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Ya hace más de quince años que me invitaron a Talca, una ciudad provinciana del sur de Chile, de actividad agrícola. Una ciudad que no tenía prácticamente nada y de la cual no conocía prácticamente a nadie. Un lugar hostil, polvoriento, donde todo se sentía lejano. Yo llegaba en aquel territorio con una mentalidad centrada en la eficiencia y la técnica. Pensaba en la fabricación industrial como lugar de cultivos y en la producción seriada como espacio artesanal.
En muy poco tiempo noté como el territorio me cuestionaba con reticencia, pero con curiosidad me organizaba fines de semana y viajaba en bus por los rincones del sur del país. Rápidamente me hallé buscando personas que trabajasen con las manos y con el mismo territorio. No me encontré zonas ni de gran tradición ni grandes pericias con los oficios, sin embargo me nutrí de personas con una mirada ecológica entorno al territorio a través de la materia. Una nueva mirada para mí, que gracias a las voces desgranadas iban transformando mi discurso.
De los lugares que más recuerdo, se extraían materiales como la «piedra toba», ceniza volcánica petrificada de color verde, muy suave y fácil de trabajar, o la arcilla del sur de Pichilemu, de un yacimiento con un alto contenido de minerales que producía terracota con purpurina; también materiales regenerativos de origen animal como la crinera de Rari o cola de caballo y la lana de angora de conejos de pelo blanco.
Estos procesos extractivistas locales se sustentan de una infraestructura mínima con un abastecimiento regional, un proceso productivo lejos de las grandes minas de cobre y litio que se extienden por el norte del territorio chileno para abastecer el mercado internacional de electrónica de rápido consumo, y baterías para el creciente mercado de placas solares.
Un punto clave de mi viaje fue en el Mercado Central de Talca, en una paradita de pequeños objetos de la región, una arqueología de un pasado que no reconocía. Cuando los miraba, me parecían elementos enigmáticos pero de materiales familiares cuasi como si tuvieran vida. De ir visitando esta parada supe que eran objetos mapuche. Esta comunidad indígena mayoritaria del sur de Chile, defiende que los objetos tienen Alwé, alma, lo que hace que estos y las personas se encuentren al mismo plano, pidiéndoseles permiso para ser utilizados. Esta convicción ha quedado dentro de mí. Nunca he profundizado en el concepto, ni me he acercado al colectivo para entender en profundidad la idea o la veracidad de tal creencia. No quise ni cuestionarlo ni racionalizarlo, me atravesó el cuerpo.
Ese Chile que recorrí representa una economía minoritaria y a menudo precaria, sin embargo se puede aprender mucho de los colectivos estrechamente vinculados al territorio. Como por ejemplo, la combinación entre materiales que coexisten en ritmos diferentes, que crecen, se desarrollan y se descomponen en temporalidades diversas, al igual que se vinculan al ecosistema en diferentes fases de su ser.
Continué yendo a Chile casi durante cuatro años. A lo largo del último, empecé a hacer pequeños objetos con los materiales, resultando en un intento pragmático pero fallido, de crear una vinculación emocional con aquel territorio.
Está claro que dentro de la sociedad de consumo en la que nos encontramos, hemos creado emociones vinculadas a los objetos más allá de su función. Estas emociones, vínculos y obsesiones son muy potentes a la par que frágiles, puesto que tienen una temporalidad muy limitada, pero a pesar de su volatilidad, han calado en la cultura y en los rituales cotidianos de manera desenfrenada.
No han sido jamás los objetos en sí que me han fascinado sino la materia, la Alwé de la materia. La observación de la materia aparentemente inerte es lo que ha definido mi práctica a lo largo de los años. Investigo, acumulo, reflexiono, transformo y genero espacios de diálogo a través de la materia. Encontrando espacios de conversación donde descubrir vínculos sensoriales y emocionales al tiempo que se desgranan las políticas de los procesos, a menudo violentos, que la posibilitan. Un proceso de reflexión hacia una transformación material, social y procesual, en definitiva, un diálogo con la materia.
De este diálogo habla la filósofa Jane Bennett, autora de «Vibrant Matter», un libro que abre la posibilidad de identificar la vida de lo que consideremos inerte. Explora la posibilidad de una materialidad viva de todo lo que nos rodea, desde la lana de angora, las piezas de crin, los vuelos de «piedra toba», la tempestad que inunda los campos, el mar, el barco, el cobre y el litio.
De Bennett, me quedo con la necesidad de entender la relación de los ecosistemas, y con la búsqueda de una oportunidad ecológica de este fenómeno emocional con todo lo que nos rodea.
Esta dificultad para entender más allá, para imaginar, nos incapacita poder ver aquello inanimado como aquello con quien/que nos identificamos, más allá de algo inerte. Quizá ahora más que nunca es a través de las artes y el diseño donde podemos encontrar herramientas creativas para reconocer la vibración de la materia y así encontrar nuevos modelos relacionales.
