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Barcelona: del adéu al Welcome

Magazine

16 abril 2018
Tema del Mes: Ciudad
Ciprian Homorodean: Welcome (Imagen cortesía del artista)

Barcelona: del adéu al Welcome

Durante el primer trimestre de 2018, Barcelona ha vivido al menos dos acontecimientos que señalan el modelo de ciudad hacia el que quiere ir. Uno es la instalación de la obra en el castillo de Montjuïc del artista rumano Ciprian Homorodean, residente en la capital catalana desde hace casi una década. El otro es la retirada de la réplica al monumento conmemorativo a Antonio López, mejor conocido como el marqués de Comillas. Son acciones completamente antagónicas, pero ambas se pueden confrontar para exponer el modo en el que se escribe la ciudad del presente. Mientras los visitantes del castillo son interpelados por una especie de laberinto que traza el mensaje Welcome, título de la obra de Ciprian Homorodean, la estatua del marqués, situada al final de la Via Laietana, es despedida y bajada de la peana que le dio protagonismo durante más de un siglo en la plaza que todavía conserva su nombre. Me pregunto si, en las obras que menciono, hay que buscar historias encubiertas o, por el contrario, es radicalmente explícita la necesidad de abrir el debate sobre los relatos que la ciudad promueve. Vamos por partes: de lo institucional a lo particular, de la ausencia del marqués de Comillas en la plaza pública a la supuesta hospitalidad que lleva a la palestra Ciprian Homorodean.

Foto: Aymara Arreaza R.

Antonio López es un personaje polémico que todavía hoy genera discusiones caldeadas. A mediados del siglo XIX zarpó del norte de España rumbo a Cuba para buscarse la vida y con la ambición de enriquecerse. Cuando Antonio López empezó como intermediario en la compra y venta de esclavos en Cuba era 1847. Treinta años antes, Inglaterra y España habían firmado un acuerdo para abolir el tráfico negrero, de manera que el enriquecimiento de Antonio López respondió no solo a un tráfico ilegal, sino que se enmarcó en un momento en el que las ideas abolicionistas llevaban ya tiempo circulando. No bastando con este resumido perfil de su biografía, cargado de datos sobre el pillaje y el menosprecio al cumplimiento de las leyes que procuraban frenar la dominación europea sobre la vida de tantos seres humanos, hay que destacar que recibió el título de marqués por el envío de tropas a Cuba para luchar contra el primer intento de independencia de la isla (1868-1878) y por su fidelidad monárquica, pues fue el propio Alfonso XII quien le concedió el título nobiliario. En 1884 el alcalde Francisco de Paula Rius i Taulet dirigía la política de “decoración” de la ciudad y encontró oportuno aceptar la solicitud de la familia López de erigir un monumento póstumo al marqués por sus inversiones en Barcelona y su rol como promotor de la Exposición Universal de 1888.

Durante la Guerra Civil, los anarquistas derrumbaron el monumento y aprovecharon el bronce de la escultura como material bélico. La dictadura franquista restauró el monumento en 1942, en la plaza que aún conserva su nombre, y la tarea de revivir al marqués se encargó al escultor Frederic Marès. A estas dos etapas de la historia se le suma ahora la retirada del busto por iniciativa del Ajuntament de Barcelona. El pasado 4 de marzo la escultura del negrero abandonó el espacio público, pero el pedestal sigue allí, como una conmemoración sin figura -pero con peana. Hay, en todas las idas y venidas de este monumento, una clara disputa sobre las producciones simbólicas, imposiciones cuando se repone y efímeras iconoclastias. En 2014 la exposición colectiva titulada Nonuments presentó Monumento derribado, del artista Domènec, una obra sobre el derribo de la estatua del general Prim por parte de las juventudes libertarias en 1936. Irónicamente el artista propuso «restaurar» el derribo del monumento, situado en el parque de la Ciutadella, y dejar en su lugar el pedestal exento de la escultura. Según Domènec, Monumento derribado trata sobre los vínculos problemáticos entre evento, conmemoración, monumento y ciudad.

