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Por mucho que uno se esfuerce, cuesta comprender qué quería decir Theodor Adorno cuando escribía que “la crítica de la cultura sigue el esquema de los críticos reaccionarios de la sociedad, que usan el capital creativo contra el capital rapiñador”.
Es sabido que la complejidad adorniana viene amplificada por la propia dificultad de su traducción desde el original en alemán. De su contexto puede derivarse algo de su significado. Dicha frase se encuentra en el ensayo «Kulturkritik und Gesellschaft» («Crítica de la cultura y Sociedad»), donde el pensador repasa las contradicciones que ocurren cuando la crítica se somete al dictado de la cultura, la cual no puede escapar de su ser en el mercado. Lo que llama la atención en esta sentencia son los dos conceptos que opone, de “capital creativo” contra “capital rapiñador”.
Ese otro concepto inasible y periodístico, que es la llamada «actualidad», parecería el lugar donde ambas ideas adquieren una primera consistencia. La actualidad es un yugo necesario para la crítica, y ésta depende por completo de aquella para poder existir. Sin actualidad, quizás la crítica podría ejercer una función originaria propia de tiempos pre-capitalistas.
En nuestra actualidad, el capital creativo está al servicio del poder y la creatividad inútil que inunda redes sociales como Facebook deviene el único lugar disponible para que el antiguo concepto de pueblo, o el más reciente y técnico de ciudadanía, manifieste su crítica al poder a través de la ironía, la mofa y el escarnio simbólico de las autoridades políticas y económicas. Su inutilidad resulta imprescindible en tanto que esfera pública. En cuanto al capital rapiñador, el hilo de la corrupción en España es suficiente para encontrarle sentido.
La vieja rapiña, o el robo con violencia se parece ahora a aquella otra fase, la de la acumulación de capital como fase de la expansión del capitalismo, por la que la acumulación de capital de unos pocos respondía obligatoriamente a la consecuente explotación de otros muchos. La violencia del robo es ahora de gran sutileza, y el capital rapiñador es el súmmum abstracto del saqueo y la rapiña.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)