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Camila Ramírez: Vencer o morir

Magazine

02 enero 2013
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Camila Ramírez: Vencer o morir

Tres vídeos muestran una coreografía de poder a través de tres utensilios de cocina transformados: una taza con seis asas y una cazuela con cuatro mangos. En su interior, comida y agua. Las manos aparecen y desaparecen de la escena luchando por llevarse el alimento. A pesar de la multiplicación de los agarres, solo una mano se lleva el botín. “Vencer o morir” es una sencilla metáfora sobre el fracaso de la utopía. Y la respuesta al ciclo de obra propuesto por la joven Camila Ramírez (Antofagasta, Chile, 1988) en el 2012.

Durante el pasado año, Camila Ramírez expuso obras muy relacionadas unas con otras, pero de interpretación abierta. Objetos que son, según sus propias palabras, “inclusivos, reconocibles, ya que quiero que sean accesibles para cualquier tipo de público”. Herramientas de trabajo como palas, carretillas, martillos o hachas que sufren mutaciones en sus extremidades: a la pala le salen diez brazos, a la carretilla tres ruedas, etc. Deformaciones que nos hacen pensar en la solidaridad obrera, la fuerza de la colectividad y en la explotación laboral. Creaciones que nos hablan en un lenguaje universal desde una gramática local. Camila Ramírez vive en una zona periférica y precaria de la capital Santiago, La Cisterna: “mi lugar de origen me marca, aunque inconscientemente. Vengo de un lugar sencillo, y el origen de uno es todo, el barrio es la patria. Yo me conecto más con mi barrio que con mi país”.

Chile es uno de los países donde existe una mayor desigualdad socio-económica del mundo, herencia de un neoliberalismo caníbal fundado por los Chicago Boys en la época del dictador Pinochet. Partiendo de esa premisa geográfica, podemos entender de distinta manera otra de sus creaciones mostradas en el 2012: la silla universitaria de tres asientos. La educación en Chile está privatizada hasta la asfixia. En otra exposición, abordó el problema de la colectividad desde un formato más lúdico: en “Un millón de empleos” utilizó a varias personas para sujetar un columpio o un tobogán.

Es muy fácil lanzar flechas hacia otras épocas artísticas donde se ha tratado el asunto de productividad y valor social. Desde el arte egipcio hasta la propaganda soviética. Pero me detengo ante los murales encargados por el Presidente Roosevelt a Diego Rivera y Clemente Orozco. En la década de los 30 Estados Unidos pasaba su peor crisis por el crack del 29; necesitaban ensalzar las bondades de la industria y de la solidaridad comunitaria entre sus trabajadores. Herramientas y maquinarias eran el telón de fondo de esos murales, que potenciaban el virtuosismo de la colaboración ciudadana, con conclusiones extraídas, eso sí, de la admiración hacia personajes como Lenin, Marx o Stalin, figuras diabólicas en la mente de los norteamericanos. De aquella crisis poco se aprendió, y la muestra es la presente crisis financiero-económica (que parece que tampoco nos está enseñando nada). El capitalismo ha devenido en una injusta división del trabajo, una dictadura del crédito y una guerra bancaria: un empobrecimiento del hemisferio sur, una expansión del hambre en África y Asia, frente a la elitización creciente de la élite. Se pueden multiplicar las asas de las tazas, los mangos de las cazuelas, pero siempre será solo una mano la que se lo lleve todo. Se pueden construir palas de diez brazos que siempre serán utilizados por las mismas manos obreras.

“Vencer o morir” (el que se lleva el alimento triunfa, el otro desaparece) es una respuesta a los planteamientos anteriores de Camila Ramírez. Le pregunto si en su tesis hay hueco para la esperanza; “yo creo que sí, aunque es complicado porque la utopía en sí no sé si nos sirva definirla como posible o no posible. Yo me relaciono mucho con el romanticismo político, he participado en actividades de partido, es algo que me mueve mucho. Y me gustaría que la gente conectara con eso”.

Con la misión de seguir mejorando en la escritura de la crítica de arte, lo demás es disfrutar y aprender a través de las propuestas contemporáneas, elaborando otras estrategias de relación, ya sea como colaborador de revistas, editor de una, curador o conferenciante. Como crítico de arte mochilero ha compartido momentos con artistas de Centroamérica, México o Chile. Y la lista aumentará. Combatiendo el arte interesado, aplaudiendo el arte interesante.

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