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Seguimos con cine.
Después de una gran cantidad de críticas enfadadísimas con uno de los directores más especiales de nuestro tiempo, y con cierta distancia frente a las celebraciones en los festivales cinematográficos, no está mal retomar los dardos que von Trier lanza desde su película.
Por que Antichrist hace daño pero no se queda únicamente con esta posibilidad, después del dolor -y antes- llega la reflexión, llega el intentar comprender la construcción dual de una sociedad que es la de von Trier y la nuestra.
Que la sociedad ponga a la mujer en la parte del mal no es culpa de von Trier, lo que hace von Trier es (como siempre ha hecho) cargar aún más de tensión lo que supuestamente es lo aceptado. Que el papel dominador de el hombre -el psicólogo para más inri- sea algo que se de por lógico da bastante bastante miedo. Que el mundo se divida en razón y naturaleza tampoco es algo inventado ahora mismito en Dinamarca. Son siglos y siglos con elementos que sustentan el día a día y que parece difícil poner en crisis. Para no hablar de los milenios de moral predefinida.
Y que pase lo que pase la cosa termina mal… pues poco a objetar. Claro que en von Trier no es que termine mal, es que pasa al nivel de asco.
Antichrist, además de cine, es material más que válido para colecciones de museo de arte contemporáneo. No únicamente por el fantástico tratamiento de la imagen (mezclando la construcción absoluta y detallista de casi tableaus con el efecto Dogma que aún perdura en sus películas) sino porque Anticrhist logra ser una herramienta impresionante que von Trier utiliza para generar discusiones de alto voltaje.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)