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En 2009, el artista sueco Carl Palm robó una serie de muebles de la Universidad de Bellas Artes de Estocolmo. Construyó con sus propias manos réplicas lo más exactas posibles de sillas, mesas y demás mobiliario, para luego devolverlo a la universidad. Volvió a hacer lo mismo en la galería Invaliden 1 (Berlín, 2012), Komplot (Bruselas, 2012) y IASPIS (Estocolmo, 2010), las últimas veces invitado específicamente a realizar el mismo gesto. Por primera vez, en la exposición “Síndrome”, comisariada por Martí Manen, expone estos objetos robados como su colección particular. El proyecto que comenzó llamándose “replaced & replaced”, ha ido complicándose cada vez más fruto de las características de cada intervención, hasta convertirse en “& REPPPPPPPPPPPPPPPPPLACED (AS IT WERE)”, las 17 letras p aluden a los 17 nuevos muebles que forman la actual colección.
En 2010, durante una residencia en Inglaterra, Gabriel Pericàs robó una escoba y la pintó como si fuera una pieza de André Cadere para después cederla como obra artística a la universidad (“Broomstick Pretending to Be a Round Bar of Wood by André Cadere or Stolen Object Returned as a Story”). En 2012, realizó “Madera curvada”, una deriva performática a partir de una mecedora de Thonet situada en la casa de su ex novia, que nos lleva por un recorrido hacia el origen de las técnicas de producción de la madera curvada, el mobiliario tubular de Marcel Breuer y otros entresijos entre las grandes figuras del diseño moderno.
Pericàs es un narrador, un storyteller. Su figura se sitúa en primer plano, un cierto ritmo en la voz acompaña las narraciones, que más que performances son charlas o monólogos narrativos que unen un objeto con otro. La historia por la que gravitan es el elemento principal, que sea un relato real o una ficción no es importante. Por esta razón también, la publicación adquiere un papel fundamental, donde el texto y las imágenes de los objetos constituyen un registro para continuar con la historia.
Por el contrario, Carl Palm quiere que su gesto pase desapercibido. Los muebles se sitúan en el espacio sin texto explicativo, en un intento de alcanzar la máxima reducción conceptual. Es difícil escapar de los tópicos que persiguen al diseño escandinavo y su compleja historia al formar parte de una exposición de artistas suecos. No sabemos si se trata de privilegiar a aquel visitante que conoce la historia detrás de las obras o simplemente la intención es llevar todas las lecturas al mismo nivel, ya sea visual o imaginativo, teórico o anecdótico.
¿Será que los artistas hablan demasiado? ¿Pueden los objetos hablar por sí mismos? Estas dos líneas de trabajo exploran las formas canónicas de aproximación al objeto. Por exceso o por ausencia, hacen pedazos la interpretación. Un elemento doméstico adquiere nuevos registros, reduciéndolo al estrato más básico de la mirada o sugiriendo narraciones infinitas a través de la voz y la ficción.
La forma estándar de todo conocimiento racional se basa en el paradigma epistémico del saber en que las cosas encuentran su explicaciones en sus causas correctamente formuladas y deducidas. El hecho de querer alterar esta ecuación en el arte no es nuevo. El enigma de la interpretación nos persigue desde el “Ceci n’est pas une pipe” de Magritte y el urinario de Duchamp. Pero no es tan común en otros campos como la ciencia o el diseño.
Si visitamos el único lugar donde se suele exponer mobiliario, en el museo de artes decorativas o en una casa de subastas, nos encontraremos que los textos aluden a los materiales que lo componen, a su belleza y como mucho a su autor. Es difícil encontrar alusiones al contexto socioeconómico en el que fueron creados, al método de producción y manufactura, o a cualquier otra relación que no tenga que ver con la forma. Y mucho menos con la imaginación.
Para dOCUMENTA (13), Raimundas Malašauskas realizó el proyecto “Black Box”, una serie de conversaciones alrededor de objetos del Gabinete de Astronomía y Física del museo de la Orangerie, cuyo sentido y uso se perdió con el paso de la historia, convirtiéndolos en objetos abstractos e inclasificables. Una vez por semana, diferentes artistas, filósofos y científicos, se encontraron para especular, en un homenaje a la hipótesis y la relatividad del conocimiento. Lo que se buscaba era historias, crear alternativas de conocimiento a través de la imaginación y la fantasía.
De manera similar, Carl Palm experimenta diferentes modos de percepción de los objetos a través de la ensoñación y la meditación en lo que él denomina como “Nocturnal Studios”. “Ceci n’est pas un brioche” es una cortina que se convierte en espacio expositivo donde bordar los objetos que el artista imagina durante sus delirios nocturnos. Pericàs utiliza técnicas que provienen de la narrativa y la persuasión para sobredirigir al espectador a través de la retórica y la ficción. El azar y la contingencia suelen ser el detonante para empezar las historias que pueden provenir del diseño del objeto, de algún accidente ocasional o un episodio anecdótico, y te llevan a un estado de total pasividad –casi hipnótica– a través de la seducción del habla.
El objeto doméstico, cargado de familiaridad, se convierte en un lugar donde decidimos reunir algunas cosas dispares, donde tratamos de establecer múltiples relaciones imaginativas, un área que posee sus propias reglas para vincular cosas cuyos vínculos no resultan evidentes. A través de él se introduce lo diverso, lo sensible, el carácter difuso de las palabras y sobretodo la imaginación. Ésta no tiene nada que ver con una fantasía personal o gratuita, nos otorga un conocimiento travesero, acepta lo múltiple. E incluso se divierte con ello.
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Síndrome Encontres
En el marco del proyecto expositivo «Síndrome» en La Capella se organizan una serie de encuentros sin público entre artistas presentes en la exposición, artistas activos en Barcelona y otros agentes culturales. Charlas de unas tres horas de media con un texto final a modo de crónica. Los textos se publican en las plataformas A*DESK, Arts Coming, Esnorquel y Oficina36.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)