 y 1986. Varios comparten el interés por lo identitario: en referencia al territorio, la memoria y la historia, están los proyectos de Enrique Lista (centrado en la gastronomía) y Marta Peleteiro (sobre el entendimiento lingüístico). El modo en que habitamos el territorio es el núcleo de Toldscapes de Joan Morera, que fotografía lugares en donde tuvieron lugar fusilamientos durante la guerra civil española.
Otro enfoque para aproximarse a la historia local y al paisaje es el de Olmo Cuña: cuenta la historia del edificio de la Isla de Toraya, polémico por su altura y legalidad dudosa. Solago (inundación) crea la ficción de esta torre de viviendas hundiéndose, materializada en una maqueta, fotos de época y documentos. Un maravilloso “ejercicio de memoria deformante” al estilo de Álvaro Cunqueiro e inspirado en las leyendas de las villas inundadas.
Entre las obras más retininianas, como diría Duchamp (aquellas que siguen vinculadas a la escultura y la pintura), se encuentran las sinuosas tallas en madera de Kiko Pérez, que olvidan la geometría y el color para dar prioridad a lo sensitivo, y la cerámica esmaltada de Pablo Barreiro.
Visualicen la escena: En el aula, Historia de las ideas estéticas, la lección de hoy habla del contexto artístico gallego actual y empieza con estas palabras “Caminaba yo por Vigo cuando me topé con un grupo de neoduchampianos”. A continuación, se procede al análisis de las obras de Veraneantes menos retinianas, (las que se alejan de la pintura y la escultura), más próximas a los presupuestos duchampianos del ready made y el apropiacionismo. Sobresalen Misha Bies Golas, Manuel Eirís y Diego Vites. Más procesuales, Amaya González Reyes, Olmo Blanco y Doa Ocampo.
Cuando Duchamp necesitaba metálico, los Arensberg, sus mecenas, le compraban obra. Resultó que los engranajes del mercado se pusieron en marcha y aquellos objetos se convirtieron en bienes artísticos muy valorados y museables. Duchamp podía vivir de su arte.
Siempre han existido otros modelos artísticos ajenos al museo (www.montenoso.net sin ir más lejos, que ha encontrado un hueco en el MARCO). Sin embargo, las instituciones que sientan consenso, Academia+Museo+Mercado+Crítica tejen “El Modelo”, ese que nos hemos creído y en cual hemos invertido.
Si en España el mecenazgo no existe y el mercado está aletargado, sólo los centros de arte como el MARCO, pueden asegurar que el arte actual no se convierta en una más de las villas asolagadas, ocultas para el gran público. De ahí la pertinencia de Veraneantes, un buen relato que pone de relieve el trabajo de muchos artistas vinculados a Galicia.
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