Mi último proyecto surgió del encuentro con Lídia Guitart, a través del colectivo nyamnyam mientras presentaban la pieza A Cuatro Patas en el Museu d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA) junto con Pedro Pineda. Un proyecto itinerante en el cual en esta última edición pusieron de manifiesto el uso de la madera local. Lídia forma parte de Singular Wood, una pequeña asociación de propietarios de bosques del Montnegre, una zona boscosa de Cataluña.
Cataluña, a diferencia de otros territorios, es una región donde los bosques son jóvenes, ocupan mucha superficie y son muy vulnerables a los incendios. Esta vulnerabilidad se debe a la desvinculación económica con estos bosques de pinos, robles, y encinas. Unos bosques que ya no son salvajes sino fruto de la relación humano-natura. Gracias a pensadores com Bruno Latour, estamos aceptando que la naturaleza que nos rodea se acerca más a un espacio producido por el ser humano que a la naturaleza salvaje propia de una etapa pre-agrícola. Los bosques de Cataluña dependen de la relación con el hombre ya que no se autorregulan.
La retirada de árboles caídos o talados para favorecer a especies de crecimiento lento van normalmente a biomasa. Singular Wood intenta reivindicar el valor de esta madera más allá de la biomasa. Así que para apoyar el proyecto compré un pino piñonero del Montnegre que me costó alrededor de 500€.
Después de un periodo de investigación con la corteza, la resina, las hojas y las ramas, empecé a trabajar con la madera de tronco. Estaba llena de agujeros de las carcomas y otros animales y hongos amarillos, azules y rosas que una vez muertos habían invadido la madera. Me encontré una madera no homogénea, no-normativa, disidente a la estética de la madera industrial y con irregularidades debido al crecimiento dentro del bosque.
Mi predisposición y metodología a través del diálogo con el material, hizo cuestionarme la idea de calidad, haciendo aflorar la necesidad de crear nuevas definiciones. Esta nueva definición necesita crear una nueva relación con la materia, el territorio y los procesos que la posibilitan, tanto naturales como sintéticos. La idea de calidad necesita influencias indígenas y eco-feministas donde las relaciones humano-no humano sean más fluidas y permitan matices y nuevas aproximaciones. Considerar la madera materia viva no parece demasiado radical, especialmente esta que está en constante transformación por la relación con los hongos que la tiñen de rosa y azul, y probablamente otros elementos que aceleran su degradación, sin embargo generar nuevas formas de relación con los objetos hechos con esta madera, ya parece más complicado.
Ahora me encuentro en Huelva escribiendo este texto dentro del Diosa Maat, el velero de Ecologistas en Acción. Estamos atracados al puerto industrial de Huelva y veo entrar los buques metaneros en una de las entradas de gas metano más importantes de Europa. También vemos los barcos graneros y precisamente hoy han cargado cobre proveniente de Chile. Huelva es un territorio que podríamos nombrar «territori o sacrificado» semejante a la parte norte de Chile, pero también a muchos otros del sur global donde la infraestructura industrial es parte de los ecosistemas.
Aquí hemos llegado siguiendo el litoral de la península, pasando por la zona del Mar Menor, un territorio muy castigado ecológicamente debido a las filtraciones abundantes de fertilizantes y nutrientes de los cultivos intensivos de la zona. La lucha de base ha conseguido por primera vez en Europa[1]También quiero hacer referencia al proyecto «Deixar-te córrer» de Anna Dot, en el marco de «Cap a les deus», Bòlit 2021, como proyecto artístico sobre nuevas estructures jurídicas para los … Continue reading que se reconozcan la personalidad jurídica del Mar Menor. A partir de ahora, se pueden defender los derechos de este mar.
Este es un gran avance para empezar a abrir camino para entender la importancia de aquello que no es humano y crear nuevas estructuras jurídicas para defenderlo. ¿Es posible entender la agencia de lo que en el pensamiento moderno hemos considerado inerte? ¿Es posible que entendamos la capacidad del material por la estabilidad del ecosistema? ¿Es posible que entendamos que, más allá de nuestra vida, la materia se relaciona, se vincula y representa ecosistemas y territorios? ¿Somos capaces de salir de una mirada dualista y encontrar nuevos sistemas de relación con la materia, entendiendo la vibración inmaterial y relacional?
La materia evoluciona constantemente a un ritmo mucho más lento que el nuestro. La materia está viva y genera relaciones con el resto del ecosistema ya sean sean tóxicas o simbióticas[2]Symbiosis in Cell Evolution: Microbial Evolution in the Archaean and Proterozoic, Eons Margulis, Lynn. ¿Es posible imaginar radicalmente otra forma de infraestructura que defina nuevas relaciones sociales, políticas y jurídicas? ¿Podemos reconocernos en la materia?
↑1 | También quiero hacer referencia al proyecto «Deixar-te córrer» de Anna Dot, en el marco de «Cap a les deus», Bòlit 2021, como proyecto artístico sobre nuevas estructures jurídicas para los ecosistemas. |
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↑2 | Symbiosis in Cell Evolution: Microbial Evolution in the Archaean and Proterozoic, Eons Margulis, Lynn |
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