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…»Ahora vienen por mi, pero es demasiado tarde.»

Magazine

11 diciembre 2017
Tema del Mes: Estado de excepción

…»Ahora vienen por mi, pero es demasiado tarde.»

 

No hay lectura, no hay suficiente distancia. ¿Cómo hablar de estados de excepción desde aquí y ahora? Sería muy bestia pretender que mi manera de ver sea la de otros, ¿no? Ahí ya acabamos con todo…

Ostras. Acabar con todo, esa es la idea.

Ah, pues igual sí que sería un titular. Borrón y cuenta nueva. Para bien o para mal.

 

“Atzucac” es una palabra que suena rara hasta para los catalanoparlantes (ellos, o nosotros, depende del lugar mental desde dónde leas). Significa “callejón sin salida”, aunque también se puede usar para hablar de esa situación a la que llegas cuando una discusión se encalla y no encuentras opciones de huida. Acorralamiento físico y mental.

En Catalunya se vive muy raro desde hace un tiempo. ¿Hay algo ahí, detrás del atzucac? Por un lado está el respeto –pavor en algunos- que provoca una eventual “salida”. Salida de España, salida de lo conocido, de la Unión Europea (¿salida de las pensiones para nuestros padres? ¿del paro para nuestros jóvenes?) Por el otro, la permanencia en el estado que ha mostrado una vez más su genética autoritaria.

En este segundo escenario, compensa a todos los partidos mentir a destajo para que el independentismo catalán (la “amenaza”) logre espantar cualquier reclamo de autocrítica con el más corrupto, tribal y oscuro gobierno que haya conocida esta fragilísima etapa democrática española. En un escenario sin salida, son de esperar una represión y una humillación notables. Atzucac.

Actualmente, y a sabiendas de que las cosas cambian al tiempo que escribo, el presidente electo de la autonomía sediciosa está en Bélgica, “exiliado” para no ser llevado a prisión; dos miembros del gobierno se han tirado un mes en ella y dos más siguen ahí –entre ellos el Vicepresidente. También están entre rejas dos representantes de asociaciones civiles, Jordi Cuixart i Jordi Sánchez, que llevan encerrados casi dos meses. Veamos. Esto se dice o escribe rápido pero hay que pensarlo muy despacio: personas en prisión por su ideario político. Un ideario que era público desde el 2015. Personas en prisión que no han cometido ningún crimen. Presos políticos.

Pasan las semanas y el estadio de adrenalina-euforia-histeria afloja, pero hay un par de cosas que podríamos considerar axiales en todo esto. Por un lado, demasiado poco después de todo el gran flipe (helicópteros sobrevolando el espacio aéreo 24/7, más de 15.000 policías desplazados, durmiendo en barcos con dibujitos de Piolín -algún día se hablará de la humillación que vivieron esos; golpes de porra contra gente mayor que pretendía realizar un voto simbólico…) entristece pensar que lo que ocurre en realidad es que muchos de mi generación no sabíamos lo que era la violencia de estado. Ahora sí.

La otra cuestión a destacar que permite el poco margen temporal es que esa violencia no se retransmitió igual en todos lados, y este punto es básico. Las imágenes de la desproporción llegaron en directo a Berlín pero no a Calatayud, porque ninguna televisión pública española retransmitió lo que ocurría; como tampoco se dijo en ningún titular que eme-punto-rajoy es indiciariamente corrupto.

Actualmente gobierna en Catalunya el partido con menos votos (el mencionado PP), por imposición del artículo 155 (¿hasta cuándo, hasta dónde?) y la Junta electoral no permite el color amarillo (porque los lacitos pidiendo libertad son peligrosos), así como decir “exilio” o “presos políticos”. No está de más recalcar que la Constitución define España como un Estado Democrático aconfesional y de Derecho, y entre esos derechos, está el de la libertad de expresión.

Esa misma libertad fue ejercida por los integrantes del grupo de hip hop La insurgencia, que han sido condenados por la Audiencia Nacional a 2 años y un día de prisión por un “riesgo abstracto” de sus letras, sin explicar ni cuál es ese riesgo (nota: lo del día es porque el mínimo para poder pedir no ingresar a prisión son dos años, luego garantizan de este modo que sí entren). Esa misma Audiencia mantiene en prisión preventiva a 8 jóvenes de Altsasu un año después de su detención. Cassandra es juzgada por un tuit que hace broma con Carrero Blanco, los directores del Jueves (revista satírica) son llevados a juicio por su sátira y “el odio” que contiene, y en cambio los policías de Madrid son absueltos –ellos, que no hacen sátira con Carmena-. ¿Dónde están los autos de delito de odio para Marhuenda, Inda Arriaga, Urdaci, Antonio Jiménez, García Serrano, Alfonso Merlos…?

Estamos en un tiempo enrarecido, en el que un partido que se llama estadista y constitucional condena lo distinto y molesto. Con juicios por corrupción oscurecidos, con tratos de favor, mentiras, alimentación del odio y dialéctica hostil. Estamos ante un atzucac en el que el tono y las garantías pueden cambiar para siempre. ¿Dónde está la “clase cultural” cuando es más necesaria la aparición de voces sensatas, reflexivas y eruditas?¿Tanta ausencia de libertad circula por España? ¿Cuánto margen más hay que otorgar al autoritarismo autómata? ¿Cuántas parcelas más de libertad queremos entregar a esa tribu clientelar?

 

Nota de la autora: el título de este texto hace referencia al poema con el mismo nombre de Martin Niemöller, falsamente atribuido a Bertolt Brecht.

Marina se pasó los primeros dos años de su vida sin hablar: les dijeron a sus padres que estaba interiorizando. Y aunque hace ya un tiempo que habla, sigue necesitando interiorizar. Y luego sacudir, dudar, ordenar y desordenar, celebrar. Encuentra política en muchos lugares y tiene un especial interés en lo subalterno, el «commons» y en los puntos donde todo impacta con la expresión creativa.

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