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Archivo en la era digital >>>
La forma tradicional de entender el archivo como complejo físico que atesora y almacena datos, secretos o hechos seguirá existiendo en muchas esferas estatales, oficiales, militares, museísticas… En ese terreno hay temas que me interesan, pero admito que, desde que me sumergí en la investigación de este campo tan extenso, las ventanas que me han parecido más sugerentes son las que apuntan al acceso a la información que engrosa los archivos digitales, un cambio en el paradigma no solo del espacio donde están contenidos los documentos, sino también en el modo de asumir que los archivos son efímeros, temporales y multimodales, y dinámicos como la cultura. Lo que les da sentido está más vinculado con el orden de la fluctuación del ahora, en vez del resguardo para la eternidad.
Los teóricos que se han dedicado a problematizar y definir el archivo, desde el contexto del auge de lo digital, coinciden en que no contiene el pasado, sino una suma de dígitos; está sincronizado con el presente y funciona como generador de memorias colectivas. Son precisamente los arqueólogos de los medios los que apuntan a que el archivo tradicional se deconstruye a través de las intervenciones de las técnicas digitales: la transformación está relacionada con los bits, la forma en la que se transmite y circula la información. El archivo físico, que hace referencia, en palabras de Michel Foucault, a un sistema de reglas y leyes, no ha sido interactivo, mientras que los documentos en la red se vuelven críticos con la posibilidad que tiene el usuario de reorganizarlos. Wolfang Ernst, teórico y arqueólogo de los medios, ilustra este escenario de la siguiente manera: el archivo es una agencia de almacenamiento en una arquitectura espacial y no trata de la memoria, sino de las prácticas de almacenamiento codificado. En este sentido, el grandísimo reto que me planteo al abordar este tema es romper mis propios esquemas analógicos. Supongo que algún no nativo digital como yo encontrará en este artículo un eco de sus inquietudes sobre la transformación de los diversos archivos en la era de internet.
Apocalipsis o más allá del almacenamiento >>>
Imaginemos que uno de los señores poderosos presionó el botón rojo. Imaginemos que los que sobrevivieron a la catástrofe se toparon después con unas cajas negras con datos encriptados, códigos que eran incomprensibles e indescifrables para los que no tenían formación en matemática avanzada o programación. Los pocos expertos en decodificación, que pasaron algunos días contemplando lo que sería el tesoro de una época futura, empezaron a referirse al hallazgo como “archivos”: contenedores que permiten el almacenamiento de datos; todo lo demás son interpretaciones venidas de fuera, de nosotros. Modos de cruzar el conocimiento que no son neutrales, que están cargados de ideologías, de etiquetas, con enfoques múltiples… Sin embargo, también reconocieron que los relatos secundarios, la lectura y la manipulación son lo que le da valor a los bits que engrosan los archivos trouble. De allí que la relevancia sea activar los contenidos que están almacenados. De lo contrario, los archivos se reducen a una simple acumulación.
Accesos >>> Caminos físicos {espaciales} vs. virtuales {temporales}
Si hasta ahora he hablado del archivo digital, en la red, y de la necesidad de atravesar los datos con interpretaciones para activarlos, el artista Mario Santamaría es un buen compañero en este mapeo de información. Su práctica artística se basa en observar la red para identificar materiales de trabajo en ese gran repositorio que puede ser el espacio virtual. Al preguntarle si consideraba internet como un gran archivo, me comentó que lo entiende más como un gran índice de temas. En el caso de que tuviera que pensarlo como un archivo, considera que solo es legible por algoritmos. Mario Santamaría piensa la red como un terreno escultórico, de relaciones espaciales entre diferentes objetos.
En su proyecto titulado Travel to My Website se pregunta cómo los datos viajan de un lugar a otro y aborda los vaivenes de todo lo que alberga en su web. Evoca un contexto virtual y lo cruza físicamente para hacer lo que él define como “una operación de diagnóstico sobre el tráfico de datos en internet”. Cuando visitamos una página web, en realidad esa web nos visita a nosotros porque las imágenes viajan y se descargan en nuestro navegador. Siguiendo esa lógica, Mario Santamaría decidió recorrer el camino que lo llevaba al servidor de su web. Para saber dónde se alojan sus archivos emprendió físicamente el viaje que hacen los datos: de Suiza a Estocolmo, de Estocolmo a Milán, de Milán a Perugia y de allí a Bérgamo.
El artista hace evidente algo que, por ser tan obvio, suele pasar desapercibido. Se trata de que la información que subimos a internet, compartimos, almacenamos… y que creemos que conforma nuestra base de datos, nuestros archivos particulares e incluso colectivos, no nos hace propietarios de nuestra memoria. Por el contrario, así como las webs nos visitan a nosotros, los lugares de internet donde confiamos y almacenamos nuestros datos nos están archivando por medio de nuestros documentos, localizaciones, fotos… El gesto compulsivo de acumular información digitalmente nos está convirtiendo en datos geolocalizados y de muy fácil acceso. La falsa idea de que podemos poseer todo sin necesitar espacio físico nos está haciendo víctimas de viejos y análogos mecanismos de control que tienen nuevas formas de acción en la red.
Si el punto de partida de este texto es el desplazamiento del concepto de archivo ––el reconocimiento de la inmaterialidad de lo que Wolfang Ernst llama “la arquitectura espacial donde se mueven los datos”––, el cierre es un apunte sobre la compleja relación que tenemos con los medios digitales, el almacenamiento codificado de nuestros datos (microarchivos) y los movimientos deliberados que ejecutamos en el Imago Mundi de la red, esa esfera virtual que supone un desafío a lo que entendemos como archivo.
P.S.: Para escuchar a Mario Santamaría recomiendo este post titulado “Arte, internet y viejos medios”, que se encuentra en el gran almacén que es YouTube:
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)