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La presente Bienal de Sao Paulo será recordada como la más política (o politizada), hasta el momento. Y no por las obras comprometidas que exhibe, que las hay, y de gran calidad, sino por el boicot de la mayoría de sus artistas al auspicio del Consulado de Israel.
Voy a ser políticamente incorrecto, porque decir que yo no habría firmado la carta de boicot al auspicio del Consulado de Israel en la Bienal de Sao Paulo, supone para muchos que apoyo las acciones militares de Israel en la Franja de Gaza. Hoy en día si digo que Bar Refaeli está buena significa que soy un sionista genocida. No lo habría firmado porque es confusa, insuficiente e incoherente.
Quien más, quien menos, tiene la información suficiente para afirmar que la política israelí en Palestina es condenable, deplorable, nauseabunda. Mis armas para “hacer algo” son expresar esta opinión, “por hablado” y por escrito, a menos que me decida a ir a Jerusalén y liarme a pedradas contra los soldados. No lo descarto.
Recapitulemos. El Consulado de Israel auspicia la Bienal de Sao Paulo. 55 artistas de los 80 presentes firman una carta en la que solicitan retirar ese apoyo, ya que ese auspicio «representaba que la Bienal apoyaba las acciones militares de Israel en la Franja de Gaza», y que «aceptar esta financiación socava nuestro trabajo artístico en esta Bienal y lo utiliza de manera implícita para lavar la cara a las agresiones y violaciones del derecho internacional y los derechos humanos por parte de Israel». Ambas premisas son falsas. Ni la Bienal apoya las acciones militares de Israel por aceptar un auspicio del consulado (es ésta una conclusión malvada), ni el hecho de que ese mismo organismo aporte 40.000 euros socava el trabajo artístico de nadie. El caso es que la Bienal se comprometió a cancelar el auspicio a la Bienal, (para ilustrar ese boicot, dos guardias de seguridad se colocaron delante del logo del Consulado israelí en la inauguración, acción que me recuerda a la censura de la obra “El Baño” de Roberto Platé, en 1966), pero no a los artistas israelitas que voluntariamente aceptaran ese dinero. Esto puede degenerar en algo muy peligroso: si los consulados, embajadas, gobiernos sólo financian a sus artistas, se acabará politizando la participación foránea de la Bienal, y se multiplicarán casos como el del Pabellón Argentino de la Bienal de Venecia 2013: propaganda política.
Este análisis será considerado políticamente incorrecto. Pero la que ha sido una operación políticamente incorrecta ha sido, en mi opinión, la de los artistas boicoteantes. Éstos son los argumentos:
Hay otros logos que representan empresas y gobiernos corruptos. ¿Boicoteamos sólo aquellos de los que tenemos noticia? Si no boicoteamos a Petrobras ¿es porque estamos de acuerdo con los tejemanejes políticos mafiosos? Si no boicoteamos al Gobierno de Brasil ¿estamos apoyando a sus políticos corruptos, a la pasividad ante la cantidad ingente de pobres que hay en las calles de Sao Paulo, a su política discriminatoria contra los indígenas…? Si no boicoteamos el apoyo español ¿estamos de acuerdo con la política de privatización de salud y educación, con el rescate europeo, con la ausencia de memoria histórica…? Si no boicoteamos todo el dinero proveniente del Gobierno de Estados Unidos y de empresas estadounidenses ¿estamos colaborando con un firme aliado estratégico de Israel, con un país que hizo una guerra ilegal?
Hay artistas israelitas en la Bienal. Al lado de su nombre aparece su país de origen; representan una nacionalidad. ¿Presuponemos que apoyan la política de su gobierno? ¿Los boicoteamos?
Obligamos al Consulado de Israel a devolver su auspicio ¿Eso va a incidir en la política asesina de su gobierno? Anulando el apoyo a la cultura y al arte de este país ¿se está apoyando a Gaza?
¿No se podía haber hecho algo más activo (y eficaz) que amenazar con retirar obras? Hay ejemplos de otras vías de rechazo en la Bienal de Sydney. En ésta, el principal sponsor, Transfield (compañía operadora de un centro de detenciones para refugiados y favorable a la racista política migratoria australiana) ha sido boicoteada por los artistas. La Bienal no ha claudicado, y los artistas han retirado sus obras. Pero en lugar de quedarse únicamente con ese gesto, van a organizar charlas, talleres, publicaciones y exposiciones que tengan como eje la condena de los centros de detención para refugiados. Otro ejemplo valioso, relativo a la propia Bienal de Sao Paulo, fue la “Contrabienal” de 1971, en la que un grupo de artistas realizaron un boicot artístico, con una publicación y diferentes comunicados, a la bienal de aquel año, financiada por dinero público (en esa década existía una dictadura en Brasil) ¿no podrían haber planteado algo así los artistas de la Bienal de Sao Paulo?
Son demasiadas preguntas como para apoyar esta carta de boicot. Sería secundada si incluyera boicot a toda financiación sucia, y si incluyera acciones informativas, creativas y artísticas directas denunciando los problemas que nos afectan. Pero sí contiene un párrafo que creo, es valioso y esperanzador: Los artistas de este evento muestran que tienen la determinación de demandar transparencia en lo concerniente al auspicio de eventos culturales y han planteado el aspecto fundamental de cómo la financiación puede comprometer y socavar su trabajo. Ponen sobre la mesa un debate aún más urgente: el de investigar a fondo la manera de financiación, no sólo de los eventos de arte, sino del mercado (compra-venta de obras). Un organismo independiente debería encargarse de ello, con coherencia y contundencia.
De modo contrario, es más efectivo lo que pueda hacer el artista desde su labor. En la Bienal han habido varios ejemplos de un arte comprometido y valiente, como los trabajos de Clara Ianni y Débora Maria da Silva, Lázaro Saavedra, Wilhelm Sasnal, Etcétera, Mujeres Creando, Voluspa Jarpa, Ines Doujak y John Barker, Marta Neves, Dan y Lia Perjovschi, Jakob Jakobsen y María Berríos o Juan Carlos Romero. Ellos entre otros, han expresado mejor que nadie la fuerza de la oposición que el artista puede ejercer contra las injusticias.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)