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Hace algún tiempo un grupo de comisarios y críticos de Barcelona, Juan Canela, Andrea RodrÍguez Novoa y Veronica Valentini, detectaron un problema en la ciudad: la falta de interés en el contexto por parte de los profesionales extranjeros (artistas, críticos, comisarios) que a menudo visitan Barcelona para desarrollar labores profesionales (exposiciones, conferencias, seminarios, etc.). Detectar problemas, aunque puedan parecer evidentes, es una virtud. Pero aún lo es más si en lugar que colgarte en la autocomplacencia te pones manos a la obra. Eso es ser proactivo: asumir la toma de la responsabilidad para que las cosas sucedan.
Es lo que hicieron Juan, Andrea y Veronica. Y pusieron en marcha BAR: un proyecto basado en un programa de residencias para artistas y curators internacionales que pudieran trabajar puntualmente en Barcelona y entrar en contacto con el contexto mediante encuentros, visitas y presentaciones públicas. El nombre de BAR es un juego evidente entre un bar y las tres primeras letras del nombre de la ciudad más conocida por los bares que por su actividad cultural, aunque algunos crean que no es así. Y juega con el poder de atracción que Barcelona ejerce en el mundo (¿por qué no sacar provecho de ello?). BAR se pensó como “una plataforma para la internacionalización del contexto local y para conectar artistas y otros agentes desde una perspectiva crítica e independiente”. Todavía no han cumplido un año y ya han pasado por aquí una veintena de artistas y comisarios, en distintos formatos de residencia, pero todos ellos han tenido un programa de visitas que les ha permitido entrar en contacto con la escena local y, seguro, iniciar algún que otro proyecto en común.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)