Algo similar podría haberse hecho con el dos veces erigido y derrumbado monumento a Antonio López. El reciente traslado de la escultura al Centro de Colecciones del Museo de Historia de Barcelona no niega el relato histórico, pues se han dispuesto unos atriles informativos en un lateral de la plaza para dar a conocer quién era y qué hizo el marqués de Comillas. Asoma un cambio de sentido, una reinterpretación, pero todavía resulta un paso a medias. Hace falta reconocer los vínculos con la colonia al otro lado del Atlántico y el trasvase de capitales que permitió el crecimiento de Barcelona durante la segunda mitad del siglo XIX. La producción de significados cercanos a la decolonialidad supone crear nuevos idearios que incluyan otras historias, pero primero debe asumirse la herida. El desmontaje de la estatua implica hacerse responsable de los cuestionamientos y verse expuesto a las críticas sin propiciar nuevos oscurantismos. El acto del 4 de marzo, una chocolatada de domingo con gritos de Adéu, Antonio y saltimbanquis, fue caricaturesco e incluso irrespetuoso ante la trascendencia que suponía retirar la estatua de un personaje tan polémico.

Foto: Aymara Arreaza R.

Son ciertamente visibles las batallas simbólicas que se libran en la ciudad. Se ejecutan con gestos como el del adéu en la Via Laietana y el Welcome que despliega Ciprian Homorodean en el patio de armas del castillo de Montjuïc, con el que reflexiona sobre las políticas de acogida y solidaridad de la capital catalana, pero también de Europa. Los cimientos coloniales que apuntan a las todavía presentes huellas del pasado esclavista y las redes con las que envuelve Homorodean el fuerte de Montjuïc comparten la misma deuda con la otredad. Si en el siglo XIX las colonias fueron el patio trasero de la metrópolis, y de “la capital del capital”, como llama el historiador Martín Rodrigo a la Barcelona decimonónica, en el siglo XXI los extranjeros, los refugiados, los inmigrantes, incluso los turistas, deben recibir un trato más hospitalario, menos neocolonial, por parte de los diferentes actores institucionales, cívicos y políticos.

Ciprian Homorodean: Welcome (Imagen cortesía del artista)

Welcome surgió tras la reflexión sobre los muros alzados en diferentes partes del mundo y la inquietud ante la crisis de los refugiados, pero también frente a la preocupación por la aparición de pintadas en diferentes barrios de Barcelona con el lema “tourists go home”. Para el artista rumano hay actualmente una tendencia a cerrarse en sí mismo y asevera que es un fenómeno muy peligroso. Aunque son muchos los significados que aborda la palabra Welcome escrita en grandes dimensiones y materializada con vallas metálicas y alambre de púas ––un laberinto que evoca una frontera, una prisión o un campo de refugiados––, el mensaje de bienvenida (¿para quién?) encierra la paradoja de que Barcelona recibe refugiados con limitaciones e incluso bajo extremo control. Esta pieza site specific juega con el sentido de la hospitalidad mientras que la estructura, en perfecto diálogo con el emplazamiento, recuerda el estado de vigilancia y control infranqueable del panóptico.

Este trabajo dista de la utilización del humor en la trayectoria de Homorodean. El tono serio de esta obra escultórica deja al descubierto políticas llenas de buenas intenciones pero con ejecuciones débiles, y funciona como un llamado de atención a las normas básicas de convivencia propias de una sociedad multicultural como la catalana. En las líneas de acción del artista rumano es recurrente interpelar al público, y Welcome invita al visitante a confrontarse con distintas formas de acogida, sin alfombras rojas ni puertas traseras. Es la apertura de una escena focalizada en la hospitalidad como valor que urge poner en común, de modo que la pieza logra romper barreras y aproximarse a la esencia de lo humano.

Si algo queda claro con estas actuaciones es que Barcelona se debate actualmente entre la bienvenida y la despedida. Pero para liberarse de las tensiones debe abordar el pasado con todas sus manchas y procurar no repetir viejos errores. Es necesario no solo revisar los relatos urbanos que se han tejido desde los tiempos de la Colonia, sino entrecruzar memorias que sirvan de contrapeso para seguir adelante con menos monumentos y más aceptación de la historia y, en consecuencia, del crítico presente del que todos formamos parte.

Aymara Arreaza R. es una curiosa empedernida que hace del pasear, la lectura, la crítica del desplazamiento y las preguntas sus herramientas de trabajo. Es un híbrido de oficios: se expresa a través de la escritura, algunas imágenes propias, la docencia y proyectos de investigación que sustenta desde la construcción de las geografías más personales. Desde 2011 dirige www.rutadeautor.com

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