Buscar
Para buscar una concordancia exacta, escribe la palabra o la frase que quieras entre comillas.
En A*DESK llevamos desde 2002 ofreciendo contenidos en crítica y arte contemporáneo. A*DESK se ha consolidado gracias a todos los que habéis creído en el proyecto; todos los que nos habéis seguido, leído, discutido, participado y colaborado. En A*DESK colaboran y han colaborado muchas personas, con su esfuerzo y conocimiento, creyendo en el proyecto para hacerlo crecer internacionalmente. También desde A*DESK hemos generado trabajo para casi un centenar de profesionales de la cultura, desde pequeñas colaboraciones en críticas o clases hasta colaboraciones más prolongadas e intensas.
En A*DESK creemos en la necesidad de un acceso libre y universal a la cultura y al conocimiento. Y queremos seguir siendo independientes y abrirnos a más ideas y opiniones. Si crees también en A*DESK seguimos necesitándote para poder seguir adelante. Ahora puedes participar del proyecto y apoyarlo.
La exposición de Philippe Parreno en el Palais de Tokyo de París constituye una gran oportunidad para entrar en el mundo de este artista francés clave para entender el arte contemporáneo desde los noventa. Anywhere, Anywhere Out of the World es el título de una muestra que reactiva la idea de la exposición como un medio en sí mismo. Al ritmo de Petrushka de Stravinski, el espectador tiene que recorrer un orquestado camino al mismo tiempo que piensa tanto las obras particulares como el dispositivo global.
Desde fuera, el Palais de Tokyo comienza con una de sus famosas marquees, o marquesinas llenas de bombillas que anuncian la entrada señalando al espectador situado debajo. El espectador es, desde ese mismo momento, un ente autoconsciente que interactúa con la experiencia que se le ofrece. Ya dentro, otra sala contiene todas las marquesinas que el artista ha realizado a lo largo de su carrera. Éstas se encienden y se apagan en una danza sonora robótica mientras al fondo suena la melodía de piano.
Desde el nuevo hall rediseñado, el recorrido ofrece todas las facetas de la trayectoria de este artista; juego, ficción y narración, mundo infantil, música, colaboraciones diversas y, de un tiempo a esta parte, también coreografía y danza. Todo ello con la inestimable ayuda de la tecnología y un cierto toque sci-fi. Existe aquí un efecto de extrañamiento, de desenfoque, al mismo tiempo que una espectacularidad contenida y muy sutil. 56 señales luminosas (una por cada movimiento de Petrushka) han sido instaladas señalando el camino. De repente, las señales parpadean: toda la exposición está inmersa en este parpadeo. Las habituales cartelas que señalan las obras son pequeñas pantallas que también se encienden y se apagan, transmitiendo mensajes en pequeños flashes de texto.
No es fácil, sin embargo, comprender la lógica que gobierna todo este dispositivo. Solo al final del recorrido el visitante encuentra la sala de mandos, el lugar donde se aloja el “ordenador” central, una sala llena de cables y máquinas. Antes de esto, una pianola sobre la que cae ceniza y suena automáticamente (obra de Liam Gillick) nos introduce en los entresijos del dispositivo como si de una máquina de medir el tiempo se tratara. Metrónomo gigante. Parreno recuerda entonces a John Cage, quien junto a Merce Cunningham tiene un sitio reservado en esta exposición.
Especialmente remarcable es la presencia espectral y que reaparece (como todo buen fantasma) una y otra vez. Los sonidos de los pasos de la troupe Merce Cunningham en una tarima vacía; el espíritu de Marilyn Monroe recluida en un hotel de Nueva York; o la reencarnación física del personaje manga Annlee, cuyos derechos Parreno y Pierre Huyghe compraron en 1999, y que ahora aparece en carne y hueso gracias a una adolescente en una obra del nunca indiferente Tino Sehgal. Constituye éste uno de los momentos más extraños y mágicos que haya visto nunca en una exposición artística. Ocupando la totalidad del espacio, Philippe Parreno ejecuta una gran obra de “coreografía expandida”, danza, arquitectura y también cinematografía. Así es el arte de nuestro tiempo.
Ésta, y la simultánea retrospectiva de Pierre Huyghe en el Centre Pompidou sirven para tomar el pulso a no pocas innovaciones en el seno de las instituciones artísticas desde la década de los noventa. La sensación que queda después de haberlas visto es la de una absoluta coincidencia entre las dos propuestas artísticas con respecto a sus marcos institucionales. Hoy en día los museos mimetizan sus marcos ideológicos con un arte producido el cual se ajusta a la demanda. Cualquier experiencia es ya posible en el seno del museo.
Michel Foucault definió un dispositivo como una red de relaciones que puede establecerse entre distintos elementos heterogéneos y que comprende: discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales, etc. Aunque Foucault hablaba de dispositivos disciplinarios, ahora estos han mutado en la reproducción de ficción de libertad y consumo del liberalismo. En 1995, Parreno, Huyghe y Dominique Gonzalez-Foerster fundaron L’Association des Temps Liberés con la convicción de que es más importante ocupar franjas de tiempo y reactivar el llamado tiempo de ocio en algo productivo que la anterior obsesión situacionista por ocupar espacios físicos o de resistencia. ¿El tiempo les ha dado la razón?
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)